El artículo de la discordia

El orgullo en el autobús

Este artículo, censurado por la dirección del periódico Ara, causó la salida de dicho medio de la periodista Anna Grau. La dirección del periódico calificó el artículo de "racista". Según Anna Grau, desde hace algún tiempo se la miraba con recelo por algunos de sus artículos en los que "intentaba hacer pedagogía sobre el daño que un independentismo irreflexivo puede traer a la sociedad catalana". ¿Ustedes que opinan?

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El orgullo en el autobús

Anna Grau

 

Tomamos (la niña y yo) el autobús en un barrio de Nueva York donde viven muchos negros. Pero no negros orgullosos de habitar pacíficamente dentro de su piel, como Barack Obama o Martin Luther King, tampoco orgullosos de dar miedo, como Malcom X; hablamos de una tercera especie de negro que ha nacido y morirá sin orgullo, cabreadísimo con todos los blancos, convencido de que del primero al último hemos venido al mundo a joderle. Sin matices. Sin excepciones.

 A este tipo de negro y de negra -el fenómeno se agudiza entre las mujeres- se le reconoce porque se saltan el semáforo rojo con el coche justo cuando pasabas a pie cuando lo tenías verde, porque te venden una barra de pan o un cartón de leche sin dirigirte la palabra ni mirarte nunca a los ojos, y porque no hay remota posibilidad de que se levanten nunca en el metro o el autobús para dejar sentarse una criatura pequeña. Blanca, se entiende.

 Pero no es sólo que estos adultos negros no dejen sentarse los niños blancos. Es la manera que tienen de no cederles el asiento. La mayoría de la gente que practica el incivismo legal hace ver que no te ve. Que está demasiado concentrada escuchando el iPod o leyendo la Biblia. Los negros sin orgullo no disimulan. Te miran con desazón.

 En general es mejor abstraer de ellos. Pero a veces cuesta. La negra sin orgullo de hoy (que además está gorda que peta, justo cuando yo me acabo de adelgazar cuatro kilos ...) salta como un muelle de rabia en cuanto nota un ligero golpecito en el brazo porque he perdido un poco el equilibrio. El equilibrio necesario para sujetar a la niña y que no caiga al suelo, en el autobús, quiero decir.

 Iba a decir sorry de buena fe, pero no llegué a tiempo. La negra ya estaba gritándome y exigiendo que me disculpara con una mala baba increíble. No gritaría más fuerte si le hubiera arrancado el iPod o la Biblia con los dientes. Quedo paralizada, sinceramente. Ella vuelve a chillar como una bestia, exigiendo que me disculpe. Por fin yo reacciono y le digo que, así, de ninguna manera. Que no lo pienso hacer.

 Sigue un chaparrón de reproches en el inglés de los negros sin orgullo, que es como el de los personajes del Tarantino pero sin chistes. Entre fuck y fuck la negra aúlla que, de no estar la niña delante, me abriría la cabeza. Yo reacciono como reaccionaría si esto me lo dice un miembro de la “colla castellera de Valls”: afirmo que ella es una mierda de persona. La veo parpadear bajo el impacto de mi afirmación. Es evidente que lo toma como una valoración social y racial, no personal. Peor aún: una surrealista parte de ella misma parece tenerlo aún más claro que yo, que ella es una mierda. ¿Hemos triunfado? La negra sin orgullo calla.

 La niña no ha dicho ni pío en todo el rato. Al bajar del autobús, de repente me pregunta por qué no le he querido pedir perdón a aquella señora después de darle un golpe. Cojones! Trato de explicarle que no le había dado el golpe expresamente. Y ella, aristotélica: "Pues ya está, le pides perdón y así ella ve que ha sido sin querer". Si todo fuera tan fácil... Y alarmada y todo me entra un extraño escalofrío: ¿Y si lo era?

 

(Fuentes de la noticia: e-notícies in-directe.cat)

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