Lo que está sucediendo en Ucrania, y en particular en el denominado movimiento Maidan, es complejo, y no tiene respuestas unívocas. Sin embargo, si que nos deja toda una serie de conclusiones interesantes.
Los problemas de las autoridades de la UE con el gas ruso a su paso por Ucrania, han desaparecido desde que el gasoducto Nord Stream entrara en funcionamiento, pero también desde que Yanukovich es Presidente.
En esta ocasión, los enfrentamientos de Ucrania tienen su origen en la Cumbre de Vilna, cuando la Comisión Europea y el Consejo de Europa fueron incapaces de convencer al Presidente ucraniano para que su país firmara un acuerdo de asociación con la UE. Realmente, Yanukóvich deseaba la integración de Ucrania en la Unión Europea, pero fueron las draconianas condiciones europeas y las generosas ayudas rusas, las que le hicieron cambiar de opinión. Frente a los exiguos 1.000 millones de euros de préstamo de la UE, previas reformas de miles de millones de euros, se encontraba la compra de bonos ucranianos por valor de 12.000 millones y una rebaja del gas en un 30% por parte de Rusia. Teniendo en cuenta esto, la posición del Presidente de Ucrania fue pragmática, la ayuda rusa evitaba el colapso financiero de Ucrania (ante una más que previsible devaluación del Grivna), evitándole, por otra parte, un gran desgaste político que le impidiera la reelección en los próximos comicios electorales fijados para el año 2015.
Una vez que Yanukóvich aceptó el rescate ruso, dejó de ser “un oligarca fiable” para EE. UU. y la UE, dándose origen al movimiento Maidan, conformado por el Partido UDAR del ex-boxeador Vitaly Klitschko, el partido Batkivschyna (Patria) del neoliberal Yatseniuk, y el partido Svoboda (Libertad) del nacionalista Oleh Tyahnybok, que con el apoyo financiero de Alemania, EE. UU., y diferentes oligarcas, como el multimillonario de origen judío Igor Kolomoyski, buscan reorientar la deriva Pro-rusa del Gobierno ucraniano mediante la lucha callejera.
En esta composición de la llamada oposición ucraniana, como corroboran las conversaciones entre la Secretaria de Estado Victoria Nuland y el Embajador de EE. UU. en Kiev Geoffrey Pyatt (recordadas por el famoso “fuck the European Union” espetado por la propia Victoria Nuland), Klitschko sería el delfín elegido de Alemania y la UE, y Yatseniuk el de EE. UU. Tyahnybok y su partido Svoboda, en cambio, no serían del agrado de nadie (recordemos que tampoco fue invitado por Angela Merkel al Bundestag, al contrario que los otros líderes rebeldes), si bien serían tolerados y utilizados en el movimiento Maidan por su capacidad de movilización en las calles.
Debemos señalar que los nacionalistas ucranianos analizan la realidad con esquemas de la Guerra Fría, y la mayoría de sus planteamientos políticos están obsoletos, al creer vivir aún en un régimen soviético.
Los nacionalistas ucranianos además, caen en una contradicción, ya que esos supuestos “aliados del alma”, en cuyos brazos se están echando incondicionalmente, son los mismos que entregaron indiscriminadamente a la población cosaca a los carniceros de los gulags al acabar la Segunda Guerra Mundial, o los mismos que en el Europeo de Futbol Polonia-Ucrania no quisieron recordar el Holodomor, el genocidio ucraniano de 7 millones de personas, y que pese a ser el mayor genocidio ocurrido en Europa occidental en el Siglo XX, es apenas conocido.
El origen de las protestas
En un principio las revueltas se quedaron en numerosas concentraciones populares de la denominada “oposición” en la Plaza de la Independendencia de Kiev, contestadas por otras de los partidarios de Yanukóvich y del Partido de las Regiones en la Plaza de Europa de la capital ucraniana. En algunas ocasiones hubo escaramuzas de jóvenes nacionalistas que decapitaron estatuas de Lenin en diferentes ciudades del país, pero lo cierto es que las protestas antigubernamentales fueron decayendo y habrían desaparecido si el Presidente Yanukóvich no hubiera cometido un error estratégico imperdonable, como fue la promulgación de una ley anti-protesta, con supuesto muy restrictivos respecto a exhibición de simbología, en un país donde el nacionalismo ucraniano hunde gran parte de sus raíces en el periodo de entreguerras y en la resistencia anti-comunista.
Este hecho y no otro, originaron las violentas protestas que han sacudido Ucrania desde mediados del mes de enero hasta hoy. Unos disturbios que han arrasado Kiev y que han dejado más de 100 muertos entre policías y manifestantes.
En un principio estas violentas protestas surgidas con la promulgación de la polémica ley, se intentaron canalizar por occidente mediante la organización Spilna Sprava (Causa Común), asociación con sede en Londres y financiada por el magnate de origen judío George Soros y su Fundación Open Society. No obstante, con el tiempo supimos que los manifestantes violentos estaban realmente capitaneados, no por Spilna Sprava, sino por la Plataforma Pravy Sektor (Sector Derecho), de la que forman parte grupos como Tryzub (El Tridente), Asamblea Nacional Socialista, Grupo 82, Patriotas de Ucrania, White Hammer, Partido Nacional del Trabajo, Hermandad, Organización Nacional de Auto Defensa, así como numerosos grupos de Ultras de fútbol.
De entre todas las entidades que conforman Pravy Sektor, la más importante es Tryzub (a la cual pertenece el líder de Pravy Sektor, Dmitro Yarosh), una organización radical que cuenta con unidades de lucha callejera que se autodenominan banderistas (En recuerdo al guerrillero nacionalista ucraniano Stepan Bandera). A una de estas unidades pertenecían los primeros muertos del movimiento Maidan: El armenio Serhiy Nigoyan (que algunos vinculan al grupo armado ASALA) y el bielorruso Mijaeil Zhiznevsky. De hecho, la mayoría de los muertos del Maidan (además de policías de Ucrania), pertenecen a estas unidades citadas.
Una de las diferencias principales del Pravy Sektor con respecto a la oposición oficial (según sus comunicados), es su carácter contrario a la UE y a la OTAN, al margen de la rusofobia que comparte con el resto del movimiento Maidan. Este hecho, sumado a la perdida de credibilidad ante la ciudadanía de la oposición oficial y un control de las protestas en las calles por parte de este grupo radical, ha generado una creciente preocupación en las élites políticas de la UE y EE. UU. De hecho el pasado 22 de enero, la Portavoz adjunta del Departamento de EE. UU. Mary Harf reconocía su inquietud al decir expresamente que “Estados Unidos condena enérgicamente el aumento de la violencia en las calles de Kiev…..instamos a todas las partes a abstenerse inmediatamente de la violencia…..las acciones agresivas de los miembros de extrema derecha del Pravy Sektor no son aceptables, están inflamando las calles y socavando los esfuerzos de la oposición pacífica”. A estas declaraciones han seguido numerosas llamadas telefónicas de Hussein Obama y Angela Merkel a Vladimir Putin, así como varias conversaciones del Gobierno de Polonia con la Embajada de Ucrania en Varsovia.
¿Qué persiguen EE. UU. y la UE en Ucrania?
La respuesta es evidente. Tanto EE. UU. como la UE quieren evitar la integración de Ucrania en la Unión Euroasiática porque pretenden que Ucrania sea el nuevo Estado paria de la Unión Europea y la OTAN. Para ello necesitan de la violencia mínima imprescindible que disuada a este país de un mayor acercamiento a Rusia. Es decir, parafraseando a Arzalluz, la UE y EE. UU. requieren que algunos peguen bastonazos al árbol (sin pasarse), para que ellos puedan recoger las nueces. Es decir, como diría el refranero español, pretenden pescar en río revuelto.
Lógicamente, las protestas del Pravy Sektor, grupo empeñado en llevar a cabo “La Revolución Nacional”, preocupan en occidente por ser violentas y estar fuera de control, pudiendo crear escenarios no deseados para los Gobiernos de la Unión Europea y Estados Unidos. Estos escenarios worst-case a los que nos referimos son los siguientes:
• Escenario 1 (poco probable): Las protestas en las calles de Kiev continúan, produciendo la caída de sucesivos gobiernos. Triunfo de la “Revolución Nacional” que se extiende rápidamente por otros países vecinos miembros de la UE con fuertes movimientos nacionalistas promovidos para frenar a (Polonia, Letonia…).
• Escenario 2 (probable): Ucrania no es Rusia (ni Rusia pretende que lo sea), pero parte de su territorio, Crimea, por una de esas locuras que se estilaban en la URSS, solo pertenece a Ucrania desde hace 50 años. Así mismo la estrecha relación entre estas dos naciones se ha mantenido desde el Tratado de Pereyaslav en 1654, y ha llegado hasta nuestros días con una realidad demográfica innegable: existe una amplia presencia rusoparlante (de casi el 30% de la población). De hecho el 20% de la población ucraniana es “étnicamente” rusa, producto de la repoblación de los territorios reconquistados a turcos y tártaros siglos atrás.
Un empeoramiento de la situación política en Ucrania, podría conllevar la partición del país en dos entidades diferentes. Los rusos y los rusófonos son mayoritarios en las regiones del este y el sur del país, las zonas mineras y costeras del Mar Negro (las parte más rica y de mayor importancia estratégica).
Dentro de este contexto, una posible creación de una Ucrania del Sur, aumentaría la influencia rusa sobre otros territorios rusoparlantes que están a las puertas de la UE, como son Transnistria y Gagauzia (territorios pertenecientes hoy en día a Moldavia). Sin duda un peligro para la OTAN.
Para EE. UU. y la UE la situación deseada sería la de un Gobierno en manos de la “oposición oficial” acompañado del fin de la violencia en las calles. Una estabilización del país que garantizara la integridad territorial de Ucrania, pero dentro de una reorientación Pro-unión-europea de esta nación.
Para realizar lo anteriormente mencionado, como nos recuerda la Secretaria de Estado norteamericana Victoria Nuland, sería necesario contar con una oposición unida a cualquier precio, aunque para ello se tuviera que recurrir a operaciones de guerra psicológica, com terroristas francotiradores.
El incierto futuro de Ucrania
Estos últimos días estamos viendo como un acuerdo auspiciado entre EE. UU., la UE, Rusia, el Gobierno de Ucrania y la oposición, que garantiza un Gobierno de Unidad Nacional y un adelantamiento de las elecciones, no se está cumpliendo. El Parlamento de Kiev ha nombrado como nuevo Presidente en funciones al opositor Pro-EE. UU. Alexander Turchinov, mientras que Yanukovich habla de Golpe de Estado desde Jarkov. En Ucrania, en estos momentos, existe un vacío de poder real.
Por otro lado, la Barcenas ucraniana, Yulia Timoshenko, habla de no abandonar la plaza Maidan, pese a que su colega de partido Turchinov ya “gobierna” en Kiev. Más que una continua revolución al estilo Mao Zetong, las palabras de Timoshenko denotan las dudas y el miedo de una oposición oficial que se ve incapaz de evitar la violencia en las calles y el previsible colapso económico de Ucrania.
Así las cosas, podemos calificar la situación en Ucrania como muy grave. Ucrania se encuentra al borde de una guerra civil entre hermanos por culpa de la injerencia de la UE y EE. UU. Es cierto que Ucrania no ha contado con unos grandes políticos desde su nacimiento como nación independiente, siendo sus índices de corrupción escandalosos. Pero Ucrania tenía un Gobierno oficial, elegido y legitimado en unas elecciones democráticas, que debía haber sido expulsado del poder por los cauces democráticos. Ucrania debía ser una nación independiente que fuera un punto de unión y entendimiento entre Rusia, la propia Ucrania y el resto de Europa, pero la UE y EE. UU. han preferido que sea un lugar de enfrentamiento, un campo de batalla.