Según Jean Paul Sartre el hombre es el único ser que no es otra cosa que lo que él se hace a sí mismo después del primer -e involuntario- impulso hacia la existencia. Lo que Martin Heidegger llama ser “arrojado” o “estado de eyección”.
Cuando el filósofo galo (tan extremadamente galo, no podía haber sido otra cosa, quizá contradiciendo alguno de sus postulados) escribe que en el ser humano “la existencia precede a la esencia”, da un famoso ejemplo: si un artesano quiere realizar una obra, primero la piensa, la construye en su cabeza y esa prefiguración será la esencia de lo que se construirá, que luego tendrá existencia. Pero nosotros, los seres humanos, no estamos diseñados ni determinados. Estamos condenados a ser libres y a hacer con esa libertad lo que nos plazca.
Sin la menor intención de enmendarle la plana al maestro, sÍ hay una esencia ineludible en cada ser humano: la esencia racial, y toda la impregnación cultural que esa esencia racial porta. Lo que Lou Marinoff llama el ADN cultural.
La joven australiana Gorgo, cuya estética recuerda a la de las musas del existencialismo francés como Juliette Greco, asegura que la reconexión con sus ancestros europeos la salvó de una severa depresión existencial. Esto da que pensar: supongamos que esta chica, en las antípodas de Europa, fuera de todo el magma cultural del Viejo Continente, se siente flotando en el Absurdo. Yendo todavía más lejos, supongamos que esta chica, joven y naíf, aún sin la conveniente armadura para defender su inocencia de los depredadores del alma, es persuadida por los progres australianos de que ella –con todos sus genes caucásicos y su ADN cultural encima– y los aborígenes australianos son LO MISMO. Y supongamos que esta chica va y se lo cree.
No es que los aborígenes australianos tengan nada de malo, y de hecho, son los habitantes originales de aquél continente, ellos también son víctimas. Pero, claro, evidentemente NO son lo mismo que ella.
Entonces comienza la rebelión interior, la lucha y el ver finalmente la luz.
¡Adiós a la depre existencial, Au revoir a la Nausée! y un radiante ¡hola! al existencialismo völkish de Heidegger y al libertario de Camus. Como dijo el argelino: “Cada acto de rebelión expresa una nostalgia por la inocencia y una llamada a la esencia del Ser”.
Esta muchacha, siguiendo a Sartre de una manera totalmente insospechada, se ha descargado de toda la esencia falsa, la mauvoise foi con la que querían prefigurarle los depredadores del alma. Aún más: Gorgo se ha rebelado contra los convencionalismos sociales y ahora se dispone a vivir una existencia libre para hacer con ella lo que quiera.
Su existencia, efectivamente, ha precedido a su esencia, porque su existencia ya viene con una esencia natural inalienable, no con una esencia impostada.