Con frecuencia, cuando tratamos de defender o impugnar un determinado régimen político, en lugar de referirnos a lo que ese régimen político realmente es en la situación presente, nos elevamos -por obcecación ideológica, por seguidismo ambiental, por pura candidez- a un terreno ideal de principios tan rimbombantes como vacuos. Algo semejante nos ocurre cuando tratamos de enjuiciar el capitalismo, que sus defensores presentan idílicamente como un sistema económico en el que agentes libres concurren en un mercado libre. Si el capitalismo fuese tal cosa, sus detractores seríamos fácilmente caricaturizables como partidarios de la esclavitud, detractores de la propiedad privada y defensores de la confiscación de los medios de producción. Tal caricaturización, que gusta mucho a quienes defienden un capitalismo de fantasía o ciencia-ficción, resulta menos sencilla cuando probamos a hacer una descripción del capitalismo fundada en realidades cotidianas, y no en bellas entelequias.
Un capitalismo sin límites
Esteban Hernández nos muestra el funcionamiento del capital nómada, la proliferación de productos financieros altamente especulativos, la emergencia de un nuevo capitalismo global que exige reglas diferentes que borren las fronteras, que eliminen todas las trabas
Con frecuencia, cuando tratamos de defender o impugnar un determinado régimen político, en lugar de referirnos a lo que ese régimen político realmente es en la situación presente, nos elevamos -por obcecación ideológica, por seguidismo ambiental, por pura candidez- a un terreno ideal de principios tan rimbombantes como vacuos. Algo semejante nos ocurre cuando tratamos de enjuiciar el capitalismo, que sus defensores presentan idílicamente como un sistema económico en el que agentes libres concurren en un mercado libre. Si el capitalismo fuese tal cosa, sus detractores seríamos fácilmente caricaturizables como partidarios de la esclavitud, detractores de la propiedad privada y defensores de la confiscación de los medios de producción. Tal caricaturización, que gusta mucho a quienes defienden un capitalismo de fantasía o ciencia-ficción, resulta menos sencilla cuando probamos a hacer una descripción del capitalismo fundada en realidades cotidianas, y no en bellas entelequias.
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