En relación con la primera denuncia, repetimos lo ya dicho en elmanifiesto.com sobre la irrelevancia absoluta, a efectos de interés público, de la diferencia de valor entre las importaciones y exportaciones.
Supongamos dos países, A y B, independientes y soberanos, pero con comercio libre entre ellos y bajo una misma moneda. Para que un ciudadano de A pueda comprar en B, le basta con disponer de la moneda única, sin que esta compra se diferencie en nada de la compra en su mismo país. Carece de sentido decir que esa compra, si no se corresponde con una venta por el mismo importe, sea un problema económico para el país A. Cualquier ciudadano de cualquiera de los dos puede comprar en cualquiera de los dos sin que esas operaciones afecten en nada a las economías de sus países.
Supongamos que el país A, en pleno empleo de sus recursos, vende toda su producción dentro del propio país. Y que por deseo libre de sus ciudadanos, éstos hacen compras importantes en el otro país. En este caso, el déficit comercial será máximo y se corresponderá al 100% con las compras en el otro país. Pero en este otro puede haber también pleno empleo y Estado de Bienestar asegurado. Nada impide que esto sea cierto.
¿Qué ocurre? Por inercia mental, arrastran nuestros economistas y políticos la época en que se hablaba de divisas y de reservas de divisas como un factor importante para medir la fragilidad o solidez de una economía. Había monedas distintas desigualmente aceptadas en el orden internacional, la moneda propia podía no servir para comprar en el extranjero y, en este caso, para comprar fuera era necesario que alguien vendiera fuera, cobrara en divisas, moneda fuerte, y de este modo podrían pagarse la compras en el exterior, pago que no podía hacerse con la moneda propia.
Pero la moneda única ha barrido literalmente los razonamientos anteriores, convirtiendo en anacronismo imperdonable las continuas alusiones de nuestros economistas y políticos a nuestra balanza comercial. Desde que existe el euro, la balanza comercial de España con Francia, por ejemplo, es en todo idéntica a la que se podría formar entre Extremadura y Andalucía.
No vale el argumento de que el déficit comercial refleja falta de productividad en el país que lo “padece”. No vale el argumento porque la hipótesis maximalista de no vender nada y comprar mucho en el exterior es compatible con el hecho de que la producción interna, precisamente por ser muy competitiva, se venda toda del modo mas cómodo dentro de casa.
El segundo topicazo es el que acaba de apadrinar nuestro querido y respetado amigo Velarde Fuertes, en unas declaraciones a ABC del 2 de septiembre actual. La subida del precio de los alimentos –dice- tiene como alternativa la subida del precio del dinero, o sea, que cuando más difícil le resulta a la gente alimentarse, la solución está –y así a la gente se le “ayuda”- en obligarle a pagar más por sus hipotecas, pues esa sería la consecuencia de la subida de los tipos de interés.
Este punto, que merece mas atención, ha encontrado final y afortunadamente un estadista de altura en el presidente Sarkozy, a cuya meritísima campaña no se le ha sumado ningún colega ni siquiera en España, donde nuestro interés coincide con el agradecimiento por su colaboración anti ETA.
Después del próximo 6 de septiembre, cuando Trichet salga de su “duda metódica”, haremos un informe especial que enviaremos en directo al gran presidente. En todo caso, no olvidemos esta frase genial de Sarkozy: “Ser independiente no significa ser irresponsable”.