“Front National, una derrota que pesa mucho”, se lee en Le Parisien, en el que aparece el diputado del Frente Nacional Gilbert Collard celebrando una “victoriosa derrota”. ¿Cuál es su opinión?
El Frente Nacional (FN), ciertamente, no ha conseguido hacerse con ninguna región, pero eso no es lo importante. Lo importante es que se sigue avanzando en cada elección. Las regionales no fueron una excepción. La barrera del 40% se ha roto, y el movimiento de Marine Le Pen se asegura, a partir de ahora, tener más de 350 consejeros regionales (que, además, incidentalmente, ha resuelto el problema de los patrocinadores para la elección presidencial). El hecho esencial es que un partido, que tiene tanto a la izquierda como a la derecha en su contra, así como a todos los grandes partidos en el gobierno, a todos los grandes periódicos, a todos los medios de radio y televisión, y sin olvidar a las organizaciones moralistas y del mundo del espectáculo, el Consejo representativo de las instituciones judías francesas, el Movimiento de las Empresas de Francia (MEDEF, la federación de empleadores), y el Gran-Oriente (la principal organización masónica), a Pierre Gattaz (el Presidente de MEDEF), a Bernard-Henri Lévy y Dany Boon (un cómico y cineasta), a pesar de todo ello, está en camino hacia la recolección de, al menos, tantos votos como los otros dos partidos. En pocas palabras, cuanto más se intenta poner a los franceses en guardia contra el FN, más votan por ellos, lo que demuestra que los franceses se creen cada vez menos lo que se dice de ellos, en proporción al incremento de su ira y disgusto hacia los partidos tradicionales.
El FN responde a una formidable demanda de identidad colectiva, soberanía política y seguridad en el ámbito social. Sus dos puntos de apelación son, por un lado, la juventud, y por el otro, las clases populares, es decir, los miembros de las clases medias que están en peligro de caer en una clase inferior o se enfrentan con el estancamiento entre las posiciones sociales intergeneracionales. Los dos pivotes del voto del FN son el desempleo y los problemas derivados de la inmigración, que golpea primero en el mismo núcleo de la Francia periférica, en particular, al este de la línea de Havre-Marsella (al este de esta línea se encuentra la mayor parte de la industria pesada de Francia, al oeste es principalmente agrícola).. Por un lado, están aquellos que se benefician de la globalización, por el otro, los que son sus víctimas. Por un lado, Francia protege a la burguesía globalizada y a la pequeña burguesía que depende de la primera; por el otro, está la frágil, precaria, y humillada Francia, en un estado de inseguridad y pauperización progresivas. Esto es, por un lado están las élites; por el otro, el pueblo.
Esto ha sido percibido por Jacques Julliard, que escribe: «El voto del Frente Nacional representa el sueño ideal de la sociología bipolar del marxismo: la alianza del proletariado y de las clases medias contra las clases dominantes». En el lado inverso, la “resistencia republicana”, como dijo Jean-Christophe Cambadelis, que está constituida por los cuadros de clase media y alta, los jefes, los bobos (burgueses-bohemios), los intelectuales que retornan… El voto del FN está aumentando en respuesta al desprecio que la élite de hoy en día demuestra hacia el pueblo, y esta división es una división de clases.
Lo que es nuevo es que la izquierda ya no vacila en hacerse el harakiri, llamando a votar a un partido acusado, hace tan sólo unas semanas, de querer imitar al FN por la “derecha”. Eso dice mucho sobre su desorden, y también muestra que sus consignas se han vuelto impotentes para detener el flujo ascendente del FN. Los partidarios del antifascismo de confort y postureo (Robert Redeker), para quien el enemigo interno es, a partir de ahora, el “pequeño pueblo”, están aturdidos, ya que afirman que todas las estrategias anti-FN utilizadas hasta ahora (demonización, banalización, trivialización) se miden en fracasos, y las excomuniones entre los devotos del “eterno retorno” a la década de 1930 han dejado de ser escuchados hace largo tiempo, cuando no se limitan a provocar la risa de todo el mundo.
Por lo tanto, era necesario dar un paso hacia adelante. Cuando existe este espectáculo surrealista, donde vimos a Manuel Valls abandonar su papel como primer ministro para transformarse en el sargento de reclutamiento para Christian Estrosi (político de centro-derecha, que Cambadelis, primer secretario del Partido Socialista, había denunciado dos semanas antes como “mucho peor que Marion Le Pen”, a los militantes de Ecología de Europa-Los Verdes distribuir panfletos a favor de Xavier Bertrand (político de centro-derecha y exministro de trabajo), invitando así a las víctimas de la austeridad para votar por aquellos que no se ponen en su lugar, y a los directores de la “fiesta socialista” exigiendo que sus partidarios se suiciden colectivamente mediante la opción de abandonar los consejos regionales de los antiguos feudos de Pierre Mauroy y Gaston Defferre (exlíderes socialistas). Por supuesto, el FN será la prueba meridiana de que la izquierda y la derecha del gobierno son definitivamente sólo dos tendencias concurrentes del mismo partido. Las viejas corrientes no han desaparecido. Sin embargo, todo el sistema se encuentra cuestionado.
Con respecto a las elecciones, los medios de comunicación invocan un “tripartidismo”, mientras que Marine Le Pen habla de un nuevo “bipartidismo”, el FN patriótico contra la globalista Unión por un Movimiento Popular. ¿Está de acuerdo?
La actual tripolaridad (un término preferible al tripartidismo) sólo puede ser provisional. Pero lo importante, y estamos llegando a verlo, es el desplazamiento del voto. La derecha sólo tomó el Norte y la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, ya que obtuvo el voto de la izquierda, y Marine Le Pen no sabía cómo evitar este desplazamiento. Por lo tanto, toda la cuestión reside en saber si el FN será capaz de chequear este reflejo para demostrar a un número considerable de electores de izquierda que el voto a favor del FN representa mejor sus intereses que el voto a favor de derecha.
La fuerza del FN reside en que no se sitúa en relación con la división izquierda/derecha –una escisión que la estrategia suicida de Manuel Valls demuestra que es sólo el cumplimiento de una ilusión. Si se alcanza la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, lo cual es posible (pero de ninguna forma determinada), se enfrentará al FN como un adversario tanto de la izquierda como de la derecha. En el primer caso, será necesario movilizar al electorado de la derecha, en el segundo, el electorado de la izquierda. Esto implica diferentes discursos. En cualquier caso, al contrario de lo sucedido en 2002, será una transformación radical de la vida política. Las consecuencias de una victoria final de Marine Le Pen son difícilmente imaginables. Si gana la izquierda, supondrá la dislocación de la derecha; si gana la derecha, implicará la descomposición de la izquierda. Esta será la apertura de un nuevo ciclo político.