A los pocos días de morir Diana de Gales, cuya memoria ha sido salmodiada hasta el hartazgo por el star-system, moría alguien mucho más importante para todos, incluso para quienes ignoran su vida: la madre Teresa de Calcuta, aquella monja albanesa que consagró su vida a atender a los que no tienen nada. Ahora, por el décimo aniversario de su muerte, aparece una compilación de sus cartas con una sorprendente revelación: Teresa de Calcuta sintió flaquear su fe hasta el mismo día de su muerte. “El cielo no significa nada para mí –escribía-, ¡me parece un lugar vacío!”. Esta es la historia.
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¿Se puede ser santa y sufrir dudas de fe y ausencia de Dios? Este fenómeno es conocido en la mística cristiana, y fue san Juan de la Cruz quien lo llamó “noche oscura”, una etapa en el camino de algunos santos hacia la identificación con Dios. Pero cuando se trata de la Madre Teresa de Calcuta, icono de la santidad en el siglo XX, su sufrimiento interior contrasta más con su figura mediática.
La realidad es que la Madre Teresa de Calcuta sufrió durante décadas y hasta su muerte una honda aridez espiritual, que puso a prueba su fe. Así se pone de manifiesto en una colección de sus cartas recogidas en el libro Mother Teresa: Come Be My Light, que ha sido preparado por el padre Brian Kolodiejchuk, postulador de su causa de canonización. El libro se publica a los diez años de la muerte de la religiosa. Recoge unas cuarenta cartas dirigidas a unos pocos consejeros espirituales, a los que abre su alma.
La crisis espiritual de la Madre Teresa comenzó en los años 50, poco tiempo después de la fundación de la orden de las Misioneras de la Caridad. Desde entonces –ha declarado al diario La Stampa el P. Kolodiejchuk–, “vivió una larga fase de oscuridad interior que se ha prolongó hasta su muerte”. “Se sabía unida a Dios, pero no lograba sentir nada”.
Anhelo y ausencia de Dios
En una de sus cartas, la Madre Teresa escribe: “Señor, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Yo era la hija de tu Amor, convertida ahora en la más odiada, la que Tú has rechazado, que has echado fuera como no querida y no amada. ¿Dónde está mi fe?”. El P. Neuner, al que se confiaba, la ayudó a comprender que esa oscuridad y vacilación representaban la base espiritual del trabajo que Dios le había confiado. La Madre Teresa aceptó que esa dolorosa experiencia la identificaba con el abandono que sufrió Cristo en la cruz, y también con el abandono que sufren a diario los pobres. De hecho, a pesar del vacío interior, siguió creyendo en el Señor y haciendo el bien.
En otra de sus cartas explica: “Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan profundo que hace daño; un sufrimiento continuo, y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo... El cielo no significa nada para mí: ¡me parece un lugar vacío!”.
Comentando la publicación de estas cartas, el P. Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, ha declarado a Radio Vaticano: “Este sufrimiento lacerante, provocado por el vacío de Dios, es el signo de que se trata de un fenómeno positivo. Se trata de una presencia-ausencia: Dios está presente pero no es experimentado. El que la Madre Teresa pudiera pasar horas ante el Santísimo, como dicen los testigos que la vieron, casi extasiada… y el que lo hiciera en estas condiciones demuestra que es un martirio”.
“Los ateos ‘normales’, comunes, no quedan afligidos por la ausencia de Dios; sin embargo, para la Madre Teresa era la prueba más terrible que podía vivir”, añade Cantalamessa.
Una experiencia de algunos santos
Los periodos de oscuridad interior no son una novedad en la vida de algunos santos. Es sabido, por ejemplo, que Santa Teresa de Lisieux sufrió una prueba de este tipo durante su enfermedad final, con dudas acerca de lo que le esperaba después de la muerte.
La “noche oscura”, aclara el padre Cantalamessa, “es muy conocida en la tradición cristiana; quizá lo nuevo ha sido la manera en que la vivió la Madre Teresa. Pues mientras la ‘noche oscura del espíritu’ de san Juan de la Cruz es un período generalmente preparatorio al definitivo, que se llama ‘unitivo’, en el caso de la Madre Teresa parece que fue una situación estable, a partir de un cierto momento de su vida, cuando comenzó su gran obra de caridad, hasta el final”.
Cantalamessa piensa que esta situación prolongada tiene un significado: “Creo que la Madre Teresa es la santa de la era mediática, pues esta ‘noche del espíritu’ la protegió de la posibilidad de convertirse en víctima de los medios, es decir, de que se exaltara a sí misma. De hecho, ella misma decía que ante los más grandes honores y ante el interés de la prensa, no sentía nada porque vivía este vacío interior”.
También advierte que hay ahí una enseñanza para los no creyentes que viven con sufrimiento su situación: “En la Madre Teresa de Calcuta esta ‘noche oscura del espíritu’ convivía extrañamente con una paz y una felicidad que ella misma dice que no habría cambiado por nada en el mundo, como tampoco habría hecho ningún místico. Por lo tanto, es una llamada a los no creyentes honestos para hacer de su situación de vacío, de búsqueda del sentido de la vida un trampolín para lanzarse hacia la luz...”
El P. Kolodiejchuk ve en la actitud de la Madre Teresa un antídoto frente al sentimentalismo de nuestra cultura: “La tendencia en nuestra vida espiritual, y también en la actitud más general respecto al amor, es que lo que cuenta son nuestros sentimientos. Así que la totalidad del amor es lo que sentimos. Pero el amor auténtico a alguien requiere compromiso, fidelidad y vulnerabilidad. La Madre Teresa no ‘sentía’ el amor de Cristo, y podría haber cortado. Pero se levantaba a las 4.30 cada mañana por Jesús, y era capaz de escribirle: ‘Tu felicidad es lo único que quiero’. Este es un poderoso ejemplo, incluso en términos no puramente religiosos”.
“Antes de publicar las cartas, lo hemos hablado dentro de la orden”, dice el postulador. Esta nueva visión de la lucha interior de la Madre Teresa –ha explicado el P. Kolodiejchuk– “puede indicar también a los otros miembros de la orden cómo sobrellevar los momentos de oscuridad o de crisis espiritual, a lo largo de una vida no fácil, al servicio de los más pobres”.
Para la sucesora de la Madre Teresa, sor Nirmala, estas revelaciones sobre las crisis de fe de la fundadora de la orden no deben ser un obstáculo para su canonización: “Es el camino que Dios eligió para la purificación y la transformación de su ser interior (...), es una parte de la vida espiritual de la Madre”.
En el Vaticano estas cartas no causan extrañeza: estaban incluidas en las actas del proceso de canonización, y ya se había hablado de las crisis místicas de la Madre Teresa con motivo de su beatificación en 2003.