La Comunidad Internacional está formada por sujetos colectivos llamados países independientes y soberanos, pero comercian entre sí por las mismas razones y por los mismos objetivos que lo hacen las comunidades parciales entre los individuos que la forman.
En el orden internacional no hay una moneda común para todos, y para que el comercio a ese nivel se rija y se beneficie de las ventajas comparativas, se precisa de una moneda que todos acepten; en este orden, la aceptabilidad, como ocurre en el orden interno de cada país, es la cualidad esencial del dinero. Algunas monedas han sido aceptadas desde siempre por todos o por la mayoría de los países y, esas monedas nacionales tienen que encontrarse disponibles en el ámbito de las transacciones internacionales.
El dólar es la moneda que, hasta ahora, con más generalidad y persistencia ha gozado de esa cualidad esencial que es la aceptabilidad por todos los países y todos los individuos. Con el dólar se compra siempre cualquier cosa. Con el dólar se paga siempre cualquier cosa.
¿Cómo entra el dólar en la circulación internacional? De dos maneras. De una manera extraordinaria, con planes excepcionales como lo fue el Plan Marshall y como lo son las guerras en las que los EEUU están implicados. De una manera ordinaria y pacífica, a través de los déficits de la balanza de pagos de los EEUU. Comprando por más valor del que los EEUU venden al exterior, y pagando la diferencia en dólares, éstos llegan al mercado financiero mundial y se constituyen en la fuerte ordinaria de liquidez de la moneda mundial por excelencia.
Esos déficits son la máquina de hacer billetes internacionales, y cuanto mayor sea la cuantía de tales déficits, mayor será el nivel de liquidez internacional. Síguese de ello que, en el caso del déficit de los EEUU, no sólo se incurre en el desatino de llamar déficit al pago de las cosas con dinero, sino que se toma por cosa mala la solución por la vía de hecho del problema de una moneda internacional que cumpla en dicho orden lo que hacen las monedas nacionales en el interior de sus países.
El problema está en que la cuantía de dichos vivificantes y positivos déficits de los EEUU sirve al Bien Común universal, sin que se relacione el déficit con las necesidades del Comercio Mundial. Y puesto que desde el 15 de agosto de 1971 los EEUU rompieron totalmente su relación con el oro, establecida en 1944 en Breton Woods, la creación de dólares es decisión libre de la Reserva Federal, y de esta libertad infieren algunos que esa nación puede comprar al mundo entero con documentos de papel de producción libre.
A esto se contesta que a la facilidad de comprar con esos papelitos lo que quiera en el resto del mundo, se corresponde la realidad de que los EEUU “también se vende” a cambio de esos papeles, pues cuando exporta productos admite su pago en dólares. Esta realidad inadvertida por los obsesos por los déficits la describió con claridad meridiana Robert Triffin, Premio Nobel de Economía, en su famosa obra El oro y la crisis del dólar.