Ángel Maestro (Madrid). Hu Jiantao, presidente de la República Popular China, secretario general del partido comunista y presidente de la comisión militar central, es hoy uno de los hombres más poderosos del mundo. Y sin embargo, al menos para gran parte de la opinión pública, es un personaje bastante menos conocido que Hugo Chávez, Evo Morales y no digamos Fidel Castro. Incluso que políticos menos populares que los caudillos citados como Blair, Chirac, Prodi. Si se realizase un sondeo entre la población, el conocimiento popular de Hu Jintao sería casi parejo al que existiría sobre quién es el actual primer ministro holandés.
Se trata, sin embargo, del máximo dirigente de un país de 1.314 millones de habitantes según los últimos datos, cuyo PIB ha crecido a un ritmo promedio del 9,5% anual, y
que puede continuar a una media del 7,5% entre 2007 y 2011, situándose ya posiblemente como la segunda economía del mundo. Una enorme potencia económica abierta en grandes dimensiones a la inversión extranjera, con un desarrollo capitalista en una muy avanzada transición de economía planificada a la de sociedad abierta, pero en la que el partido comunista ejerce de forma total el control del poder, y donde el Estado se encuentra totalmente subordinado al partido.
Hu Jintao, el presidente de la República Popular China
Hu Jintao reúne a la vez los puestos de presidente de la república, secretario general del partido comunista y presidente de la comisión militar central. La elevación a este último cargo ha sido el paso decisivo en su ascenso al poder: en la peculiar estructura del sistema chino, la comisión militar central es la tercera pata sin la cual no podía decirse que Hu Jintao fuera la primera figura. Así quedó establecido por el hombre decisivo en la China post maoísta, Deng Xiaoping, quien sin llegar a ocupar ni la presidencia de la república ni la secretaría general del partido, si ocupó la de la comisión militar central.
Nuestro hombre es un dirigente de la llamada “cuarta generación”. Esta “cuarta generación” ocupa en la actualidad el verdadero sancta sanctorum del poder en China, el Comité Permanente del Politburó, hoy compuesto por nueve miembros. Por primera vez no sólo en su propia historia, sino casi diríamos en la historia de cualquier estado comunista, el partido comunista chino consiguió en su Decimosexto Congreso resolver organizadamente uno de los problemas más difíciles al que pueda enfrentarse no sólo un régimen comunista, sino cualquier sistema autoritario: la sucesión. Casi todo el mérito le correspondió a Deng Xiaoping, pues el líder de la “tercera generación” y antecesor de Hu, Jiang Zemin, y hoy los dirigentes de la “cuarta generación”, con Hu a la cabeza, son hijos de las reformas políticas y económicas de Deng. Hu Jintao ha elogiado la obra de su antecesor, este Jiang Zemin de la tercera generación del comunismo chino, quien, tras retirarse por el límite de edad impuesto por las nuevas normas del partido, goza de toda clase de consideraciones. Estamos lejos de aquella práctica tan habitual en la historia de los partidos comunistas de denigrar y condenar a los antecesores.
Hu nació en 1942 en Yangzhou, en el seno de una familia de comerciantes de té. Realizó sus estudios primarios y secundarios en Taizhou, población de Jiangsu. En 1959 aprobó el examen de ingreso en la institución técnica de la élite china, la Universidad de Qinghua, recibiendo el título de ingeniero en 1964. Hay que señalar que a diferencia de Occidente, en cuya política proliferan los abogados y los economistas, todos los miembros del Comité Permanente del Politburó chino son hombres de formación técnica. Hu es, profesionalmente, ingeniero hidráulico, y como tal sirvió de secretario del partido en dos de las provincias más pobres de China: Guizhou y el Tibet.
Durante la Revolución Cultural, incomparablemente desastrosa para China, Hu Jintao trabajó como voluntario en la desértica provincia de Gansu. Entre 1968 y 1974 sirvió en el ministerio de Recursos Hidráulicos. Fue en este periodo cuando pasó de técnico a tecnócrata del partido. Es el mismo camino que siguieron dirigentes anteriores como Li Peng y Jiang Zemin. Aquí comenzaría a descollar Hu: en 1982, el primer secretario de Gansu, Song Ping, le asciende por encima de otros cuadros más veteranos. Dos años después ya es secretario provincial de la Liga Juvenil Comunista y Song le recomienda para estudiar en la Escuela Central del Partido, en Pekín. Allí conoció a Luo Gan, hombre fuerte e importante en el partido, ingeniero metalúrgico formado en la Alemania Oriental y a cargo de los servicios de seguridad y de información. Lan cesará por edad en el próximo Congreso del Partido a celebrar en diciembre.
Aunque su carrera parece meteórica, el entonces líder del partido, Hu Yaobang, le envía como secretario del partido a la provincia bastante pobre de Guizhou. Podría juzgarse como un descenso. Pero Hu, obediente, acepta el nombramiento y desempeña una labor eficaz entre 1985 y 1988. En junio de ese año, el secretario del partido en el Tíbet sufre un colapso a causa del mal de altura; el nuevo líder, Zhao Ziyang, escoge a Hu para sustituirle. Muy posiblemente su período de mandato en esta región influiría en el decidido proyecto, llevado a cabo en 2006, de construcción del ferrocarril del Tibet, el más alto del mundo, con un punto de la línea a 5.070 metros. La estancia de Hu en el Tíbet fue agitada: estallaron grandes disturbios por la muerte del lama de Panchen y Hu sin experiencia militar, recibió órdenes de Pekín de declarar el estado de guerra, logrando sofocar la revuelta. Fue el precedente para la ley marcial que sería declarada en Pekín un mes y medio más tarde. Hu también sufrió el mal de altura y tuvo que pasar en Pekín varios meses al año. Quizás allí, convaleciente, pensó que su porvenir no era brillante y que nunca ascendería en su carrera en el partido, pero su protector, Song Ping, supo exhibir la carrera de Hu como la de un hombre de total lealtad.
En 1992, repentinamente, Hu es ascendido al Politburó, renovando su puesto en 1997. Al año siguiente, tras la reunión del Congreso Nacional del Pueblo, comienza a vérsele como posible heredero de Jiang Zemin, cuando es nombrado vicepresidente, y en 1999 se le designa para ocupar el mismo cargo en la comisión militar central. Aunque el verdadero hombre fuerte del país era Zeng Qinghong, testaferro de Jiang, Hu organizó hábilmente un equipo ideológico y propagandístico destinado a ensalzar la figura de Jiang Zemin como gran teórico, lo que disipó en gran parte las suspicacias de éste, el viejo líder, respecto al joven y ambicioso Hu.
En marzo de 2003 se produjo el traspaso de poderes: Hu asumía la presidencia de la república y la secretaría general del partido, conservando todavía Jiang la presidencia de la comisión militar central, cargo que en 2005 pasaría también a ocupar Hu, confirmándose como primer dirigente de uno de los países más poderosos del mundo. Quien pudo haber sido su mayor rival, el actual vicepresidente de la República Popular China, Zeng Qinghong (68 años), testaferro de Jiang, hoy parece estar en línea con Hu; los analistas atribuyen gran importancia a su experiencia en la labor de liquidación del clan de Shanghai. Hu ha elogiado la publicación de las obras de Jiang como teórico, y animado al partido a profundizar en su estudios.
De cara al importantisimo Congreso del Partido a celebrar en diciembre de 2007, se producirá una renovación del máximo órgano de poder chino, el Comité Permanente del Politburó, que posiblemente vea reducida su composición de los nueve miembros actuales a siete. De ellos, únicamente parece seguro el cese, por imperativo de edad (70 años), de Luo Gan, y reelegidos con certeza, sólo el propio Hu y el primer ministro Wen Jiabao. Con 65 años de edad, y salvo imprevistos, Hu Jintao ocupará el liderazgo hasta 2012.
A pesar del desarrollo y de la transformación económica, Hu y los dirigentes máximos del partido y del Estado han reafirmado inequívocamente el papel dirigente del partido comunista en la sociedad china. Es un medio adecuado para que arraigue el poder de Hu Jintao, un hombre que desde su juventud ha sido un perfecto ejemplo de “apparatchik”: ha hecho siempre lo que el Partido le dijo que hiciese. El Partido recompensó su lealtad otorgándole el puesto más elevado.