«Bush y sus comparsas [...] creían que la escabechina ocasionada en Irak era un episodio concluso, sin reparar en que su prepotencia y su lujuria bélica habían despertado la más pavorosa arma de destrucción masiva que conocieron los siglos. Un arma que hiberna en el pecho de los hombres y aguarda, a veces durante siglos, el fuego que prenderá su mecha. [...] A la postre, la guerra de Irak se saldará del siguiente modo: las tropas americanas y sus aliados o comparsas habrán de retirarse del territorio ocupado, incapaces de soportar la incesante sangría; los iraquíes, lejos de constituirse en pacífica democracia (como pretenden los propagandistas de cuentos de hadas), se enzarzarán en guerras intestinas por el control del poder, instaurando un caos que nos hará añorar al sacamantecas Sadam Husein; y el mundo probará, una y otra vez, el odio de los musulmanes, convertido definitivamente en arma de destrucción masiva. Todo pecado arrastra una penitencia; y de este desastre azuzado por paranoicos que ha sido la guerra de Irak no hemos sino empezado a saborear las consecuencias».
Odio de destrucción masiva
«Bush y sus comparsas [...] creían que la escabechina ocasionada en Irak era un episodio concluso, sin reparar en que su prepotencia y su lujuria bélica habían despertado la más pavorosa arma de destrucción masiva que conocieron los siglos. Un arma que hiberna en el pecho de los hombres y aguarda, a veces durante siglos, el fuego que prenderá su mecha. [...] A la postre, la guerra de Irak se saldará del siguiente modo: las tropas americanas y sus aliados o comparsas habrán de retirarse del territorio ocupado, incapaces de soportar la incesante sangría; los iraquíes, lejos de constituirse en pacífica democracia (como pretenden los propagandistas de cuentos de hadas), se enzarzarán en guerras intestinas por el control del poder, instaurando un caos que nos hará añorar al sacamantecas Sadam Husein; y el mundo probará, una y otra vez, el odio de los musulmanes, convertido definitivamente en arma de destrucción masiva. Todo pecado arrastra una penitencia; y de este desastre azuzado por paranoicos que ha sido la guerra de Irak no hemos sino empezado a saborear las consecuencias».
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