EMC (Madrid)
¿Qué importancia tiene la guerra civil española más de 70 años después de su comienzo? ¿Sigue siendo un tema actual para España y para la Europa contemporánea?
En España la guerra civil es un tema clave, porque marcó un antes y un después en la historia contemporánea española y determinó la evolución del país hasta la democracia actual, a través de una larga dictadura. La guerra de España, de 1936 a 1939, se convirtió en un mito internacional porque en ella combatieron muchas de las fuerzas e ideologías que dieron forma al siglo XX. En Europa, sobre todo en países como Inglaterra o Francia, se ha impuesto una especie de tabú: solo se acepta la versión de la guerra que elaboró la Komintern. Según ella, Stalin y sus protegidos del Frente Popular español defendían la democracia. Esto es tan absurdo como decir que Hitler defendía a los judíos, o a los polacos. Existe una censura de hecho, como la que impidió durante largo tiempo, en Inglaterra, la publicación del libro de Orwell sobre la guerra civil. Incluso un periódico francés de derecha, como Le Figaro, se negó a publicar una entrevista conmigo alegando que “todavía no ha llegado el tiempo de decir esas cosas”. En Inglaterra y en Alemania varios periódicos han tergiversado mis puntos de vista e informado erróneamente a los lectores. Una actitud nada liberal, e intelectualmente ridícula.
¿Que opinión sobre la guerra tienen los españoles de nuestra generación? ¿La verdadera o la falsificada?
Durante casi cuarenta años, incluso en los últimos tiempos del franquismo, en España ha predominado la versión basada en la propaganda stalinista. Por ello muchos españoles, sobre todo jóvenes, siguen creyendo esa versión. Sin embargo, esas ideas están en rápido retroceso.
¿Qué tipo de mitos combate usted en ese libro de salida inminente en Polonia? ¿Cuáles son más persistentes, más falsos o más peligrosos? Y por el contrario, ¿existen algunos mitos que se hayan verificado?
El mito principal, del que derivan todos los demás, es el que ya señalé: que el Frente Popular representaba la libertad. Pero ese frente se componía del Partido Comunista, que durante la guerra se convirtió en el principal partido de las izquierdas y era un partido agente de Moscú. Luego estaba el Partido Socialista, que no era socialdemócrata, sino marxista radical, incluso más radical que los comunistas, y que organizó deliberadamente la guerra civil. Estaban también los anarquistas, completamente ajenos a la democracia. Junto a estas tres fuerzas principales venían los republicanos de izquierda y los nacionalistas catalanes, que no eran demócratas, pues al perder las elecciones a finales de 1933 habían preparado golpes de estado. También se unieron a las izquierdas los separatistas vascos, que eran un partido católico, pero ultrarracista. No sé qué clase de libertad podían representar estos partidos.
De este mito esencial derivan muchos otros. Por ejemplo, la idea de un “frente unido”. Los miembros del Frente Popular se odiaban entre sí, hubo dos guerras civiles entre ellos dentro de la guerra general, y numerosos asesinatos. Los separatistas vascos apoyaron a las izquierdas porque parecía seguro que ellas vencerían, dada su superioridad material. Pero cuando la guerra fue mal para las izquierdas, las traicionaron, facilitando a Franco la industria pesada de Bilbao y su primera gran victoria, en Santander.
Otros muchos mitos se vienen abajo. Por ejemplo, el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor y aviones italianos causó un máximo de 126 muertos, probablemente algunos menos, y no los 800 a 3.000 que ha dicho la propaganda (las izquierdas suelen ser poco respetuosas con las cifras reales, multiplicándolas por diez y más cuando les conviene). Y fueron las izquierdas quienes comenzaron los bombardeos sobre la población civil. Guernica tuvo una consecuencia militar importante, porque el gobierno autónomo vasco, dominado por los separatistas, llamó a la lucha, pero entró rápidamente en contacto con los fascistas italianos para negociar su rendición por separado, a espaldas del Frente Popular. Todo esto está hoy probado.
Otros mitos se sostienen, como el de la resistencia del Alcázar de Toledo. O el paso del estrecho de Gibraltar por tropas de Franco en el primer puente aéreo de la historia, que salvó a los sublevados de ser aplastados por las izquierdas. Se suele atribuir el puente aéreo a los aviones italianos y alemanes, pero consiguió sus principales objetivos con aviones españoles, en las dos primeras semanas de la guerra.
Hitler y Mussolini ayudaron a Franco, pero ninguno de ellos lo dominó. De hecho, en la crisis de Munich, en 1938, Franco declaró que en caso de guerra europea él sería neutral, lo que causó irritación en Berlín y en Roma. En cambio Stalin sí dominó al Frente Popular. Los dirigentes españoles que no gustaban a Moscú fueron desplazados, como Largo Caballero o Prieto. Negrín duró porque obedeció a Stalin.
Es obvio que el Frente Popular representaba una dictadura totalitaria, un comienzo de las “democracias populares”. El bando de Franco fue una dictadura autoritaria, no fascista aunque adoptase algunas formas externas fascistas.
Un punto clave para mí es que la guerra no destruyó la democracia, sino que la previa destrucción de la democracia causó la guerra. La destrucción ocurrió en dos fases: en octubre de 1934, meses después de que las derechas ganaran las elecciones, las izquierdas lanzaron una insurrección armada que fracasó en dos semanas, pero dejó 1.400 muertos. La segunda fase fue un proceso revolucionario a partir de la victoria electoral del Frente Popular en febrero de 1936. Estas elecciones fueron muy violentas y nunca se publicaron las votaciones, por lo que no podemos considerarlas democráticas. La derecha no simpatizaba con la democracia, pero era mayoritariamente moderada, legalista y pacífica. En octubre de 1934 había defendido la Constitución republicana y las libertades. Se rebeló en julio de 1936, arriesgándose a una probable derrota, porque se sentía a punto de ser aplastada por el proceso revolucionario impulsado por los socialistas y los anarquistas. Los comunistas eran todavía un partido pequeño, y la Falange también. Para entonces, la derecha había dejado de creer que la democracia pudiera funcionar en España y veía la solución en una dictadura autoritaria. En esa época la democracia liberal estaba en crisis en toda Europa, y de no haber intervenido USA desde 1942, el totalitarismo nazi o el comunista habrían triunfado por mucho tiempo. Creo que los polacos pueden entender, por su propia experiencia, unos procesos de descomposición política y colaboración entre las izquierdas burguesas radicalizadas y los revolucionarios.
La victoria de Franco tuvo una importante consecuencia internacional: al mantener la neutralidad durante la guerra mundial, no solo salvó a España de una terrible devastación, sino también a los Aliados. Si Franco no hubiera intervenido, Alemania habría ocupado Gibraltar y controlado el Mediterráneo, lo cual pudo haber cambiado el curso de la guerra.
¿Cómo puede explicarse el éxito editorial de sus libros?
No lo esperaba, pero está claro que mucha gente estaba insatisfecha con las versiones predominantes, con sus contradicciones y omisiones. También ha contribuido al éxito el hecho de que los historiadores contrarios no han logrado rebatir mis tesis, sino que han reaccionado tratando de imponer la censura y el silencio sobre mis obras. Al fracasar, han lanzado campañas de ataques personales e insultos que no han hecho más creíbles sus propias interpretaciones de la guerra. Como ha escrito Stanley Payne, uno de los historiadores más expertos en España, estas actitudes revelan un espíritu propio de la Italia fascista o de la URSS de Stalin, pero no de un país libre.
¿Cuál ha sido el impacto de sus libros en la opinión pública española?
Creo que ha tenido un impacto decisivo, porque ha cambiado la percepción de mucha gente sobre el pasado, y también sobre los orígenes de la actual democracia, que proviene de los sectores reformistas del franquismo y no de la oposición antifranquista. Al terminar la dictadura, los presos políticos en las cárceles eran casi todos comunistas o terroristas, mucho más antidemócratas que Franco.
Usted ha sido agredido físicamente por sus opiniones sobre la guerra…
Fue en la universidad Carlos III, de Madrid. En Barcelona hay, sobre todo, censura en la prensa sobre mis conferencias. Como dije, la reacción a mis libros ha sido muy poco intelectual. Un periódico socialista de Barcelona ha pedido mi encarcelamiento y el de César Vidal, otro historiador que no gusta al Gobierno. He sufrido muchas amenazas e insultos y no ha habido un debate serio. Después de hablar yo en televisión, el periodista que me entrevistó recibió un fuerte acoso del sindicato socialista UGT. En otra conferencia mía, el Gobierno envió policías a intimidar a los organizadores, y cada vez que hablo en alguna ciudad surge una campaña, incluso en la prensa, para que se me impida expresarme. Algunos libreros han sufrido amenazas por exponer mis libros en el escaparate, y otros libreros izquierdistas desaconsejan a los clientes la compra de mis libros. Se me ha negado el derecho de réplica en diversos periódicos… Son síntomas, no muy importantes pero sí significativos, de una involución antidemocrática bajo el actual Gobierno. Un Gobierno que se encuentra más a gusto negociando con los terroristas islámicos o con la ETA, que con los demócratas.
¿Está presente la guerra civil en la vida política actual en España?
La guerra civil nació, como dije, de la destrucción de la legalidad republicana por las izquierdas, y actualmente existe un proceso de destrucción de la Constitución por medio de una alianza entre el Gobierno, los separatistas y los terroristas. Esto es muy preocupante. No creo que se repita una situación como la de 1936, pero sería frívolo negar la posibilidad de una violencia o una descomposición social. Tampoco creía nadie posible lo que ocurrió en Yugoslavia, y creo que en España debe frenarse esta involución, porque puede tener consecuencias muy graves. Después de todo, lo que permite una convivencia en paz y en libertad entre grupos sociales con ideas e intereses diversos es el respeto a la ley y a los derechos públicos. Y si estos son atacados como hoy sucede en España, las perspectivas no pueden ser buenas.
¿Se puede decir que el zapaterismo es una especie de revancha de los perdedores de la guerra civil?
Ni siquiera eso es verdad, porque Zapatero no proviene de los perdedores. Un abuelo suyo fue fusilado por los franquistas, pero otro abuelo era franquista, y su esposa viene también de familia franquista. Lo mismo pasa con la mayoría de estos antifranquistas… de después de Franco. Bajo el franquismo, vencedores y vencidos se mezclaron y se casaron entre sí, se reconciliaron, y las pasiones y odios de la guerra desaparecieron. Eso, más la prosperidad económica que legó la dictadura, permitió una transición a la democracia con pocos problemas. Ahora, a algunos demagogos les gusta sentirse herederos de aquel nefasto Frente Popular y Zapatero se ha proclamado “rojo”. Son estupideces, pero estupideces muy peligrosas.