¿Recuerdan de dónde viene Sebastián? Hace unos cinco años, Miguel Sebastián era el responsable del Servicio de Estudios del BBVA. Los servicios de estudios son el trabajo ideal de los ratones de biblioteca: unos señores que se dedican a hurgar en informes financieros, en estadísticas y datos, y que al final emiten unos consejos sobre la vivienda, el paro, la economía en general o los impuestos. Les pagan una buena soldada por opinar del presente, y predecir el futuro.
Sucedió que Miguel Sebastián, que para muchos ya cojeaba de un pie pues ya se sabía que era un topo del PSOE en un banco de derechas, hacía unas previsiones económicas que enfadaban mucho al PP, y encima apoyó en un informe una cosa que se llama “tipo único”, es decir, eliminar las escalas del Impuesto sobre la Renta e instaurar un solo escalón. Da la casualidad que era lo mismo que proponía el Partido Socialista. El entonces vicepresidente económico, Rodrigo Rato, dijo en junio de 2001, que era “la primera vez en la historia de la España democrática que un partido le encarga su diseño de política tributaria a un gran banco”. Nos imaginamos las consecuencias. Alguien del PP, ¿cómo decirlo?, llamó a Francisco González, presidente del BBVA, y le dijo: “Oye, tu jefe del servicio de estudios apoya una reforma del IRPF que es contraria a la nuestra. ¿Qué está pasando por allí?”. González debió de contestar algo así como, “eso lo arreglo yo en un momento, tranquilizad a Don Corleone”. Y lo arregló poniendo a Sebastián de patitas en la calle.
La cocina de la venganza
El PSOE recogió a Sebastián y le puso como estandarte de su programa económico. En 2004, los socialistas sabían que no iban a ganar las elecciones, de modo que Sebastián podía prometer lo que le diera la gana. Prometió que iba a acabar con las ayudas fiscales a la compra de vivienda, y que iba a imponer fuertes impuestos a los fondos, y que… en fin, cosas por aquí y por allá. Y resulta que los socialistas ganaron sin esperarlo. El nombre de Sebastián apareció en todas las bocas como futuro ministro de Economía, en todas las bocas, menos en las de los empresarios, que temían a una especie de Bakunin al frente de la economía nacional. ¡Horror!
Bakunin, perdón, Sebastián ya estaba acariciando la daga de la revancha y se decía como Otelo: “¡Aunque González (Francisco) hubiera tenido tantas existencias como cabellos, mi apetito de venganza las habría devorado todas!”. Pero el Gobierno palideció: no se podía ofrecer en ese momento una imagen tan radical… La economía en el fondo iba tan bien… ¿Para qué asustar a los empresarios, a los banqueros? ¿Para qué?
De modo que el dado de la suerte recayó en Pedro Solbes y las fuerzas vivas de la economía suspiraron. Pero Moncloa recordaba los favores, así que nombró a Sebastián jefe de la Oficina Económica de Zapatero, su asesor personal. Allí, recluido en los cuarteles de la Casa de Campo, Sebastián masticaba su amenaza y la tragaba sin hueso. Y un día mandó a llamar a palacio a Carlos Arenillas, vicepresidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, su Bruto en la conspiración que se preparaba contra el césar Francisco González. “Ten. Estos papeles implican a González en la venta de su antigua agencia de valores, FG, a Merrill Lynch”.
Aquí entra la SER
Arenillas volvió a su casa, examinó los documentos y telefoneó a su jefe, Manuel Conthe, presidente de la CNMV. Cuando Conthe llegó, supo toda la historia de cabo a rabo. Pero hubo una tercera persona. Un periodista. Siempre los periodistas. Javier Ruiz, director de informativos de la Cadena Ser, fue llamado por Arenillas. Ruiz se presentó en su casa, y oh, sorpresa, llevaba en la mano el mismo informe que había recibido Arenillas en La Moncloa.
Conthe dijo que no se podía comenzar ninguna investigación hasta que alguien lo registrara oficialmente ante la CNMV. ¿Quién fue esa persona? El mensajero, por supuesto. Al lunes siguiente, el periodista de la cadena Ser se presentó en la Comisión de Valores y registró los documentos que supuestamente demostraban un fraude en la venta de FG (iniciales de Francisco González, la vieja casa de valores, a Merrill Lynch). Conthe estudió los documentos, y seguramente se diría, “se non e vero e ben trovato, ma no prova niente”. Suena verosímil, pero no prueba nada. Habían pasado nueve años.
Conthe relató todo esto para demostrar que su mano derecha, su número dos, Carlos Arenillas, había recibido instrucciones y presiones del Gobierno, y que no era una persona independiente. Era un mentiroso. Arenillas no ha contestado a este aguijonazo, pero el asunto promete seguir dando titulares y exclusivas periodísticas.
Todo el mundo sospechaba que detrás de aquella conspiración para tumbar al presidente del BBVA estaba Miguel Sebastián, el lobo herido que mascullaba su venganza. Ahora empiezan a llover las pruebas.
De lo que estamos seguros es de que Miguel Sebastián ahora está en el ojo del huracán. El candidato socialista tiene por delante exactamente 20 días para demostrar a los madrileños y a los españoles que nunca preparó tal venganza, que nunca filtró esos documentos a Arenillas, que nunca conspiró… El 27 de mayo ¿le votarán los madrileños?