La islamización de Marruecos

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Germán Martín
 
 
 
El pasado 12 de abril encontré esta noticia en los medios de comunicación:
 
“El nuevo Gobierno de Marruecos tomó, desde su nombramiento en enero, medidas para islamizar la televisión pública, como prohibir la publicidad de apuestas y obligar a difundir los cinco llamamientos diarios a la plegaria, que preocupan a los sectores laicos del reino.”
 
No estaba en primera página de los periódicos ni era la noticia con la que abrían sus emisiones los telediarios de las cadenas más importantes. Sin embargo merece una atención especial.
 
No es ajeno a nadie que en los últimos tiempos se ha producido una oleada de revoluciones que ha derrocado a varios regímenes totalitarios de países árabes y que a día de hoy existe un conflicto abierto en Siria de incierto desenlace.
Los gobiernos que han sucumbido a estas revoluciones seguramente merecían ese destino, pero mi intención no es plantear este debate. La observación que me interesa es que estas revoluciones han dejado a los partidos islámicos, algunos autodenominados moderados y otros claramente radicales, en una posición de mayor fuerza y control de la vida pública.
 
La situación de Marruecos debería preocuparnos de manera especial. A tenor de la noticia y de los resultados electorales de la última convocatoria se constata un fuerte crecimiento del poder de los partidos islámicos hasta el punto de influir de la forma que se expresa en la noticia.
 
No es descabellado pensar que en el momento en que estos partidos islámicos aumenten su cota de poder se atrevan a plantear un asalto del Régimen marroquí. Personalmente detesto la monarquía de Marruecos y soy consciente como español de los constantes y periódicos chantajes por parte de nuestro vecino del sur. Y no defenderé una tiranía vestida de democracia. Pero debemos contemplar la posibilidad de que el islamismo radical asuma el control de este país. Llegado a este punto ya no estaríamos frente a un Estado expansionista que reivindica periódicamente ciudades españolas y que exhibe mapas en los que parte de España aparece bajo el Reino de Marruecos, sino que nos enfrentaríamos a un gobierno islámico que considera un deber y un mandato divino extender los preceptos del Islam y recuperar los territorios que un día tuvieron bajo su control. Si esto ocurriera, las tensiones aumentarían hasta grados impredecibles.
 
En España nos encontramos inmersos en una profunda crisis económica y social que dista mucho de estar resuelta y cuyas consecuencias podrían alargarse durante bastantes años, si no empeorar. Además, como toda nación que alcanza altos niveles de autocomplacencia, nos desgastamos y nos consumimos en estúpidas rencillas internas de orden político (izquierda y derecha) y regional (nacionalismos e independentismos) sin darnos cuenta de que, nos guste o no, tenemos una raíz común, una geografía común y lo más importante, un destino común. Esto es una realidad radical que no va a cambiar por mucho que nos enfrentemos entre nosotros, pero que sí afectará gravemente a nuestra situación. Que nadie crea que por ser de derechas o de izquierdas, monárquico o republicano, castellano, catalán o vasco el destino hará diferencias.
 
En estos momentos la sociedad española debería cerrar filas y unirse en un bloque sin fisuras y los políticos hacerse eco de esta necesidad. Si no actuamos de este modo, puede llegar el día en que sea demasiado tarde para reaccionar y lo lamentemos amargamente. Perderse en necedades es un error que muchas naciones han pagado con su propia existencia. No pretendo ser alarmista, pero mejor prevenir que lamentar. Aunque dados los convulsos tiempos en los que apenas acabamos de entrar puede ocurrir lo más inesperado. Suceda lo que suceda la reunión siempre nos ayudará a afrontar lo que esté por venir.

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