Ni que decir tiene que, para los “Fake Stream Media”, la visita europea de Donald Trump ha constituido un fracaso y una traición.
Un fracaso, porque, según ellos, el G20 habría consagrado a Angela Merkel “líder del mundo libre”, un mundo antihistórico y adorador de ídolos: los del cambio climático, del libre comercio de bienes y personas, de la supervisión burocrática. Y una traición, porque Trump se habría inclinado ante Putin al negarse a reconocer, el pasado jueves en Hamburgo, las pruebas “irrefutables” de la intervención rusa en su elección, y al haber hablado seguidamente durante más de dos horas con Vladimir Putin… sin presentarle una declaración de guerra como Dios manda.
El secretario de Estado Tillerson ofreció un resumen “clínico” de la discusión en la cual los norteamericanos declaran tomar nota de su desacuerdo con la denegación efectuada por Putin de sus injerencias en la elección presidencial norteamericana. Indicó seguidamente los puntos prometedores en las discusiones (Siria, ciberseguridad). Por su parte, el ministro Lavrov y el propio Putin declararon que Trump les hizo múltiples preguntas sobre los ciberataques, pareciendo estar “satisfecho” de las respuestas recibidas. La diferencia es, pues, considerable con lo que pretenden los medios…
En pocos meses de reformas mediante decretos presidenciales, los norteamericanos se han despertado en un país que vuelve a crear empleos gracias al doble motor de las industrias armamentistas y energéticas. Con una considerable sorpresa: los Estados Unidos se han convertido en exportadores de energía, de la que disponen en masivas cantidades.
En Varsovia Trump presentó un plan “casi spengleriano”:
redefinir a Europa y a Occidente
Confirmó en primer lugar su compromiso a favor de una OTAN modernizada, que imponga un esfuerzo económico (2% del PIB) a la arrogante “vieja Europa”. Luego, definió al adversario, al verdadero, más allá del islam fanático y de las alocadas migraciones: las élites europeas globalizadoras, sin fe ni creencia, que carecen del empeño de defender “la civilización occidental”. Trump no habló de multilateralismo o de sistema, sino de tradición, de cultura y de destino. “Polonia es el alma de Europa”, declaró, porque este país, gracias a su fe y a su voluntad, ha conocido múltiples resurrecciones en el curso de su historia. Un país que sabe luchar…
Mitteleuropa debe seguir por tal senda. Trump apoya ardientemente la reciente “Three Seas Initiative”, lanzada conjuntamente por Polonia y Croacia, la cual aspira a dinamizar a doce países que unen los mares Báltico, Negro y Mediterráneo. Un bloque que tiene sed de vivir y que se afirma tanto frente a la “vieja Europa” de Bruselas como frente a China y Rusia. Una Mitteleuropa más abierta al populismo trumpiano, lejos de las sofisticaciones de Davos, Bruselas o Bilderberg.
De este modo, Trump comparte con esta Europa Central la misma designación del adversario, tanto en el interior como al exterior, al tiempo que le ofrece armamento, gas de chista y “carbón limpio”. Todo lo cual disgusta a Bruselas: no hay nada peor que un imperio-tapón trumpiano entre Moscú y Berlín. Tanto más cuanto que Fraser Nelson (periodista del Telegraph) confirmaba el 7 de julio que un reciente estudio prueba que las poblaciones europeas (incluidas las occidentales) son considerablemente más “trumpistas” que sus dirigentes “obamianos”.
¿Y qué hay de Rusia? Trump, aun reprochándole “desestabilizar” a Siria y Ucrania, le ofrece a Putin “unirse a las naciones civilizadas contra los enemigos comunes”. Lejos, pues, del “deep state”…
© Boulevard Voltaire