Queremos que nos suban los sueldos

El petróleo en alza provoca deflación y no inflación

Se ha instalado en la opinión la idea de que el aumento del precio del petróleo está detrás de la inflación, pero eso es una verdad o, más exactamente, una media mentira. Lo que provoca no inflación, sino encarecimiento, es la adopción de medidas económicas que encarecen la financiación, que hacen el dinero más caro, con la inevitable secuela de paro y parálisis económica. En los años setenta se llamó “estanflación” a esa combinación de inflación y paro. El marco general del problema no ha variado. Pero podría cambiarse con un aumento de salarios.

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Manuel Funes Robert
 
Hasta diciembre de 1973 el precio del petróleo había permanecido estable en la hoy increíble cifra de tres dólares el barril. La energía no sólo era barata, sino cada vez más barata, al elevarse con carácter general los demás precios. Todos los proyectos de inversión y los gastos de mantenimiento de las instalaciones contaban como partida insignificante y casi despreciable el renglón energético. Se hacía poco o nada por ahorrar lo que era tan barato.
 
En la fecha citada, el barril pasa de tres a once dólares para llegar a los diecinueve algunos meses después. Esta alteración violenta e imprevista provocó un encarecimiento paralelo con consecuencias paralizantes, y así comenzó el endeudamiento masivo de los países que no podían pagar las nuevas facturas. Y este fenómeno sin precedentes se tradujo, en el mundo de la doctrina, en la búsqueda de una nueva palabra para un situación nueva.
 
Hasta entonces, la inflación convencional aparecía como subidas de precios con actividad creciente y no con desempleo. A partir de aquella crisis, el encarecimiento con paralización recibió el nombre de estanflación, calificativo del que parece que nos hemos olvidado cuando sigue vigente el cuadro económico que lo hizo nacer. Este fenómeno se mantiene vivo y agudo hoy en día, y las restricciones inevitables que los nuevos precios imponen no se resuelven ni se evitan, antes bien, se incrementan, combatiendo el encarecimiento de la energía con el encarecimiento de la financiación.
 
El liberalismo otorga al precio de las cosas la misión de adaptar demanda y oferta sin que esté indicado incrementar el rigor de las renuncias por encima de las que imponen los precios en su aumento. Es de temer que estas subidas den al BCE el pretexto que su presidente anhela para castigar de nuevo a la población europea hipotecada.
 
La población comunitaria recibió un castigo adicional y coincidente que, una vez más, sólo Sarkozy ha denunciado con esta frase: “Decir que el euro no ha traído inflación es reírse de la gente”.
 
Encarecimiento, no inflación, y se debe a que la Unión Europea recibió no un euro, sino dos: uno para cobrar al cambio oficial fijado, y otro para comprar, que era el anterior, pero redondeado. Ese redondeo masivo ha sido un golpe a la población europea en su capacidad de compra que pudo haberse remediado con un redondeo general de salarios que no habría creado problemas a las empresas, pues éstas, con el redondeo, habían recibido gratis el incremento de ingresos para hacer frente a tal subida.
 
Hoy, la presión sindical por el alza de salarios se la ve como fruto de intereses de clase, pero tiene mucho de remedio acertado para los problemas económicos.

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