¿Estamos condenados a pasarlas moradas?

El susto económico de Navidad

No se habla de otra cosa que de la repentina e intensa subida del precio de los alimentos. Incluso Trichet, el presidente del Banco Central Europeo, que nunca había hablado de ello, en su última y en general nefasta aparición alude al tema, anuncia el mismo fenómeno alimenticio para toda la UE y, una vez más, alude a su perversa receta: cuando sube la energía, el remedio es la subida de la financiación, y ahora tiene un nuevo pretexto, y como suben los alimentos, el remedio consiste en otra subida de la hipotecas.

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Manuel Funes Robert
 
En Lisboa se ha perdido la ocasión de meter en cintura a este obseso y maníaco que piensa que su misión en la vida es transferir en masa, y en forma de levas gigantes sin motivo, la renta del sector productivo al financiero. Y como la presión externa le impide dar cauce a sus malos instintos doctrinales, se conforma y consuela anunciando que subirá los tipos en cuanto se mitigue la presión que hoy lo contiene. Sabe muy bien que el precio de la financiación no opera solo por su cuantía efectiva; basta que se anuncie la subida para lograr paralizar la actividad. Sabe también que adonde no llegue el tipo oficial, llega el Euribor, cuya contención está a su alcance, como hemos dicho en artículos anteriores, en cuanto es dueño y señor de la oferta monetaria sin límite ni coste.
 
Desde España la clase política se inhibe ante esta acción encarecedora permanente y luce su pobreza con la siguiente argumentación vacía y vana: "pide prudencia y serenidad", y en sus programas pone en el centro los fines que todos comparten, cuando son los medios los que hay que escoger y anunciar. A más de la propina como aportación de Solbes a la explicación del fenómeno alcista, han descubierto que el endeudamiento es irrelevante porque el valor de los activos familiares es mucho mayor que la deuda. Falacia deleznable, por cuanto para activar dichos bienes, básicamente el techo, hay que comprar otro del mismo precio, y sólo quedando a la intemperie se convierte el inmueble en la riqueza que dice el Gobierno que pertenece a la mayoría de la población. Además el mísero argumento vale sólo cuando es uno o muy pocos a los que se aplica esa transformación de la riqueza potencial a riqueza activa. En cuanto fueran muchos los que decidieran gozar de tanta riqueza, es decir, vendiendo su casa, se hundirían los precios de la misma.
 
Solbes no es la solución, sino el problema
 
Solbes augura desde ya lo peor con su fichaje adelantado, y reforzada su
influencia futura con la anulación de la Oficina Económica del Presidente,
desde la cual se frenaban sus decisiones ajustadoras por la influencia del
“keynesismo-funesismo”, cuyas recetas le llegaban puntualmente. Solbes no distingue lo privado de lo público, y aplica a este último sector la contabilidad privada, con lo cual frenará el gasto cuando hay que aumentarlo, e impedirá las rebajas presupuestarias anunciadas por su jefe.
 
El superávit presupuestario sería bueno en una empresa privada, cuyo objetivo y cálculo del mismo se ve siempre por una comparación entre gastos e ingresos. Pero en lo público, ese superávit será bueno o malo según sea su causa, que puede ser un aumento de actividad económica, cosa buena, o una presión fiscal negativa y paralizante. Solbes ve el dinero como algo que sirve para comprar, y es algo que también sirve para producir lo que después se compra. Acierta cuando ve en el euro una causa de las subidas, pero esta causa se inició hace cuatro años, y lo que hoy nos preocupa no viene del euro.
 
Sarkozy ya dijo que el euro había encarecido la vida, pero la razón es que no llegó un euro, sino dos euros distintos: uno para cobrar al cambio oficial y otro para comprar al cambio redondeado al alza. Este fenómeno tenía un remedio cómodo: el redondeo de salarios, y decimos cómodo porque los que tenían que pagar más por el trabajo ya lo habían recibido de más por la venta de los productos. Hoy el remedio posible e inmediato es devolverle a las gentes todo lo que se les ha sustraído en poder de compra con las subidas de las hipotecas. Obligando a Trichet a volver al tipo de interés del 2% de septiembre de 2005, las gentes vivirían el mismo efecto que una subida general de salarios sin que los empresarios tuvieran que pagar ni un euro de más.
 
Esa transferencia gigante e impuesta por una sola persona en base a un único error, va a provocar despidos en la industria de la construcción, anunciándose ya 400.000 nuevos parados. Y del paro a la delincuencia hay poco trecho. Delincuencia que ve en la cárcel, más que un castigo, la solución para tener techo y alimento seguro.

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