"Revolución conservadora": el oxímoron es precioso. Y acertado. Hasta ahora, la única revolución conservadora de la que se tenía noticia era la Konservative Revolution que, entre los años 20 y 30 del pasado siglo, encabezaron las corrientes intelectuales más innovadoras de Alemania. Pero ahora no es de Alemania de lo que estamos hablando, sino de Rusia: de esta sociedad paradójica y contradictoria que, entre otras cosas, se ha sacudido de encima el comunismo... y no tiene, sin embargo, reparo alguno en dejar desfilar, junto con el retrato del zar asesinado por los comunistas, las enseñas y banderas de este mismo comunismo, retratos del padrecito Stalin incluidos.
Para serles franco, debo reconocer que a mí, que, por haber vivido muy de cerca lo que significó el comunismo, vengo de un profundo sentimiento anticomunista, se me atragantó semejante fenómeno cuando tuve conocimiento de él. Y sin embargo, ahora me inclino. Me inclino porque, cuando uno ha conocido lo que significa esa máquina de arrasar el pasado de un país que es entre nosotros el antifranquismo, o lo que ha significado en Italia y Alemania ese otro arrasamiento: la extirpación brutal del fascismo; cuando uno conoce tales cosas, no puede dejar de quitarse el sombrero ante esos rusos que han decidido no seguir nuestro ejemplo y olvidarse de practicar la damnatio memoriae (ya saben: la "condena de la memoria", esa práctica por la cual se borran simple y llanamente de la historia aquellos personajes o aquellos regímenes que han sido derrotados). Ni que decir tiene que, desde un punto de vista moral, ese ondear de banderas rojas y ese pasear de retratos de Stalin por la plaza Roja de Moscú es algo que no tiene ni excusa ni perdón. Lo que pasa es que aquí no estamos hablando de moral, sino de historia y de política, lo cual es una cosa bastante distinta.
De todos modos, si hablamos de la revolución conservadora rusa emprendida bajo la égida de Vladimir Putin, no es por esa paradójica forma con que Rusia se relaciona con su pasado soviético. Si hay ahí una revolución conservadora en marcha es, fundamentalmente, por la existencia de lo que, en la vecina Hungría y refiriéndose a su propia experiencia, Víctor Orbán ha calificado de régimen iliberal; es decir, un régimen que rompe con el individualismo gregario del liberalismo, así como con su visión nihilista del mundo, al mismo tiempo que mantiene sin embargo, cualesquiera que sean las limitaciones con las que las coarta, las libertades cívicas asociadas, teóricamente al menos, a dicho liberalismo.
Pero más vale que todo eso se lo explique más detenidamente alguien que, viviendo en la misma Rusia, ha elaborado un documento propiamente excepcional: un documental, obra del periodista español Ricardo Marquina, titulado precisamente Rusia: una revolución conservadora. Presentado el pasado viernes por José Javier Esparza en el programa El gato al agua, de Toro TV, nos complace ofrecérselo a nuestros lectores.
Javier R. Portella
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