Uno de los puntos más polémicos de Drieu la Rochelle es su apuesta por la idea-fuerza de complementariedad europea que tiene sus raíces en la concepción de Carlo Magno, del Sacro Imperio Romano Germánico, de Napoleón, etc., entre otros seguidores de este pensamiento pan-europeísta.
De ahí que en Europa contra las patrias; Socialismo Fascista y otros escritos, haya una constante: la vertebración de una Europa poderosa, cuyo centro político se centra en Paris en relación con Berlín, para ser ambas ciudades las capitales de un nuevo poder en el mundo que no ha de permitir ni la influencia yanqui ni lo que entonces se llamaba el imperialismo soviético. Sin embargo Drieu define: «la nueva Europa por la que lucho y si es necesario he de morir, se ha creado en los campos de limo sangrientos de la Primera Guerra, y en este combate que libra una Europa desmembrada contra el capitalismo y el comunismo.
Y prosigue; «ningún pueblo que haya sido verdaderamente grande se ha organizado bajo las formas democráticas sino imperiales. Esto quiere decir que Europa debe rechazar herencias de la opresión sobre otros pueblos por un afán mercantilista basado en la usura en la explotación y retornar a su ser sin complejos de grandeza o inferioridad, más que basada en su identidad profunda y espiritual que rebasa en mucho al judeo-cristianismo y que se relaciona más con los dólmenes, los bosques misteriosos, las montañas mágicas y sus sacerdotes solares».
Esta Europa no tiene nada que ver, como es evidente, con la actual unión európida de pueblos subyugados ni con los intereses de Bruselas y de un aparato genocida como es la OTAN, todo ello en función de los intereses de la americanosfera. Nunca Europa ha estado en tales condiciones de indefensión, de incapacidad, de calidad de vida, de identidad cultural, de sentido de su destino, que en la actualidad, donde proclaman veintiocho países desintegrados en un claro proceso entrópico de decadencia, en donde nuevamente se subraya la clarividencia del escritor francés.
Al respecto afirma: “vencer a la propia patria no es nada fácil, yo me declaro francés y europeo, mas no el francés resultado del tercer estado, de la Marsellesa y de la rebelión de los mercaderes; creo que Europa debe retornar a la democracia griega que siempre ha sido aristocrática y al poder imperial de Roma, así como al orden del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, en que la noción misma de nación y de nacionalismo creado por la Revolución Francesa ha fragmentado más la unidad orgánica de Europa y propiciado odios, confrontaciones y luchas que han sido del todo nefastas para la misma Europa en un continuo conflicto en donde debe existir la colaboración, la solidaridad y el apoyo mutuo».
Sobre el particular resulta contundente: «si Europa no es capaz de afianzarse en un destino en que quepa la diferencia, pero que al mismo tiempo se empeñe en una empresa política común, lo que conocemos como Europa se convertirá en una tierra desolada, carente de principios, de autenticidad y de valores. Una tierra con un pueblo blanco en caída natal puesto a la extinción por su propia debilidad y sujeto a todo tipo de invasiones ya sea de los pueblos que ha pisoteado o aún de más lejanas amenazas euroasiáticas».
Mas hay que preguntarse: ¿la postura de Le Pen, dirigente del Frente Nacional y de Vladimir Putin, mezcla eslava entre el aparato de inteligencia de la KGB y el neo-zarismo, sería opuesto a las ideas de Drieu? De ninguna manera, tanto Le Pen como Putin han proyectado una estrategia de independencia que converge con la propuesta de Drieu, esto es:,o Europa es capaz de enfrentarse a la americanosfera y a su subsidiaria inglesa, o bien, Europa abandona el interés supremo de sus pueblos.
Drieu se anticipa a la Joven Europa de Jean Thiriart, a la nueva Europa, a la que se ha referido Alain de Benoist y que, de acuerdo a esta visión, ha de tener como aliado al Tercer Mundo y en este punto se debe destacar la visión del escritor con la de Benoist en una misma comunión por una Gran Patria Europa.