- Europa es tan consumista, hedonista e individualista como otras sociedades occidentales. ¿Por qué dice que los europeos padecen un profundo sentimiento de culpa?
- Ambos movimientos van juntos. La ideología oficial es el hedonismo: la liberalización de los sentidos y el goce como fin supremo. Pero esto es una mera fachada. En el fondo, la tradición judeocristiana inspira culpa, vergüenza y malestar. Lo que hacen los que se dicen “profetas del goce” es, en realidad, prolongar ciertos postulados del cristianismo.
- ¿La importancia de las víctimas en las sociedades occidentales modernas es para usted una herencia positiva o negativa del cristianismo?
- Es un progreso, pero subrayo los efectos nocivos de esa herencia. Después de los mensajes cristiano y democrático, tuvo lugar el genocidio de los judíos y los gitanos en la II Guerra Mundial. Eso se ha convertido en el modelo de la víctima absoluta, el segundo Gólgota que evocó Juan Pablo II. El problema es que hoy todo el mundo quiere ocupar el puesto de la víctima: “Jesus soy yo, yo soy el nuevo sacrificado”.
- ¿Ya no se siente Europa mejor que el resto de la humanidad?
- Europa vive macerando la vergüenza de sí misma, encerrada en una especie de visión humilde de sí misma. No se da cuenta –o quizá lo sabe muy bien– que es un continente privilegiado donde no hay guerra desde hace sesenta años. A pesar de las desigualdades, vivimos una gran prosperidad y gozamos de una libertad de conciencia y de expresión extraordinarias. La otra cara es que Europa se ha retirado de la historia.
- ¿Irak marca una ruptura entre Europa y EE.UU.?
- Europa mantiene una relación adolescente con EE.UU. En apariencia, las elites europeas están contra del modo de vida americano por su brutalidad y arrogancia. Pero en el fondo los dirigentes europeos saben que el último recurso en caso de problema es EE.UU. La seguridad europea todavía depende del paraguas norteamericano. La cultura occidental es hoy la suma de dos debilidades: la congénita europea y la coyuntural norteamericana.
- ¿Por qué dice que Europa tiene el monopolio de la culpa en Occidente?
- Europa es al tiempo mil años de Ilustración y de progreso, pero también de crueldad y barbarie incalificables. La historia de Francia, Alemania, Italia, España está plagada de episodios espantosos, exterminios y genocidios. La crueldad de la Iglesia, el fanatismo, las guerras civiles, la de religiones, todo eso fue hace tres siglos, pero sigue muy presente. En Europa ocurrieron además dos acontecimientos que no vivió EE.UU.: Verdún y Auschwitz.
- Pero en la historia de EE.UU. también hay crímenes horribles.
- Sí, el exterminio de los indígenas y la segregación, entre otros. Pero nunca han sido un país ocupado. Francia ha sido ocupada tres veces en un siglo por Alemania. Por eso, EE.UU. no tiene la conciencia trágica de la historia que tenemos nosotros.
- ¿Tiene Europa todavía alguna lección para el mundo?
- Claro que sí, porque ha logrado derrotar a sus propios monstruos. Su aventura no tiene precedentes y puede ser un modelo para todos los pueblos que se están matando hoy. Los europeos han demostrado que es posible reconciliarse con sus peores enemigos.
- Comparado con las grandes potencias emergentes como India, Brasil y Sudáfrica, ¿qué le falta a Europa?
- Una cualidad esencial de las naciones jóvenes: confianza en sí misma, voluntad de construir el futuro. Los europeos estamos aquí solamente para resguardarnos.
- Los disturbios de noviembre del 2005 en Francia, cuando fueron incendiados más de 10 mil autos y 2 centenares de edificios públicos, son considerados los peores desde 1945.
- Fueron unos disturbios extraños porque no tenían ninguna reivindicación. Los vándalos actuaban de manera espontánea y su único interés era incendiar autos y matar policías. Es un movimiento complejo porque, de un lado, es la expresión de un verdadero malestar en ciertos barrios periféricos completamente abandonados por el Estado hace 40 años. En la banlieu se han desarrollado pandillas de jóvenes que aterrorizan a la población. Pero también constituye una revuelta lúdica y consumista. El gran placer de esos jóvenes es salir en los noticieros de la tele, ser vistos mientras queman un auto. Hay competencia entre los barrios en torno a esa notoriedad. Cuando se les dio la palabra, los jóvenes reclamaron coches deportivos y chicas bonitas, es decir, participar en la fiesta consumista. No tienen la más mínima voluntad de transformar el orden establecido.
- ¿Llegó la hora de la ruptura y las grandes reformas para Francia?
- Somos un viejo país muy conservador y por eso las reformas deben hacerse de manera muy lenta. Al mismo tiempo, los franceses están maduros para el cambio. Hay una especie de hartazgo de un pasado fijo. O las cosas se mueven y Francia irá mejor, o sigue la crisis y la elite se instalará en Londres, Bruselas, Nueva York, Toronto, Montreal, Bombay, Shangai. Francia corre el riesgo de perder a sus elites y convertirse en un país-museo, una especie de Disneylandia para el resto de Europa.
- Usted señala que un dirigente europeo nunca hubiera dividido el mundo entre ´buenos y malos´, como lo hizo Bush tras los atentados del 11-S. Los europeos hablan más bien en términos de regímenes ´preferibles´ y ´detestables´. ¿No es en el fondo lo mismo?
- Es una sutileza, pero es muy importante. Los europeos no nos atrevemos a decir que somos buenos porque hemos cometido en nuestra historia las peores atrocidades. Sabemos que los sistemas que hemos establecido hoy permiten mejorar el espíritu gracias a la educación y las instituciones democráticas. Por eso, la democracia es, al final de cuentas, preferible a la autocracia y el totalitarismo. Lo que nosotros le quitamos a la expresión ´bien y mal´ es la connotación religiosa. Sabemos que hemos ido progresivamente de lo malo a lo mejor, pero también somos conscientes de que podemos caer de nuevo, en cualquier momento, en lo malo.
- ¿Cuál es hoy la misión de los europeos?
- El mercado. Convertirse en un gran mercado donde cada uno pueda realizarse y vivir bien. Europa ha reducido finalmente al ciudadano al papel de consumidor. Los europeos ya no están dispuestos a morir por nada, inclusive sus propios valores. En otras palabras, no hay nada por encima de nuestro destino individual. El único horizonte de mi vida es mi vida, eventualmente la vida de mis hijos.
- La Unión Europea suscita admiración en el extranjero, pero algunos pueblos son escépticos, como los franceses y los holandeses, que rechazaron el proyecto de Constitución europea. ¿Qué piensa del proyecto europeo?
- Europa no existe como Estado ni como ejército. Es una noción. Por el momento, es un bello museo. Usted puede ir a Praga, Varsovia, Madrid: en todas partes hay cosas muy bellas. Pero a todo eso le hace falta una dimensión trascendente. Ya no hay trascendencia en Europa. Hemos perdido la agresividad, lo cual es algo bueno, pero al mismo tiempo hemos perdido una especie de mística. El gran interrogante es si una gran nación puede sobrevivir sin una mística. Me refiero a una mística laica y secularizada. Es por eso que en todos los frentes de batalla Europa va para atrás, retrocede una y otra vez. Europa abdica.
- ¿No existe, a pesar de todo, una cierta complementariedad entre el nuevo y el viejo mundo: EE.UU. el palo, Europa la zanahoria?
- Así debería ser. Pero el problema es que el big stick estadounidense está quebrado. EE.UU. es débil, no es nada sin Europa y Europa no es nada sin EE.UU. Es un movimiento doble.
- ¿Qué debe hacer Europa para sobrevivir en este mundo globalizado?
- Debe volverse responsable y acceder a la madurez. Eso implica ensuciarse las manos. Uno no puede estar en la historia y quedarse con las manos blancas y la conciencia pura. Cuando EE.UU. va a Irak comete errores enormes, tortura, pero como es una democracia el gobierno es sancionado. Si Francia, Inglaterra, España e Italia se comprometen mañana en una acción militar contra Irán, hay que ser conscientes de que las cosas pueden salir muy mal. Pero no podemos seguir resguardándonos detrás de una actitud moralizadora que consiste en que para nosotros la historia está acabada y que desde ahora somos ángeles. Entrar en la historia implica forzosamente perder la inocencia.
(Ásbel López realizó esta entrevista originalmente para el diario El Tiempo de Bogotá, Colombia).