El inglés, de lengua de tribu a lengua del mundo

Al inglés lo ha acompañado la fortuna, más que al castellano, francés y portugués, que son las otras tres lenguas viajeras y que también podrían haber sido, con pequeños cambios en la historia, lenguas tan universales como la anglosajona.

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El inglés primitivo fue la lengua de un pueblo germánico, los anglos, una de las tribus vecinas del Imperio romano que ocupaban los territorios del otro lado del Rin, formada tal vez por apenas unos miles de individuos. Quince siglos más tarde, cuatrocientos millones de personas que viven en países ricos tienen aquella lengua como materna, otros mil millones, y tal vez más, se topan a diario con la necesidad de utilizarlo, y según estimaciones del British Council, que no parecen descabelladas, unos dos mil millones dominan, manejan, controlan, se defienden o estudian inglés. Nunca en la historia se había introducido una lengua con tanta intensidad y admiración por tantos rincones del mundo.

El historiador Tácito cita a los anglos en su libro Germanus (año 98), pero sólo los menciona. Romanos y germanos eran enemigos, pero convivían de manera más o menos pacífica. Los romanos no mostraron interés en conquistar aquellos parajes fríos y sin riquezas, pero sí se fijaron en las Islas Británicas. Llegaron allí en el siglo I y permanecieron unos tres siglos porque hacia el año 400 una catástrofe cultural, la caída del Imperio, dejó a los britones abandonados a su suerte.

Fue entonces cuando los vecinos irlandeses aprovecharon el declive para para intentar invadirlos. Los britones pidieron ayuda a los pueblos germanos para protegerse. En el año 449 llegaron en su ayuda dos de aquellas tribus, la de los anglos y la de los sajones. A diferencia de lo que sucedió en otras provincias del Imperio, donde los germanos llegaron latinizados, aquellas dos lenguas germanas distintas pero cercanas se mantuvieron, se asimilaron y desplazaron al latín y al britónico.

Hacia el año 600, guerrilla tras escaramuza, los anglos ya habían aprovechado la invitación de ayuda para arrinconar a sus anfitriones britones hacia Gales y Cornualles y dominar la mayor parte de Inglaterra.

Nunca sabremos qué habría pasado de haberse mantenido el latín como en Hispania, pero podríamos especular con la posibilidad de que fuera una lengua neolatina, y no germánica, la hoy generalizada por el mundo.

El primer texto de lo que pudo ser el inglés primitivo recoge una ley del rey Ethelbert del año 603. El inconveniente es que sólo se conserva una copia manuscrita del siglo XII y, para desgracia del lingüista, aquel escriba lo reprodujo en forma modernizada con la intención de que pudiera ser leído por sus contemporáneos. Imposible constatar tan precoz aparición. Lo que sí podemos asegurar es que alrededor del año mil la lengua germana ya se había modelado con silueta literaria.

Afrancesamiento

En 1066 estuvo a punto de producirse un cambio que habría acabado con la lengua de los anglos: la invasión de los normandos. En poco tiempo los franceses y su lengua fueron los nuevos dueños de la isla. Si la progresión hubiera seguido, tal vez el francés sería hoy la humanidad extendida por todo el mundo, pero una vez más la lengua de los anglos superó la prueba.

En un primer momento aceptaron con normalidad el cambio.

El francés pasó a ocupar los puestos privilegiados, mientras el inglés quedó para las clases humildes

El francés pasó a ocupar, sin titubeos, los puestos privilegiados, mientras el inglés quedó reservado para las clases humildes. Pero la clase dirigente, tanto la advenediza como la local, perdió los contactos con Francia a lo largo del siglo XIII, y por entonces Inglaterra se transformó de nuevo en una entidad política independiente. La lengua principal siguió siendo el francés, pero las relaciones con el pueblo llano, que no lo había aprendido y seguía hablando inglés, exigían el conocimiento de ambas. Ese ambilingüismo hizo que la lengua que parecía perdida se asociara cada vez más al reino. El inglés se mantenía vivo en el ejército, nutrido de clases populares, y ganó popularidad y pasó a las clases medias de la corte, y después se introdujo en las altas hasta instalarse como principal lengua escrita de la administración a mediados del siglo XV.

 

 

Podemos decir que aquel inglés es ya el actual. Y, lo más interesante, no salía humillado de la larga convivencia con el francés, aunque sí altamente influenciado, pues resucitaba sólido como lengua de una nación. El pueblo inglés y su fuerza cultural había impedido que la lengua de los invasores prolongara su estancia, que es lo que tantas veces había sucedido en otros territorios conquistados.

Renacimiento

El rey Enrique V dejó de utilizar el francés y pasó al inglés como lengua natural para la correspondencia. El modelo se extendió primero en la corte y luego en el pueblo. Corría el año 1417. Con la llegada de la imprenta en 1476 se empezó a propagar la literatura.

Shakespeare (1564-1616), tan notable y reputado como los griegos del siglo de Sócrates o los latinos del de Cicerón, inmortalizó la lengua inglesa. Sus obras se han representado siempre, y más veces y en mayor número de traducciones que las de cualquier otro escritor.

El siguiente paso fue extraordinario. Entre los siglos XVI y XX los anglófonos construyeron uno de los imperios más grandes de la historia. Esparcieron cultura, tecnología y formas de gobierno, y establecieron una hegemonía económica y política. Y como había que controlar y defender los intereses comerciales, se intervino en política, en economía y en efectivos militares.

En 1921 el Imperio Británico había alcanzado su mayor extensión territorial

En 1921 el Imperio Británico había alcanzado su mayor extensión territorial: centro y sur de África, además de Egipto, Somalia y Sudán; numerosos enclaves en América, además de Estados Unidos y Canadá; varios países asiáticos, entre ellos India, Bangladés y Pakistán, Casi toda Oceanía y enclaves estratégicos europeos como Chipre y Gibraltar.

La Segunda Guerra Mundial favoreció el proceso de descolonización, pero la lengua inglesa había echado suficientes raíces para quedarse. La crisis europea que resultó de la Segunda Guerra Mundial aceleró la descolonización.

Desarrollo y divulgación

El estado fuerte de la economía de Estados Unidos, especialmente el progreso industrial y tecnológico que había empezado a liderar a principios del siglo XX, fue clave. Aquellos rápidos avances en vuelos comerciales regulares, en teléfono, en radio y televisión habían de revolucionar la vida y las costumbres de la modernidad, y todos aquellos cambios se hacían en la lengua del progreso: el inglés.

Habría que añadir algo absolutamente excepcional que dejaba marcados tanto los sentimientos como las conciencias de espectadores de tantos lugares recónditos: la industria del cine. Que Hollywood tomara la delantera no tuvo tanto significado en la época del cine mudo como cuando la voz sonó en la pantalla. El liderazgo fue secundado por la filmografía de algunos países europeos, pero no muchos, y con menor incidencia.

Inglaterra y Estados Unidos supieron hacer música con lenguaje universal. Sus letras, por encima de las modas, se tararearon como propias en países no anglófonos.

Los artistas a los que los Estados Unidos dieron vida fueron recibidos con agrado casi en cualquier lugar del mundo. Desde entonces la lengua germana, tan alejada de sus hermanas (alemán, holandés, danés, sueco, noruego, islandés) alimenta las tendencias musicales.

Los textos científicos empezaron a ser publicados en inglés. Las demás lenguas empezaron a quedarse en posiciones muy distantes. Hoy la lengua de los anglos entra sin permiso por los resquicios de la cultura y la comunicación universal. ¿Se seguirá extendiendo su uso?

Países como Francia o Rusia intentaron resistir a su influencia, pero han renunciado

Países como Francia o Rusia intentaron resistir a su influencia, pero han renunciado. Los territorios que pertenecieron al Imperio Británico mantienen, sin rechazo alguno, la lengua de los colonizadores. Ya no es realista cambiar porque los sistemas de enseñanza y de administración mantienen una inercia difícil de desviar.

Ni Gran Bretaña ni Estados Unidos ha intervenido en la difusión, pero tienen una influencia cultural en casi todo. Además de lo citado podríamos añadir la fama de sus artistas, la moda en el vestir, los electrodomésticos, los inventos y lo más interesante, el liderazgo intelectual y tecnológico.

¿Durante cuánto tiempo se mantendrá ese aprecio? ¿Qué factor podría inducir al rechazo? ¿Podría ser en pocas generaciones la lengua común del planeta?

La fortuna

Los idiomas ni se autorizan ni se prohíben. Obligar a utilizar una lengua está fuera de toda norma ética. Son los individuos, aconsejados por su tendencia natural, quienes eligen, como han hecho siempre, la más adecuada para expresarse. El inglés es una lengua fácil en los primeros pasos. En todo el mundo resulta útil entenderse en inglés y, además, sin que nadie lo imponga, hoy se aceptan con gracejo todo tipo de acentos.

¿Quién recuerda que los anglos desplazaron a los celtas y que fue la única lengua bárbara que atravesó las fronteras naturales de los germanos?

Al inglés lo ha acompañado la fortuna, más que al castellano, francés y portugués, que son las otras tres lenguas viajeras y que también podrían haber sido, con pequeños cambios en la historia, lenguas tan universales como la anglosajona. También podría ser hoy la lengua del mundo un dialecto del latín en boca de los britones, por ejemplo, si no desaparece el imperio tan de repente. Podría ser el francés, si hubiera tenido más éxito la invasión normanda, incluso podría ser el español si la Armada Invencible triunfa, o el alemán, tal vez, si las fuerzas de Hitler resultan victoriosas. ¡Podrían ser tantas cosas! De la misma manera si un ejército catalán hubiera conquistado Castilla y luego Granada, podría ser el catalán, y no el castellano, la lengua que hoy ocupara el segundo lugar en hablantes nativos, siempre que la llegada a América la hubieran realizado tres calaveras de marineros catalanes, por ejemplo, al mando de un supuesto rey de Cataluña que nunca existió.

El hecho es que las lenguas de hoy son las que son, tan grandes como insignificantes. Lo que le ha importado a la humanidad es disponer de las necesarias, y eso lo garantizan las tendencias naturales de los hablantes.

 

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