Sale a la venta "España épica. La gesta española, II"
José Javier Esparza acaba de publicar en Áltera España épica, un libro de divulgación histórica que prolonga, con nuevas historias y nuevos enfoques, el éxito de La gesta española. Como éste, también España épica se basa en los programas que el autor ha dedicado a la Historia de España en la cadena COPE. En sus páginas encontramos desde aquellos toros bravos que los celtíberos lanzaron contra los elefantes de Cartago hasta la conquista de Guinea por Iradier sin pegar ni un solo tiro, pasando por el taller de La Roldana o por la trágica aventura de los colonos del Estrecho de Magallanes. Más episodios fascinantes de la riquísima historia española.
¿En qué se diferencia esta España épica de su éxito anterior, La gesta española?
En realidad España épica es una prolongación del libro anterior. Por eso lo he subtitulado La gesta española, II. Como La gesta, también éste bebe en los programas que hemos dedicado a la Historia de España en “La Tarde con Cristina”, en la cadena COPE. Digamos que mientras La gesta española explicaba grandes momentos de la historia nacional, España épica desciende más al detalle de episodios concretos que, por su valor, describen toda una época. En ese sentido, en España épica hay más historias singulares, sin que deje de haber Historia general.
¿Sigue habiendo Historia de España por contar?
La Historia de España es una mina inagotable. En dos mil años hemos escrito, colectivamente hablando, una trayectoria impresionante. Por utilizar la fórmula de Luis Suárez, España es una de las cinco naciones decisivas para la Historia Universal, junto con Inglaterra, Francia, Italia y Alemania. Las personas que aparecen en España épica, ya sean navegantes o artistas, inventores o militares, encarnan una aventura colectiva extraordinaria.
Una aventura que usted escribe, según sus propias palabras, como una “historia de amor”.
Es que es muy fácil enamorarse de la Historia de España. Desde los toros bravos que los celtíberos lanzaron contra los elefantes de Cartago hasta la conquista de Guinea por Iradier sin pegar ni un solo tiro, pasando por el taller de La Roldana o por la trágica aventura de los colonos del Estrecho de Magallanes, la trayectoria histórica de los españoles es estremecedora, incluso cuando las cosas no salieron bien.
Usted insiste en comenzar la Historia de España desde Roma, incluso antes. ¿No es un anacronismo?
En términos políticos modernos, tal vez; en términos propiamente históricos, en absoluto. No habría habido una nación moderna si antes no hubiera existido una clara conciencia de pertenencia a una unidad política común que era la monarquía hispánica; no habría habido unificación peninsular con los Reyes Católicos si antes no hubiera existido una Reconquista, y ésta no habría tenido lugar si no le hubiera precedido una conciencia de comunidad en lo religioso, en lo cultural, que fue la que Roma hizo nacer en este suelo. Toda historia es un proceso dinámico; hay que contarla desde el principio.
También insiste en reivindicar la conquista de América.
Ah, sin duda alguna: es lo más grande que hemos hecho. Digo más: desde Roma, nunca nadie había hecho nada igual. Sobre todo porque la aventura americana no fue sólo una hazaña militar o una gran empresa económica, sino que, por encima de todas esas cosas, fue la creación de un mundo nuevo; un mundo donde se incorporó a las poblaciones autóctonas en vez de exterminarlas y que, acto seguido, pasó a formar parte de España exactamente igual que cualquier otra región peninsular. Por el camino, los españoles reflexionaron sobre los derechos humanos y adoptaron las primeras legislaciones contra la esclavitud y para la protección social. Son cosas que hoy casi todo el mundo ha olvidado, pero por eso hay que recordarlas.
Todo eso deriva de la evangelización que acompañó a la conquista. Hoy, a la luz de la polémica de los crucifijos, es imposible evitar la cuestión religiosa. En España épica hay un capítulo dedicado a la cristianización de España, y varios episodios dedicados a santos nacionales. ¿Es incomprensible España sin la religión católica?
Sí, es incomprensible. Así son las cosas. Ni la Reconquista, ni el Descubrimiento y evangelización de América, ni el Imperio, ni el Siglo de Oro, ni siquiera el levantamiento contra Napoleón hubieran existido si España no hubiera identificado su propia existencia histórica con la defensa de la Cruz. Entiendo que esto resulte molesto para quienes mantienen una visión aconfesional o laica de la nación española moderna. A éstos, yo les solicitaría con el mayor de los respetos que se esforzaran por adaptar sus convicciones a la realidad histórica; que busquen vías para armonizar la tradición histórica con la modernidad política. No es tan difícil. Así se salvaría la verdad histórica y también la identidad nacional. Por el contrario, lo que estamos viendo, y es una lástima, es una simple negación de la verdad histórica y de la propia identidad española, cuando no una burda falsificación de los hechos.
Entonces, ¿usted es partidario de los crucifijos?
Personalmente, sí. Entiendo, no obstante, que si un grupo mayoritario de padres de alumnos quiere prescindir de ellos en el colegio de sus hijos, lo haga. Ahora bien, me parece aterrador que una minoría imponga su criterio, como ha pasado en Valladolid, contra la decisión mayoritaria del consejo escolar, y que para ello haya apelado a los tribunales. Más grave aún: ese tribunal, para justificar una decisión que al fin y al cabo es política, se ha entregado a consideraciones paraconstitucionales perfectamente discutibles. En Italia, cuando se planteó esta misma cuestión, los tribunales dijeron que el crucifijo tenía un valor simbólico doble: por un lado, representa la identidad histórica nacional; por otro, encarna el universo de valores que la sociedad reconoce como propios. Es decir, allí la Justicia utilizó criterios históricos.
Eso ya se sale de lo religioso.
Claro. Cuando la izquierda española la emprende contra los crucifijos no está librando sólo una batalla religiosa, sino también una batalla ideológica: pretende acabar con cualquier vestigio de la idea tradicional de España. En definitiva, pretende abolir la Historia. El gran combate de hoy, en España, es éste: enfrentarse a un poder que detesta a España.
Quizá por eso se ha torpedeado desde el poder la conmemoración del 2 de mayo de 1808 y del levantamiento contra Napoleón.
A mí no me cabe duda de que ha sido exactamente por eso. El 2 de mayo representa todo lo que el actual poder más detesta: la religión, el patriotismo, la monarquía tradicional…
Eso dice usted en España épica: que el 2 de mayo no fue un levantamiento liberal.
Sí, pero no lo digo yo: lo dicen los propios protagonistas de aquel episodio y sus textos. Los españoles se levantaron por el rey, la religión y la patria. El liberalismo apareció después.
También dice usted otra cosa polémica: que las guerras de emancipación americanas no fueron un levantamiento de las jóvenes naciones hispanoamericanas contra la metrópoli opresora, sino, en realidad, una sucesión de guerras civiles entre clanes criollos enfrentados, pro españoles unos, independentistas los otros.
Así es. No se trata de una tesis novedosa. Entre nosotros la acaba de rescatar Pablo Victoria, por ejemplo, en Al oído del Rey. Y es la pura realidad histórica. Entiendo que esa tesis moleste a unas naciones que, con frecuencia, siguen buscando su identidad y necesitan legitimarse por oposición al antiguo dominador (¡todavía doscientos años después!), pero éstos son discursos elaborados a posteriori que tienen poco que ver con los hechos. La verdad es que tan argentinos, colombianos o mejicanos eran los que se levantaron contra España como los que siguieron fieles a la Corona.
Más puntos polémicos: usted defiende la Reconquista y niega la tolerancia del islam andalusí.
Una vez más, son los textos los que hablan. Al-Andalus jamás fue un paraíso de tolerancia, sino más bien al revés. Y por supuesto que defiendo la Reconquista: es otra de las grandes obras colectivas de los españoles, el único pueblo que ha logrado expulsar a los musulmanes de un territorio conquistado por éstos.
Con todas esas cosas, Cristina Almeida no tardará en proponer que le quemen a usted sus libros.
Será un honor verme llevado al cadalso por tan notable y tolerante dama.
Lea aquí las primeras páginas del libro: