Y sin embargo tiene una pinta simpática, este Bernard Madoff, consagrado desde hace unos días campeón mundial de la fechoría financiera. Tiene todo el aire de un abuelito cariñoso al que uno le pediría que fuera a buscar sus nietecitos al colegio, lo cual habría sido probablemente menos peligroso que confiarle sus ahorros.
Y sin embargo tiene una pinta simpática, este Bernard Madoff, consagrado desde unos días campeón mundial de la fechoría financiera. Tiene todo el aire de un abuelito cariñoso al que uno le pediría que fuera a buscar sus nietecitos al colegio, lo cual habría sido probablemente menos peligroso que confiarle sus ahorros.
Cada día aumenta la lista de sus víctimas en el mundo entero. Resulta que, con él, el dinero no tenía desde luego más olor que con otros, pero también carecía de todo límite geográfico o étnico. El hombre en cuestión no aplicaba a sus víctimas ninguna preferencia nacional o étnica.
Generoso donante, miembro de numerosas asociaciones caritativas, distribuía con la mano izquierda lo que robaba con la derecha… incluso en su propia comunidad: la Fundación benéfica del Nobel de la Paz y superviviente de los campos de concentración nazis, Elie Wiesel, parece que la ha pringado con más de diez millones de dólares… Parece también que el cineasta Steven Spielberg le habría confiado dos tercios de los fondos de su Fundación.
Se le ha de reconocer al menos a Bernard Madoff haber desautorizado con toda contundencia a los obsesivos antisemitas que no paran de denunciar los fantasmas de un complot mundial de los sabios hijos de Sión. ¡Desde luego que Madoff no debe de formar parte de estos últimos!
Cada día se alarga la lista de las personalidades y de los bancos a los que les ha chorizado la pasta. Y el pájaro lo lleva haciendo desde hace varias decenas de años. La investigación dirá si se trata de uno, dos o más decenios (antiguo jefe del Nasdaq, está al frente de una sociedad de correduría desde 1960).
Lo que casi no se dice, en cambio, es que hace falta ser rematadamente ingenuo para creer que este hombre haya podido actuar sin importantes complicidades. Por rigurosos que sean, se pueden burlar los controles una vez, dos veces, pero ¿durante años, cuando los Fondos Madoff, con rendimientos garantizados de más del 10%, despertaban forzosamente las sospechas? ¿Quién se lo va a tragar?
Estamos tan sólo al comienzo de la investigación, es cierto, pero en el momento actual la cuestión de sus complicidades despierta poco interés.
Aún resulta más extraño por qué Bernard Madoff se dejó detener, cuando tenía todo el tiempo de organizar su desaparición, puesto que se admite que es la quiebra de 2008, y sólo ella, la que ha precipitado una crisis de liquidez que le ha impedido mantener la ilusión de su éxito.
Vamos a ver, no es posible pensar que un estafador de su envergadura sea tan idiota como para haberse creído que estaba para siempre amparado contra todos los riesgos. No es posible pensar que no haya arrinconado suficiente dinero como para asegurarse una apacible vejez al amparo de las apreturas y… de la prisión.
Ya conoce muy bien, de todos modos, la cárcel que lo alberga actualmente: su propio piso de Nueva York, donde está asignado a residencia, provisto de una pulsera electrónica en la muñeca.
Robar 50.000.000.000 de dólares te expone en últimas a menos inconvenientes inmediatos que ser detenido por haber hurtado tres paquetes de galletas en la tienda de la esquina.