Por favor, no le den más vueltas, que queremos trabajar

Nación, nacionalidad, nacionalismo...

En 1978, la Constitución española metió la pata cuando reconoció las nacionalidades y la nación a la vez. Era una cuestión de matiz importante para los políticos, pero gracias a ese matiz ahora se discute si este país es una nación, o si ese término corresponde a las nacionalidades. Pero, ¿realmente interesa a alguien ese debate? ¿O sólo a los políticos?

Compartir en:

 Todos pendientes del Tribunal Constitucional. Los ilustres miembros se han pasado meses deliberando quién es más ‘nación’, si España o Cataluña. ¿Cuesta tanto decidirse? No hay mejor forma de resolverlo que preguntárselo a 70 millones de jueces imparciales, los turistas que nos visitan cada año. Les entregaríamos un papel a la entrada (aeropuertos, estaciones de trenes o autopistas), que contendría una sola pregunta, para que no haya trampas: “Señor turista, usted cree que España es una nación, sí o no. Marque con un círculo la respuesta válida”.

Esas encuestas se enviarían al Instituto Nacional de Estadística, y una vez reunidos los resultados, se remitirían al Tribunal Constitucional para facilitar la decisión. Ventajas de este método: que quienes opinan no son los imputados, es decir, los que viven en España, sino los que conocen el país y pueden emitir una opinión sin temor a la represalia, la exclusión social, la persecución ideológica por los comisarios del pensamiento.
No habría que esperar mucho para saber la respuesta: la mayor parte diría que España es una nación. Problema zanjado. Todos a trabajar.
Lo mejor de todo, es que la discusión sobre si somos nación, nacioncita, nacionzuela, nacionalidad, o nacimiento con Belén no está entre las principales preocupaciones de los españoles. La famosa encuesta periódica que elabora el CIS afirmaba recientemente que las principales angustias de los españoles en estos momentos son, por este orden: el paro, la economía y la corrupción de los políticos.
Han leído bien. La tercera preocupación son los políticos. Lo cual origina una paradoja: estos señores que detestamos por corruptos son los que nos dicen que es muy importante decidir de una vez qué hacemos con la palabra nación.
Dentro de ese barómetro que elabora el CIS, también se incluyen preguntas sobre el Estatuto catalán y los nacionalismos, pero están en la cola de las preocupaciones de los encuestados. En la cola. (ver http://datos.cis.es/pdf/Es2824sd_A.pdf)
Ese debate no interesa a nadie, ni a los catalanes. El referéndum para aprobar el estatuto no fue secundado por una mayoría de los catalanes en 2006 sino por una minoría ya que hubo una abstención copiosa del 50%, y de los votantes, un 26% dijo ‘no’ o votó en blanco. Eso no quiere decir que a los catalanes no les interese su patria, ni su gobierno, ni sus derechos. Quiere decir que esas cosas “no son las que más les interesan en este momento histórico”.
La prueba es que el referéndum organizado en varios ayuntamientos hace poco volvió a arrojar un inmenso hastío de los catalanes por las cuestiones políticas. ¿Por qué esta desconsideración por algo tan importante? No era desprecio al tema planteado, sino que no es lo que más les preocupa ahora. Si a un catalán le preguntasen, “que es lo que más te preocupa ahora”, diría lo siguiente: el paro, la economía, la corrupción política. En este momento, conseguir trabajo es asegurar la supervivencia, pero sentir que Cataluña es una nación no da de comer en un momento de crisis. Es mucho más divertido y estimulante ver las victorias del Barça.

 

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar