Y no es broma, oiga

¿Y si la crisis tuviera grandes ventajas?

¿Perdón? ¡¿Ventajas, la crisis?!… Es éste un titular deliberadamente provocativo: destinado a hacer pensar de manera distinta. No se trata, desde luego, de negar los numerosos efectos negativos de la crisis financiera que trastorna la economía mundial.

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¿Perdón? ¡¿Ventajas, la crisis?!… Es éste un titular deliberadamente provocativo: destinado a hacer pensar de manera distinta. No se trata, desde luego, de negar los numerosos efectos negativos de la crisis financiera que trastorna la economía mundial:

- Su coste para las clases medias europeas y norteamericanas que se preparan a pagar con sus impuestos tanto las locuras de híperclase mundial como la falta de solvencia de las minorías asistidas de los barrios negros e hispanos de Estados Unidos.

-El empobrecimiento de los ahorradores que invirtieron su dinero en acciones bursátiles y confiaron imprudentemente en sus banqueros.
-La crisis de liquidez que afecta a las pequeñas y medianas empresas en su acceso al crédito y conducirá a un aumento del desempleo.
Sin embargo, la crisis —con su ineludible vuelta a la realidad— no tiene tan sólo aspectos negativos, ni mucho menos. Puede volver a poner en su sitio muchas ideas, muchos hechos, muchos valores, muchas políticas.
Veámoslo.
1) La crisis debilita moral y financieramente a la híperclase mundial y cosmopolita.
Según Samuel Huntington, una clase de individuos transnacionales compuesta por algunas decenas de millones de personas tiende a imponer al mundo sus intereses particulares y sus valores comunes: lo cual implica un desarraigo respecto a las culturas originales de cada pueblo, así como la apertura generalizada de las fronteras de los Estados a la ilimitada circulación de los capitales (la desregulación) y de los hombres (la inmigración). http://www.polemia.com/contenu.php?iddoc=1391&cat_id=36
La catástrofe financiera muestra los límites de este esquema. Desacredita, empobrece y reducirá el número de los financieros internacionales, corazón central de la nueva clase mundial.
2) La crisis debilita el paradigma ideológico dominante, el cual opone una buena gobernación (la gobernación a la anglosajona de las empresas multinacionales) a una mala gobernación (la de los Estados naciones, según el “modelo francés”).
La aplicación de este paradigma mundialista vacía progresivamente de todo contenido a la democracia y, por ello mismo, a la posibilidad de que los pueblos pesen sobre su destino.
Ahora bien, la “gobernación” de los bancos tomó riesgos asombrosos y muy mal valorados a pesar de todas las herramientas de gestión de que disponía, a pesar del famoso “control interno”, a pesar de la vigilancia teórica de los accionistas y administradores, y a pesar de las cuentas certificadas y respaldadas por nubes de auditores (cuentas, sin embargo, totalmente arteras, puesto que se sobrestimaba, o incluso era falsa, la parte superior del balance).
Ernst and Youg, Accenture, Deloitte, McKinsey, Boston Consulting Group, KPMG, los grandes gabinetes asesores que normalizan y formatean el mundo, al tiempo que pretenden ayudar a los Estados a reformarse, son también los que asesoraban a los grandes bancos industriales y de negocios que están en el origen de la tormenta financiera. El conformismo de sus hombres y de sus métodos contribuyó al seguidismo del que se han derivado las burbujas financieras e inmobiliarias.
Ha quedado ahora probada la quiebra intelectual de estos órganos de normalización del mundo. Podría comenzar su ocaso.
3) Fracasa la mundialización.
Presentada por la ideología dominante como un beneficio para la humanidad, la mundialización no hizo “feliz” a todo el mundo. http://www.polemia.com/contenu.php?iddoc=1652&cat_id=39
De 1995 a 2008, la mundialización ha permitido, en efecto, que una minoría se enriquezca considerablemente, pero, en los países desarrollados, han quedado estancados los ingresos de las demás gente. Aun estando en el centro de la producción, los jóvenes de la clase media que están en activo vieron que sus rentas relativas disminuían en comparación con las de sus padres. Y hoy la crisis de las finanzas mundiales acaba con cualquier perspectiva de crecimiento en los países desarrollados, al menos para 2009.
Y lo más importante: la crisis destaca las diferencias entre las economías y los comportamientos de las distintas naciones: aunque geográficamente cercanas, Alemania, Francia y Gran Bretaña no tropiezan con las mismas dificultades. La “City”, el modelo renano y el modelo francés no comparten ni las mismas bazas ni las mismas desventajas ante la crisis. A situaciones particulares, respuestas específicas: ha llegado el momento de desarrollar las diferencias culturales y volver a las soluciones nacionales, más o menos bien coordinadas por la urgencia y las necesidades.
4) Se debilita la situación de la Norteamérica imperial.
Después de haber fracasado Estados Unidos en la escena militar de Oriente Medio y de Asia Central, vacila la economía de la Norteamérica imperial. Produciendo cada vez menos bienes fabricados, Estados Unidos había hecho de las finanzas el corazón de su actividad: un 8,5% de su PIB procedía de ellas, frente a un 3,5% en los años cincuenta; un 10% de los salarios norteamericanos y un 30% de los beneficios procedían también de las finanzas. La contracción del sector financiero se hará sentir en Estados Unidos con toda su dureza.
Más grave aún: la transferencia de la deuda privada (los créditos insolventes de los bancos y compañías de seguros) hacia la deuda pública va a llevar el endeudamiento del Estado norteamericano a un 80% de su PIB, y el déficit anual de su presupuesto, al 10%. Ello no dejará de debilitar el crédito de Estados Unidos en el mundo; tanto más cuanto que su déficit comercial seguirá siendo elevado, al tiempo que sus productos financieros van a caer. Se verá cuestionada la capacidad del dólar para mantener su superioridad. ¡El reino del rey dólar se acerca a su fin!
5) Estos movimientos geopolíticos también irán acompañados de cambios en la economía real, lo cual hará que se vuelva a los fundamentos básicos de la economía.
La crisis subraya los peligros de la extrema versatilidad de los mercados y de la inestabilidad de los precios, así como del “mecano” financiero de las empresas, cuyo coste económico y social es especialmente elevado. Muestra también los peligros del abuso del crédito y del sobreendeudamiento, lo cual es especialmente notorio para los hogares norteamericanos, británicos e islandeses.
El ahorro, que hasta ayer mismo era considerado cosa retrógrada, volverá a ser juzgado positivamente, y en lo sucesivo se observará con mucho mayor discernimiento y prudencia el nivel del endeudamiento tanto de los particulares como de los Estados.
Mientras que en estos últimos años se imponían por doquier las perspectivas a corto plazo, se tendrán mucho más en cuenta las perspectivas a largo plazo. Se vuelve a poner de manifiesto que, si se quiere un desarrollo económico y social armonioso, es necesario situar las decisiones económicas en una perspectiva a largo plazo.
La crisis nos recuerda también que la riqueza de las naciones no viene de los artificios financieros, sino de la innovación y del trabajo: motores del crecimiento real. Los ingenieros volverán a obtener una consideración de la que habían sido despojados por los financieros y los comerciales.
6) La crisis recuerda que un sistema económico, aunque sea liberal, no puede funcionar duraderamente si no está vertebrado por un conjunto de valores.
El capitalismo mundializado de las últimas décadas fomentó la ruptura con las tradiciones; a su manera, perseguía el objetivo de la tabla rasa y del hombre sin raíces infinitamente desplazable y maleable. Pero el dinero no puede controlarlo todo. Como ya mostraron Schumpeter y Hayek, la economía también necesita valores trascendentes que el humanismo clásico y el cristianismo aportaron durante mucho tiempo a las naciones europeas.
7) El debilitamiento del mundo financiero es una buena noticia para los jóvenes que están en activo.  También lo es, por consiguiente, para la natalidad a largo plazo de los países europeos.
La caída de los bancos conducirá a reducir el importe de la exacción efectuada por los financieros sobre la riqueza nacional. Pero lo que es duro para Wall Street, Canari Wharf o La Défense, no es necesariamente negativo para todo el mundo.
La caída de las Bolsas tiene otra consecuencia: disminuir el patrimonio, si ya no las rentas, tanto de los propietarios individuales de acciones como de los fondos de pensiones. No cabe duda de que ello puede tener consecuencias particulares que sean dolorosas, pero no se debe olvidar la otra cara de la moneda: hacer que cese la sobreexplotación de los activos por parte de los rentistas, causa principal de la reducción de las rentas relativas de los jóvenes hogares en edad de tener niños. El demógrafo Bourcier de Carbon ha demostrado que esta situación es una de las causas —la causa económica y social, en cualquier caso— de que disminuya la natalidad en las naciones europeas. Desde el punto de vista del futuro demográfico de la vieja Europa, el reequilibrio de las rentas en favor de quienes están en activo constituye, así pues, una buena cosa.
8) La caída del precio de la vivienda: ¡una buena noticia para las familias!
Al igual que cualquier inversión de tendencia, la reducción del número de las transacciones inmobiliarias y del nivel de los precios de los bienes puestos a la venta puede ser fuente de dificultades. Pero significa volver a una situación normal: bajo el efecto del crédito fácil, el precio de las viviendas se había apartado, en efecto, de la realidad económica fundamental; el valor de un bien inmueble no puede alejarse duraderamente del alquiler (o de los reembolsos de préstamo) que su ocupante puede pagar. No cabe duda de que esta vuelta a lo real hará que haya ganadores: los jóvenes y las familias que podrán acceder más fácilmente a la vivienda, sin tener que destinar a la misma más del 30% de sus rentas disponibles. También es ésta una noticia potencialmente buena para la natalidad europea.
9) La crisis contribuirá a que disminuya la inmigración.
Para la hiperclase mundial, la libre circulación de inmigrantes iba a la par de la libre circulación de capitales: esta última le daba buena conciencia para afirmar su dominación “moral”, al tiempo que le proporcionaba mano de obra barata para hacer funcionar sus residencias, sus hoteles y restaurantes de lujo.
La fragilización de la hiperclase mundial debilitará el alcance de su discurso y su capacidad financiera. Más globalmente, la ralentización económica que comienza a ir acompañada de una subida del desempleo hará menos justificable la inmigración laboral más o menos “elegida”. De igual modo, la agravación de las dificultades financieras de los Estados conducirá tarde o temprana (mañana o pasado mañana) a que se reexaminen las políticas de redistribución social y a efectuar un arbitraje entre el tercer mundo y la cuarta edad.
10) Estallarán otras burbujas: mediáticas, ideológicas, artísticas.
Ya han estallado la burbuja inmobiliaria y la financiera. Por una sencilla razón que había expresado Keynes en su momento: “Los árboles no suben nunca hasta el cielo”. Las burbujas estallan cuando la distorsión entre lo virtual y lo real se hace demasiado insoportable.
La burbuja mediática: Tarde o temprano, lo que le ha pasado al sector inmobiliario y a la Bolsa llegará también a la burbuja mediática. Ya los gobiernos empiezan a sufrir las consecuencias de un exceso de anuncios: cuando hay demasiados anuncios, dejan de producirse los efectos de anuncio. Ello explica la dificultad de los líderes políticos para hacerse con el control de la situación en los mercados financieros.
La burbuja artística, que ha hecho que suban hasta las nubes los precios los “no obras” del “arte contemporáneo”, ya ha conocido su primera crisis: en Hong Kong, el pasado 4 de octubre, Sotheby’s no pudo dar salida a más de un tercio de las producciones que había puesto a la venta. Ahora bien, el crack del “arte contemporáneo” puede ser particularmente espectacular, pues aunque un inmueble o una empresa pueden estar sobrevaluados, no dejan de representar una realidad física y económica. Las obras de “arte contemporáneo”, en cambio, no tienen otro valor que el del esnobismo que la híperclase mundial les quiere atribuir… en la medida en que tenga los medios de hacerlo.
La burbuja de la ideología dominante, convertida en ideología única, también es igual de frágil. Ya es tema de discusión el dogma de las ventajas de la mundialización. El desmoronamiento del imperio del dinero, así como los límites del consumo a crédito pueden dar paso a que se vuelva, en cierta medida, a los valores tradicionales. Por su parte, los grandes montajes del antirracismo culpabilizador sólo se mantienen mediante la fuerza de la represión: el antirracismo, auténtico “comunismo del siglo XXI”, también experimenta la fragilidad de tales montajes.
11) ¡La historia vuelve a todo galope!
El gran pensador de la historia, Dominique Venner, ha explicado en su libro El siglo de 1914 que, sobre las ruinas de la Primera Guerra Mundial, se desarrollaron cuatro ideologías: el comunismo, el fascismo, el nacional-socialismo y el mundialismo norteamericano.
El fascismo y el nacional-socialismo desaparecieron en 1945. El comunismo se hundió en 1989. Convertido en única ideología, el mundialismo norteamericano intentó hacer creer en “el fin de la historia” (Fukuyama).
Pero de Kabul a Wall Street, ¡la historia vuelve a todo galope! No es cierto que el siglo XXI haya comenzado el 11 de septiembre de 2001. Puede igualmente haber empezado el 15 de septiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers.
Estemos listos para lo inesperado.
© Polémia. www.polemia.com

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