ENRIQUE OLIVA
El 2 de abril de 1982, cuando estaban aún hospitalizados algunos apaleados un par de días antes por las fuerzas de represión de la dictadura, y muchos otros detenidos, la Plaza de Mayo se llenó de fervor patriótico espontáneo. Los argentinos celebraban la recuperación de las Malvinas. Podríamos asegurar que en nuestra historia no se registra un hecho que uniera tanto a los habitantes. Entre los ¡viva la Patria! muchos repetían frases tales como “¡las Malvinas son argentinas y la plaza es de Perón!”. Pero lo cierto es que el acontecimiento lo celebraban hombres y mujeres de todas las corrientes políticas y clases. Las concentraciones de alegría se expresaban en todas las plazas y calles del país.
Hasta los exiliados en el exterior lanzaron comunicados y se manifestaron públicamente aprobando la recuperación del Archipiélago. Si bien aquella batalla se perdió, todos los pueblos que sufrieron y sufren dominaciones extranjeras estuvieron a nuestro lado, aunque no así gobiernos, en especial de la Europa colonialista. Durante y después del conflicto, no se dejó de reconocer el valor demostrado en la lucha por los argentinos enfrentando a las más grandes potencias del globo.
¿A qué se debió ese fenómeno de identificación masiva con la Gesta? La respuesta es que desde la escuela primaria las maestritas criollas nos repetían “las Malvinas son argentinas” y así rezaban letreros en las aulas. Había una conciencia generalizada sobre las islas del Atlántico Sur como parte de nuestro país y la legitimidad de esa pertenencia.
Es de suponer que si el pueblo argentino hubiera sido convenientemente informado de la importancia de la plataforma continental, también en esta oportunidad habría llenado la Plaza de Mayo para defenderla.
Pero ¿qué sucede con este otro conflicto sobre nuestros derechos a la plataforma continental? Simplemente que no se habla de ello. Nadie enseña sobre el tema que tanto interesa a las multinacionales de la globalización por sus valiosos recursos.
Hace un par de años, un grupo de profesionales jóvenes hizo una ligera encuesta callejera y por teléfono preguntando a familias, estudiantes universitarios y aun a docentes, como a tres o cuatro diputados nacionales y no tenían la menor idea de qué se trataba eso de la plataforma continental. Si la importantísima cuestión no había llegado a conocimiento de las gentes era porque nadie se había preocupado por explicarlo. La prensa le prestó poca atención, incluso ahora que se actualizó con una información venida de Londres. La cancillería argentina respondió enérgicamente a las pretensiones británicas y, porque la cuestión está vinculada a Malvinas, los grandes medios de difusión se hicieron eco por dos días. Y luego silencio absoluto, cuando en el exterior es una cuestión que sigue mereciendo destacada presencia.
¿Qué es la plataforma continental?
Convocada por las Naciones Unidas, se formalizó una reunión internacional para discutir un proyecto que concluyó con la firma de la llamada Convención del Derecho del Mar (Convemar) al que adhieren 130 países y que entró en vigencia en 1994. La Argentina la ratificó por ley 24.815.
La importancia vital de dicha convención es que modifica el acuerdo existente hasta entonces, donde cada estado tiene soberanía hasta las 200 millas marinas a contar desde la costa. Esas 200 millas se mantienen en el mínimo garantizado, pero si la plataforma continental supera esa distancia, la misma amplía la soberanía hasta un máximo de 350 millas. Es decir, la Argentina tiene por sus características naturales la posibilidad de alcanzar ese máximo de 350 desde el Río de la Plata hasta Tierra del Fuego. En el caso de los archipiélagos de Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, ocupados ilegalmente por la Gran Bretaña, no se puede por ahora aplicar la Convención por ser “territorios en conflicto”. La recuperación de estos archipiélagos por Argentina tendrá más importancia cuando se traten las soberanías sobre la Antártida, donde también la parte de cuanto nos corresponde es parcialmente pretendida por Inglaterra.
Según los estudios preliminares de expertos argentinos, toda nuestra costa atlántica abarcaría hasta el máximo de 350 millas. Eso implica ampliar nuestro territorio en más de un largo millón de kilómetros cuadrados, cuando ya sin ella somos el séptimo país más extenso del mundo. Por supuesto, ese enorme litoral es codiciado no sólo por su riqueza ictícola sino, y muy especialmente, por minerales muy valiosos incluidos los hidrocarburos (petróleo y gas).
Estrategia colonial británica
El Reino Unido nos quiere hacer el mismo juego que le ha dado buen resultado en el caso de Gibraltar, pequeño territorio adherido a España, pues se trata de una península y no de una isla, que desde hace más de tres siglos fue arrebatada a los españoles, siendo la única colonia en Europa.
Las repetidas tácticas de los ingleses ha sido dilatar los tiempos e ir sacando ventajas. En tiempo del General Franco, éste cerró con una verja la entrada a la península, prohibiendo todo tipo de circulación e intercambio. A la muerte del “caudillo” los gobiernos de transición y las “democracias” condicionadas, España fue cediendo privilegios a Gibraltar “para irse ganando la confianza de sus habitantes” (lo mismo que nos sugieren con Malvinas).
Las concesiones incluyeron no sólo el abrir la verja. Luego le permitió Madrid que ocupara una parte de tierra y aguas españolas para construir un aeropuerto internacional, con lo cual el turismo no precisaba pasar por España. Más tarde la madre patria no se opuso a que Gibraltar se declarara “puerto libre” y “paraíso fiscal”. A tal punto se benefician los pocos gibralteños, y en mucha mayor medida los ingleses, que jamás pensarán perder esas ventajas para el inevitable contrabando, pasaje de drogas e inmigrantes clandestinos de África. Además, con las cuentas numeradas atraen dineros mal habidos, más la falsa sede de infinidad de sociedades fantasmas útiles para negocios fraudulentos y no pagar impuestos, casinos, etc.
Ese ejemplo de Gibraltar es el buscado por Inglaterra en Malvinas. Ya durante el conflicto de 1982 se hablaba de ello. Ahora el mantenimiento de la fortaleza Malvinas pesa duro en los contribuyentes ingleses y la pesca se agota por explotación irracional; desean negociar con el gobierno argentino “en beneficio mutuo”. Ya mantuvimos grandes concesiones a las islas durante más de 10 años para “simpatizar” con los isleños, sin el más mínimo resultado, por negarse Gran Bretaña a hablar de soberanía, y por eso se recurrió a la ocupación.
Los argentinos nos enteramos de la intención británica de pedir la soberanía sobre 350 millas marinas alrededor de los archipiélagos, en especial el de Malvinas, por un trascendido publicado por el diario londinense The Guardian. Este medio atribuyó la versión a un portavoz anónimo del Foreign Office, pero luego se ha divulgado en forma oficial. Esto, “casualmente”, a horas de hablar nuestro entonces presidente en la Asamblea de las Naciones Unidas. De allí que Néstor Kirchner, en aquella ocasión, agregara a su discurso el anteúltimo párrafo, que dice:
“Mi gobierno manifiesta su enérgico rechazo a la pretensión británica de establecer espacios marítimos en torno de dichos archipiélagos. En particular, rechaza la recientemente difundida intención del Reino Unido de hacer una presentación ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental, creada por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, relativa al límite exterior de la Plataforma Continental generada a partir de dichos territorios argentinos”.
La Cancillería lleva la responsabilidad de la coordinación de los estudios de los grupos técnicos de la plataforma continental (COPLA). Se iniciaron trabajos preliminares durante la segunda mitad de la década del 90, pero el plazo para cumplimentar los requisitos y presentarlos a las Naciones Unidas vencía el 31 de diciembre del 2005. Muy pocos, poquísimos medios, se ocuparon de advertir que no llegábamos a tiempo para terminar los tareas requeridas porque las partidasprevistas para las mismas eran derivadas ilegalmente a otros fines por los respectivos ministros de Economía durante los presupuestos del 2000, 2001, 2002, 2003 y 2004. Felizmente, y no por influencia sólo de la Argentina, la ONU amplió el plazo hasta junio del 2009. Ahora, según información oficial, los trabajos están cumplimentados en más del 80 % y asegura la Cancillería que estarán concluidos antes de la fecha límite.
Estrategia argentina
Nuestra Cancillería ha tenido siempre la manía del uso y abuso del silencio, el misterio, sin informar de cuestiones de sumo interés nacional a la población. Como en el caso Malvinas, mantiene bajo siete llaves sus archivos, que deberían estar abiertos a investigadores y periodistas para saber qué pasó antes, durante y después del conflicto de Malvinas.El pueblo tiene derecho a saber y puede ayudar.
Ahora nos han sorprendido los reflejos de la Cancillería. Es de esperar que nuestro gobierno se mantenga en la intransigencia “inflexible”, como se ha repetido frente a las maniobras astutas de Londres destinadas a sacar ventajas sin discutir sobre soberanía, escudándose en la “voluntad de los kelpers” (los kelpers es como llaman en Inglaterra a los habitantes de las Malvinas, generalmente de lengua inglesa). Ese proceder no lo aplicó en el caso del archipiélago de Dagos en el Índico, donde está la isla Diego García, con los naturales del lugar que fueron expulsados a la fuerza abandonando sus casas y el cementerio de sus antepasados. Esto ocurrió cuando Estados Unidos decidió instalar allí una enorme y misteriosa base.
Otra maniobra es la publicación de un falso censo sobre los habitantes de Malvinas donde da el aumento de los kelpers, cuando estos disminuyen día a día. Ahora se suma el ingreso de trabajadores también “transitorios” venidos de la isla africana de Santa Elena y algunos chilenos, atraídos por los altos salarios para hacer las tareas más duras. Todos estos soportan poco tiempo, disgustados por la imposibilidad de hacer ahorros por el alto coste de la vida y sin comodidades humanas. También se agrega la creciente disminución de la pesca por su irracional explotación. Para retener a los kelpers en sus aisladas haciendas, las autoridades les acuerdan una subvención del 100 % sobre la lana, para poder venderla.
Si Argentina no regala facilidades a los kelpers, eso conducirá más tarde o más temprano a que los ingleses tengan que negociar la soberanía de las Malvinas por el elevado costo que significa para los contribuyentes británicos, de los cuales ni uno sólo se ha instalado en Malvinas como inmigrante desde 1982.
Desde junio pasado, el Foreign Office (cancillería inglesa) tiene presentada una petición de audiencia para entablar conversaciones, sin obtener respuesta alguna. La amenaza de las 350 millas es la nueva provocación.