Hace algunos años, tres hombres trabajaban para una sociedad de valores llamada Intermoney. Los tres hombres eran Miguel Sebastián, Carlos Arenillas y David Vergara. Tres socialistas que hoy ocupan puestos destacadísimos en el aparato del Gobierno. El primero fue jefe de la oficina económica del presidente Zapatero, su asesor personal en materia de números. Hoy es candidato a la alcaldía de Madrid. El segundo es vicepresidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Y el tercero es secretario de Estado de Economía.
Pero, ¿qué es Intermoney? Creada en 1973, se califica a sí misma como el “primer bróker español”, una empresa que compraba y vendía acciones de Bolsa a cuenta de otras personas. Hace más de un año, el Partido Popular denunció que este grupo había sostenido el valor de Endesa a un precio muy bajo para favorecer la opa de Gas Natural. Eso se llama en argot bursátil “cuidador”. Son personas que se encargan de controlar las oscilaciones de una acción, manteniéndolas en determinados niveles inundando o extrayendo papel del mercado.
La trama parecía clarísima para el PP. Arenillas, Vegara y Sebastián habrían dado la orden a sus colegas de Intermoney para que cuidaran el valor de Endesa, y permitieran a Gas Natural comprar a un precio bajo. No lo pudieron demostrar. Es posible que haya existido una conspiración bursátil, pero la Comisión Nacional del Mercado de Valores no vio ni de lejos esa trama porque archivó “el caso Intermoney” hace más de un año. ¿Así? ¿Sin más? Bueno, no así tan rápido. Había algunas razones. Primero, que Intermoney sólo es una consultora y hace análisis muy apreciados por los periodistas, por cierto. Ya no compra ni vende acciones. El bróker en realidad es su matriz, que se llama CIMD (Corretaje e Información Monetaria y de Divisas), una empresa fundada en 1984. Segundo, que hace mucho tiempo Sebastián y Arenillas vendieron sus acciones en CIMD (madre de Intermoney desde que la compró en 1990). O sea, que como dicen los polis, si no hay fiambre, no hay asesinato. Caso cerrado.
No es ilegal, pero…
Pero eso no significa que haya que dar carpetazo. Carlos Arenillas se ha convertido en una cara conocida para el público porque últimamente ha hecho cosas raras. Muchos han sacado a la luz la famosa cena que mantuvo en un lujoso restaurante con el inversor indio Ravi Mehra, propietario de Vega Asset Management, un hedge fund que hace unos años tenía un patrimonio de 12.000 millones de euros. Dicen que la cena costó 1.400 euros, que pagó el indio, y que poco después Mehra se benefició de trato de favor, pues la Comisión de Valores aceptó inscribir en su seno ocho nuevos fondos del indio. Ni he visto la factura, ni sé si hay una relación causa efecto entre esa cena y la inscripción de nuevos fondos de inversión. Solo sé que no hace falta una cena de 1.400 euros para lanzar hedge funds en España. Que cualquier banco puede lanzarlos cuando quiera. Pero había algo más. El indio contrató al hermano de Arenillas, a Jaime, poco después de la cena. No es ilegal hacerlo, pero…
Arenillas hizo otra cosa rara. Cuando su jefe Manuel Conthe, presidente de la Comisión de Valores, anunció que presentaba la dimisión porque el Gobierno se estaba entrometiendo en la CNMV, también pidió a Arenillas que dimitiera con él, pero no por el gusto a los sacrificios colectivos, sino porque Arenillas le hacía caso al Gobierno, no a él; porque la Comisión tenía que ser independiente del poder político. En lugar de apoyar a su jefe, a Conthe, Arenillas apoyó a La Moncloa, es decir, era un espía o un topo de La Moncloa en la Comisión de Valores. Conthe quería sancionar a Enel y Acciona, por entrar tarde en la opa sobre Endesa, pero Arenillas hizo lo contrario, es decir, lo que le mandaba el Gobierno: no sancionar. En otros países y en otros tiempos eso se llamaba comisario político. En algunos, se llamaba traidor. ¿Es Arenillas un hombre fiable? Hace poco reconoció públicamente haber mantenido su participación en una sociedad de inversión llamada Tagomago, hasta seis o siete meses después de ejercer su cargo en la CNMV, pero dijo que apenas hizo movimientos con esa compañía. Hasta Conthe le creyó y dijo que era una explicación “clara y completa”. No era ilegal lo que había hecho Arenillas, pero… Ya había muchas cosas que no eran ilegales, pero…
Arenillas se parece a aquel personaje de Dickens llamado Uriah Heep (y también un grupo de rock de los años setenta que me gustaba). Uriah Heep era un escribano que llevaba las cuentas del señor Wickfield, pero, debido a la debilidad de éste, llega un momento en que Heep se hace con las cuentas y entonces surge su verdadera personalidad. Heep el insincero. Heep el traidor. Heep el falso. Heep el miserable que corteja a la hija de Wickfield.
Arenillas, marido de la ministra de Educación, seguramente creía que iba a ser el próximo presidente de la CNMV, pero había en su currículo demasiadas cosas que no eran ilegales, pero… De modo que, al final, ha sido un consejero de la CNMV, Julio Segura, el elegido por el Gobierno para presidir la CNMV.
Conthe ha dicho en el Congreso que tanto él como Arenillas recibieron presiones de La Moncloa, primero de Sebastián, y luego de David Taguas (ahora director de la Oficina Económica), para que no sancionaran a Enel y Acciona. Por eso dimitió. Y si dimite el presidente, debería dimitir el vicepresidente, y quizá toda la Comisión del Mercado de Valores, porque, a ojos de los españoles, ya no es un organismo independiente ni fiable. La política se ha metido de lleno en los intestinos de ese organismo.