Cuando se comenzó a hablar de un culto a Donald Trump, nadie preguntó si sus seguidores estarían a salvo. El miércoles pasado cuatro de ellos murieron en el asalto de los partidarios del presidente saliente al Capitolio. La respuesta del establishment republicano, y de otros muchos, ante las violentas imágenes fue: “Esto no es Estados Unidos”. Y la de los conservadores: “Esto no es el Partido Republicano”. Consultados sobre el ataque, los votantes del magnate lo condenan, pero culpan a los antifascistas, a los medios, a los locos de siempre..., pero no a Trump. Lo califican de “patriota” y rechazan que miembros de su partido se hayan “acobardado” a última hora. El compromiso de sus bases parece ser mayor: “El pueblo no lo va a abandonar”.
Con 74 millones de votos obtenidos en los comicios de noviembre [cifras oficiales; muchos millones más en realidad. N. d. R.], Trump es el republicano más popular en al menos una generación. Nunca un mandatario en el cargo había logrado tal cantidad de sufragios —logró casi 12 millones más que en 2016—. Disparando las audiencias cuando aparecía en televisión, Trump se llamaba a sí mismo “la gallina de los huevos de oro” de la conservadora Fox News. Este año los estadounidenses lo eligieron como el hombre más admirado del mundo, según una encuesta de Gallup. Barack Obama había encadenado 12 triunfos consecutivos en el sondeo anual, pero en 2020 Trump logró arrebatarle el primer puesto.
Aurora Tinajero, de 72 años, trabaja en una organización católica y contraria al aborto en Texas. Desde 1973, cuando el Tribunal Supremo consagró la legalidad de la interrupción del embarazo, viaja cada marzo a Washington para marchar pacíficamente contra la normativa acompañada, según ella, de las mismas personas que participaron en el mitin del pasado miércoles. “Son personas de familia, religiosas, buenas”, que querían mostrarle su apoyo al presidente ante la “injusticia” de un fraude electoral que no se demostró en ninguna parte, afirma en una conversación telefónica el pasado viernes. Para su círculo, hubo agitadores disfrazados de trumpistas que se infiltraron con el fin de manchar el nombre del mandatario. Lo mismo cree un septuagenario de Tennessee, que prefiere mantener el anonimato, consultado en las calles de Washington. “Yo estuve ahí. La mayoría eran soccer moms [término para describir a las madres de los suburbios]”.
El apoyo de Tinajero a Trump continúa siendo firme. “Por muy playboy que haya sido en su juventud, por muchos matrimonios que haya tenido y su gusto por la fama, cuando se presentó a la presidencia lo hizo porque se hartó de los abusos, al igual que nosotros. Por eso no lo vamos a dejar solo”, defiende. Para ella, el que no quiera ver el supuesto fraude electoral, es porque no quiere “o porque no les conviene”.
Muchos votantes del republicano valoran los logros económicos —al menos hasta la pandemia— y no quieren saber nada del supuesto socialismo que se achaca al entorno del presidente electo, el demócrata Joe Biden. Cuatro años atrás, Mike Rushton, entonces de 29 años, había perdido su negocio y se fue con 300 dólares (unos 250 euros) a probar suerte en Tampa (Florida). Hoy tiene un buen trabajo en la industria de la construcción y casa propia. “Lo voté porque mi mayor miedo es que cierren de nuevo la economía. Mi esposa está embarazada y necesito trabajar”, comenta por teléfono. Se considera un republicano moderado, pero siente que su ideología ya no tiene espacio en la política actual.
“Nuestro país estaba dividido antes de Trump y ahora solo ha empeorado”, sostiene Rushton, quien responsabiliza tanto al mandatario como a los líderes demócratas de la situación. Celebra la condena generalizada a la violencia en el Capitolio, pero critica que no se haya visto ese consenso en los disturbios que hubo durante las protestas raciales. “Decían que eran pacíficas, cuando se veían edificios incendiándose. Si los del miércoles son terroristas locales, los del verano también”, postula. Reniol Rodriguez, cubano de 79 años que cree que un grupo antifascista se infiltró en las revueltas del Congreso, afirma que su comunidad apoya a Trump porque los demócratas están rodeados de “muchos comunistas de verdad, no socialistas”.
FiveThirtyEight mide la popularidad de los presidentes durante todo su mandato. Desde el ataque al Capitolio, apenas ha caído el porcentaje de aprobación de Trump, situado ahora en un 41,9%, mientras que la desaprobación alcanza el 54%. Sin embargo, ese apoyo ya es débil respecto a sus últimos antecesores en su final de mandato. Durante sus cuatro años de Administración, pasó por momentos peores. Uno de los más bajos fue a comienzos de 2019, cuando el cierre parcial del Gobierno cumplía cinco semanas por el estancamiento en las negociaciones del presupuesto federal. Trump insistía en solicitar dinero para construir el muro con México, que los demócratas se negaban a financiar. Finalmente, el mandatario perdió la batalla y esa valla por toda la frontera que tanto prometió, nunca se levantó.
Promesas cumplidas
Las promesas que sí cumplió son las que llevaron a millones a votar por él. Ignacio Gonzales, de 35 años, nacido en Nueva York, no le dio su voto a Trump en 2016 porque pensó que “no iba a hacer muchas cosas de las que decía, pero al final sí las hizo”, cuenta por teléfono. Destaca que Estados Unidos no se involucró en ninguna guerra nueva y que para alguien contrario al aborto como él, se hicieron muchos avances. “Y está bien que por un periodo de tiempo nos enfoquemos en el lema América Primero”, agrega.
Gonzales cree que los republicanos se aprovecharon de la frustración de los trumpistas haciéndoles creer que podían dar la vuelta a los resultados el pasado miércoles en el Congreso, cuando era algo que “no tenía sentido”. A los demócratas, les reprocha que vayan a intentar un proceso de destitución en menos de dos semanas: “Es todo un espectáculo”.
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