Lo importante es la estabilidad del nivel de vida

La estabilidad de los precios: presunto bien, posible mal

¿Es bueno que los precios no se muevan? Según y cómo. Aprendimos de Grecia que el efecto participa de la naturaleza de la causa, de lo que se infiere que nada es bueno si su causa es mala. Hablamos de “estabilidad de los precios” en un mundo en el que mayoritariamente éstos se forman por la acción de la oferta y la demanda, de modo que cuando buscamos precios estables, lo que pretendemos es un imposible: que no se muevan la demanda y la oferta, o que se muevan exactamente en la misma dirección y cantidad.

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MANUEL FUNES ROBERT
 
¿Quién puede esperar que moviéndose simultáneamente, de modo natural, la demanda y la oferta de cada una de las infinitas mercancías existentes, permanezca estable la acción de esa doble movilidad? Si nos referimos a promedios de precios, nos encontraremos con infinidad de maneras de calcularlos según el procedimiento elegido para ello. Fuera de variaciones vertiginosas que, por impedir el cálculo de las mismas de un día para otro, hacen difícil la toma de decisiones, caso de escasa frecuencia, lo normal es que los precios estén en continuo movimiento.
 
Una estabilidad puede proceder de circunstancias opuestas en su sentido y trascendencia, lo cual impide calificar dicha estabilidad de algo bueno cuando puede ser algo malo. Puedo formar promedios iguales con significaciones opuestas.
 
La realidad impone de manera continua no sólo la variación, sino la variación en ascenso generalizado, cosa que se corresponde con el ascenso generalizado de las rentas salariales. Precios y salarios se mueven secularmente al alza, y sólo la relación de ambas magnitudes dice algo efectivo sobre la situación de las gentes. Y lo que se demuestra es que el alza secular de ambas magnitudes se corresponde y acompaña con el alza y mejora del nivel de vida. No debe ser cosa tan mala cuando coincide con una cosa tan buena.
 
Si mañana se pone un arancel elevado a las exportaciones de calzado de los EEUU, la oferta no vendida bajará los precios y puede arruinar a empresas ligadas a la exportación. El IPC (índice de precios al consumo) bajará, reflejando lo contrario de lo que parece: un mal económico. El seguimiento permanente de la variación de los precios sin un seguimiento paralelo de las rentas salariales es una de las políticas actuales más equivocadas y más alejadas de la realidad.
 
EL Banco Central Europeo (BCE) tiene por misión natural proveer a la zona euro de la financiación conveniente, en cantidad y precio, para lograr el pleno empleo de los recursos; sobre todo cuando dicha cantidad y dicho precio dependen sólo del instituto emisor desde que el dinero dejó de ser un dato para los gobiernos, para convertirse en una variable política. Es elocuente y continua la lección muda que nos da la televisión mostrando las máquinas impresoras de billetes cada vez que sale a relucir la palabra euro, dólar o yen. Gentes económicamente indoctas le han atribuido al BCE la misión de estabilizar los precios sin mencionar nunca la que acabamos de reseñar, que es la que le corresponde por naturaleza. Puede el BCE influir de una manera global en los precios aumentando o disminuyendo la oferta de financiación, lo que a su vez supone que puede crearla o destruirla.
 
La estabilidad de los precios es otro tópico de nuestro tiempo; es la estabilidad del nivel de vida o el crecimiento de dicho nivel lo que deben buscar los gobiernos. Y esa estabilidad, buena, no depende de la estabilidad de los precios. Puede proceder y coincidir precisamente con su inestabilidad.
 
Para ello la política monetaria, que sólo existe desde que la moneda entró en la política, es un regalo de la Providencia recibido en la mitad del siglo pasado. Lo que ocurre es que no nos acostumbramos a utilizarla por creer que el dinero sólo sirve para comprar y no para producir. Veámoslo como es en el día de hoy, factor de producción manejable en cantidad y precio por los Estados. De esta manera acertaremos a eliminar la más irritante causa de pobreza humana: la que procede del error de pensamiento.

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