En estos últimos días hay un general que está dando mucho que hablar en Italia. No porque le hayan obligado a dimitir puesto que se ha jubilado tras haber destacado al frente del ejército, sino porque afirma estar muy preocupado ante la imparable invasión de inmigrantes ilegales.
El general Vincenzo Santo no ha dudado en responder lo inimaginable cuando un periodista del diario Libero Giornale le preguntó si el presente éxodo migratorio se trata de un fenómeno histórico imparable:
“Basta con utilizar el ejército para la misión que le ha sido históricamente encomendada, o sea, defender nuestras fronteras. Es perfectamente posible poner fin a esta inmigración desordenada y masiva. En tan sólo unos días el ejército italiano le puede poner fin.”
Este militar multicondecorado dista de ser un cualquiera. Fue el número dos de la OTAN en Afganistán, antiguo jefe del estado mayor del ISAF (International Security Assistance Force) y hoy, a sus 71 años, es vicepresidente del Instituto de Asuntos Internacionales (Think tank con más renombre en el país transalpino). Colabora asimismo con diversos medios de comunicación sobre defensa y relaciones militares en varios países. En Francia fue nombrado Caballero de la Orden Nacional al Mérito. A continuación prosigue acerca del papel del ejército italiano en este combate pacífico pero indispensable que se debe llevar a cabo frente a una auténtica invasión de las fronteras europeas.
“Disponemos de los medios adecuados para controlar la costa de Libia sin necesidad de poner pie a tierra. Las rutas migratorias que nos afectan siempre convergen en Trípoli. Se trata en realidad de una zona a controlar mucho más reducida de lo que se pudiera pensar. Ante todo debemos proceder a bloquear el acceso de los barcos tripulados por las ONG en aguas libias al tiempo que nuestras tropas de élite capturan a sus traficantes y los encarcelan. Por supuesto que no cabe esperar autorizaciones de organismos internacionales ni de respetar a pie juntillas la soberanía nacional de Libia u otros países limítrofes. No olvidemos que nuestra soberanía está siendo violada cada vez que una embarcación deposita su cargamento humano en nuestras orillas.”
Los vientos de rebelión soplan en el ejército, en las aduanas y entre una población local que presencia decenas de miles de inmigrantes africanos (hombres jóvenes en su inmensa mayoría) desembarcando sin parar, invadiendo pueblos y ciudades en su intento de diseminarse por el resto de Europa en condiciones de higiene indignas y peligrosas. “¿Cómo se puede confiar en nuestras instituciones cuando, por ejemplo, un ilegal apuñala a un policía en Milan y lo sueltan al día siguiente?” El general Santo expresa así la frustración de quienes tienen la responsabilidad de asegurar la protección de la ciudadanía.
El establecimiento de campos de refugiados en Libia no resolverá nada mientras reinen allá el caos y el yihadismo. “Por claras razones humanitarias no podemos confiar a los libios la gestión de campos de refugiados que deberían en su lugar ser financiados en Túnez o en Egipto y eventualmente en Argelia”. Este general fuera de serie apuesta igualmente por arrestar a todos los ilegales para a continuación repatriarlos por avión a sus países de origen pese al coste económico que ello conlleva.
“Debemos para ello incrementar el número de agentes de policía, como es lógico, confiándoles la misión de poner a los inmigrantes ilegales a disposición de las diversas autoridades consulares con el objetivo de identificarlos, aunque se hayan deshecho de su documentación so pretexto de que fue sustraída por los traficantes y esperando así quedarse en nuestro territorio. Pero le aseguro que si nos proponemos realmente determinar la nacionalidad de un ilegal, siempre lo acabamos consiguiendo.”
Traducción de Teodorico de Pablos
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