El historiador francés Jean de Viguerie no es autor traducido y habitual en español. Por eso hemos seguido de cerca la publicación en nuestro país de Los pedagogos. Ensayo histórico sobre la utopía pedagógica, obra breve, pero de interés y alcance universales que llega de la mano de Encuentro. El ensayo presenta un estudio crítico de catorce teóricos de la enseñanza y su influencia sobre la educación de ayer y de hoy.
Tras la reseña del libro, hemos querido saber más acerca de la visión crítica de Jean de Viguerie sobre tantos pedagogos célebres de nuestra historia, y su opinión sobre las metodologías educativas de nuestros días.
Fernando Bonete: Su libro me ha recordado aquella célebre obra de Paul Johnson, Intelectuales, en la que se describe a grandes pensadores de nuestra historia como teóricos anclados en el mundo de las ideas: pierden todo contacto con la realidad y acaban por menospreciar la naturaleza humana. ¿Ocurre lo mismo con los pedagogos utópicos de su libro?
Jean de Viguerie: La observación es acertada, pero solo puede aplicarse a unos pocos de mis pedagogos. Diría que Rousseau y Condorcet responden a ese modelo, aunque con matices. Todos los demás, la mayoría, son hombres muy activos como directores, maestros de escuela, profesores de universidad. Me refiero a Comenius, Bernard Lamy… John Locke ejerce altas funciones administrativas y judiciales.
F.B.: Afirma que las teorías de Erasmo y la actual propaganda sobre el aborto estarían conectadas, ¿de qué manera?
J.V.: Aunque Erasmo no dice nada del embrión, es verdad que hay una analogía. Para Erasmo, el niño tal y como viene al mundo no es un ser humano, se hace hombre, se hace persona a través de la educación. La manera en que habla de ello se parece a la forma en que hoy los propagandistas del aborto justifican acabar con el embrión: no es un ser humano. El discurso de Erasmo y el de los propagandistas del aborto tienen focos diferentes, pero hay una similitud en la lógica de su expresión.
F.B.: De hecho, muchos de los pedagogos siguen esta misma idea: la escuela como un lugar de creación de verdaderos hombres y mujeres. ¿Representa también esta propuesta el germen del rechazo moderno a la educación en el seno de la familia para ceder esta competencia al Estado?
J.V.: No hasta cierta época. Educar al niño fuera del ámbito familiar era una práctica común en la Edad Media y en la época llamada Moderna hasta el siglo XVIII, tanto en la nobleza como en la alta burguesía. Durante la Edad Media ocurre a menudo que una familia noble confía su hijo a otra familia noble para que aprenda a servir y combatir según el ideal de los caballeros. Las hijas son educadas en conventos. Allí comparten la vida de las religiosas y no salen más que para casarse. Encuadro el origen de la idea de la educación estatista más en el Siglo de las Luces, cuando los filósofos propugnan la educación por parte del Estado, a la que llaman “Educación Nacional”.
F.B.: Buena parte de su crítica se dirige a los pedagogos que dicen lo que no hay que hacer, y no proponen a cambio un modelo de actuación. Para no caer en el mismo error, ¿cuál es su propuesta pedagógica?
J.V.: Mis dos propuestas son estas. La primera, reconocer la inteligencia innata del niño. La segunda, volver a los métodos tradicionales de lectura y escritura. El resto vendrá de suyo.
F.B.: ¿Y qué valor tienen estos métodos basados en la idea de “saber por el saber” en un mundo pragmático que cree que el saber es bueno cuando sirve para algo?
J.V.: Ese valor es de la inteligencia alimentada por la memoria y ejercitada permanentemente por el estudio. Los pedagogos protagonistas de mi libro ignoran la inteligencia innata del niño. La pedagogía tradicional, en cambio, le atribuye a esta inteligencia innata una gran importancia, y se compromete a educar al niño cuanto antes. En una población cada vez más ignorante y atontada por la devaluación del saber, estos niños bien instruidos serán compensados de adultos, se les confiarán los puestos y las responsabilidades más importantes. De hecho, en Francia ya estamos asistiendo a los comienzos de esa promoción.
F.B.: Sin embargo, de la denominada “Nueva Educación” llega la preocupación actual por aprender jugando y acceder al conocimiento de forma divertida. ¿Qué opinión le merecen estas metodologías?
J.V.: No tengo una opinión formada sobre este tema, ya que no lo he vivenciado y no conozco profesores que eduquen así. Solamente diré que jugar es natural para los niños, que el estudio también lo es, y que no hay que mezclarlos.
F.B.: Si hay una “utopía pedagógica”, ¿significa eso que existe un “realismo pedagógico”?
J.V.: Sí. El realismo pedagógico es considerar la inteligencia del niño y ejercitarla a través del saber desde los tres o cuatro años. Después ya se decidirá el saber que le conviene y hacia el que está encaminada su inteligencia. Es absurdo pretender que todos los alumnos de primaria cursen estudios universitarios.
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