Este sábado 14 de abril se celebra en Madrid la II Jornada Metapolítica, con la intervención, entre otros, de José Javier Esparza y Javier R. Portella, y la presentación de dos nuevos libros publicados para la ocasión por la editorial Fides. Ambos conmemoran los 50 años de los acontecimientos de Mayo del 68: sus títulos, ¿Liquidar Mayo del 68? Del sesentayochismo al liberalismo libertario y El GRECE, escuela de pensamiento (50 años de la Nueva Derecha). Nos complace publicar en El Manifiesto algunos extractos de estas dos obras fundamentales.
«En 2007, durante la campaña de las elecciones presidenciales francesas, el conservador Nicolas Sarkozy realizó un multitudinario acto en París donde hizo un llamamiento a los electores, esa «mayoría silenciosa, los indecisos, los centristas y a los extremos” para “derrotar de una vez por todas a la herencia de Mayo del 68” porque había “destruido moralmente la política” y “había introducido la ironía”. La alusión de Sarkozy a la revuelta estudiantil de Mayo 68 se dio en presencia de dos de sus más reconocidos “herederos”, hoy ya arrepentidos, los filósofos André Glucksmann y Alain Finkielkraut. Los tres criticaron a la izquierda con argumentos que habitualmente estaban reservados a la derecha: “El culto al dinero reina por todas partes, la ganancia a corto plazo y la especulación fueron implementadas por esta izquierda portando los valores de Mayo del 68”. Era la reacción contra los dogmas sagrados del 68, contra los sesentayochistas transformados en liberal–libertarios.»
Jesús Sebastián Lorente
«La Nueva Derecha no es como esa mayoría de la derecha radical que continúa haciendo de Mayo 68 el símbolo de todo lo que detesta. El movimiento neoderechista es mucho más matizado, pareciendo incluso lamentar la derrota del movimiento de Mayo 68, que habría abierto una era, todavía en curso, de renuncia a toda utopía política, a todo cambio del mundo, a todo pensamiento crítico. Esta es la razón por la que Mayo 68 no es para la ND una “antifigura”: para ésta, los acontecimientos que marcaron una brecha fueron, sobre todo, la derrota de la Revolución Conservadora alemana, y después, el fin de la guerra de Argelia (1962). Su nacimiento se debe más como consecuencia de las lagunas y los “impasses” de la matriz de la que se deriva (las derechas radicales) que a la reacción frente al adversario. Si bien el GRECE nace oficialmente en 1968, un poco antes del desencadenamiento de los acontecimientos que habrían de sacudir Francia, su creación no es, de ninguna manera, consecuencia de dichos eventos, y el desarrollo, elecciones ideológicas y evolución posterior de la ND, poco deben a los mismos.»
Jean–Yves Camus
«No hay duda de que hubo varios meses de Mayo 68, el de los libertarios, el de los maoístas, el de los situacionistas, el de los autogestionarios, el del fin del marxismo–leninismo y el del inicio de la ecología política y del feminismo. Pero tanto focalizarlo sobre la polisemia del “feliz mes de mayo”, nos hemos olvidado de su unidad específica, de su espíritu federador, de su figura tutelar, Daniel Cohn–Bendit, expresión de la nueva dinámica izquierdista, que cerrará la larga secuencia revolucionaria proletaria. “La era del proletariado ha llegado a su fin”, resumirá la socióloga liberal Michel Crozier. De hecho, los sesentayochistas volverán sobre el célebre enunciado de Lenin, que vituperaba contra el “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo. Es el tema del famoso libro de los dos hermanos Cohn–Bendit, Daniel y Gabriel, “El izquierdismo, cura de la enfermedad senil del comunismo. Lo que era cierto seguramente, pero aún más el preludio a la nueva era del capitalismo festivo.»
François Bousquet
«Los díscolos estudiantes, es cierto, fueron derrotados, pero el espíritu de Mayo 68 es lo que ha acabado imponiéndose por doquier: pregúntenselo, si no, a todos los pijos progres que, ya de derechas o de izquierdas, ya “liberales” o “sociatas”, ostentan hoy el poder (cultural, político, económico, mediático…). Lo que quedó derrotado fueron las esperanzas: aquel espíritu indómito, aventurero, de quienes querían “explorar sistemáticamente el azar” o “llevar la imaginación al poder”; aquel desparpajo iconoclasta de quienes denunciaban que “las elecciones son una trampa para bobos”, al tiempo que se alzaban contra “un mundo en el que la certeza de no morirse de hambre se cambia por el riesgo de morirse de aburrimiento”.»
Javier R. Portella
«Tengo un buen recuerdo de Mayo 68, pero esas jornadas no representan realmente un punto culminante de mi existencia. El momento más fuerte, en esa época, fue más bien el lanzamiento de la revista Nouvelle École. El acta de nacimiento de la Nueva Derecha. Contrariamente a lo que a veces se dice o escribe, la Nueva Derecha no fue un hecho derivado de Mayo 68. El primer número de Nouvelle École, datado de febrero–marzo de 1968 era, en efecto, anterior en algunas semanas a los acontecimientos. Sin embargo, que la Nueva Derecha (que no recibirá esta etiqueta hasta 1979) naciese en Francia casi al mismo tiempo que lo se conoce como la “Nueva Izquierda” no es, quizás, una casualidad. En varias ocasiones he evocado la hipótesis de un efecto de generación. Bien entendido, el nacimiento de la Nueva Derecha no hizo mucho ruido. Así que encuentro reconfortante que ella siga existiendo cincuenta años más tarde, mientras que la Nueva Izquierda ha desaparecido.»
Alain de Benoist
«Desde la crisis de los valores y la autoridad hasta el individualismo, el relativismo, el hedonismo, el narcisismo e incluso el nihilismo, todas estas perversiones podrían encontrar su origen en el “espíritu del 68”. Es imprescindible proceder a un trabajo de exhumación de los diferentes movimientos ideológicos que se han sucedido después de Mayo 68. Trazar el itinerario de los discursos que, de la extrema izquierda a la extrema derecha, han pretendido elaborarse sobre las ruinas del espíritu del 68. Resulta imposible comprender el misterio del retorno de Francia a la ideología liberal y al renacimiento del discurso republicano sin tener en cuenta las “reacciones” frente al legado de Mayo 68. Hay que proceder, en primer lugar, a una anatomía y a una genealogía de los discursos anti–68. El estado de la situación es edificante: tanto a la derecha como a la izquierda surge la tesis paradójica de que los actores del 68 desempeñaron un papel importante en el despliegue del capitalismo, asaltando las costumbres tradicionales que hasta entonces limitaban el pleno desarrollo de la mercantilización del mundo.»
Jesús Sebastián Lorente
«Mayo del 68 fue la alianza solapada de lo liberal y de lo libertario para liquidar lo viejo». En efecto, si el presidente de la República de la época representaba a la burguesía tradicional, cuyos valores servían de baluarte al loco capitalismo –sin, por tanto, representar una alternativa anticapitalista–, se puede decir lo mismo de los otros protagonistas: prefigura del neoliberalismo, es decir, del capitalismo inhumano que esclaviza a los hombres y los somete al deseo compulsivo de consumir. Pero este basculamiento de un capitalismo tradicional a un capitalismo liberal es frenado por el conservadurismo del gaullismo, que debe liquidarse rápidamente. Es aquí donde interviene “Dany el Rojo”, el liberal–libertario. La liberalización total de las costumbres que él propone, permite emancipar a los franceses de todos los viejos valores –a veces, ciertamente sofocantes–, para someterlos a la ideología del consumo de masas. Este libertarismo –que no tiene gran cosa que ver con el libertarismo auténtico– defiende una liberalización de la conciencia de clase en provecho de la satisfacción de los deseos. La seducción del capitalismo puede, finalmente, lograr su apogeo y la ilusión consumista parece insuperable. La consecuencia es una servidumbre sin precedentes en una sociedad donde todo parece permitido, pero donde, en realidad, nada es posible.»
Michel Clouscard
«Todo esto proyectaba una nueva luz sobre el “decisivo rol jugado por el movimiento de «Mayo 68» en la edificación de los valores del capitalismo moderno”: es desde entonces que el imperativo de “desinhibición pulsonial” y de “liberación del deseo” –tal es, en efecto, el sentido último del rotundo llamamiento a “vivir sin tiempos muertos y disfrutar sin trabas”– se encuentra paradójica–mente presente como el sustrato psicoideológico natural de toda contestación del orden capitalista, seguido del mecanismo habitual (cuidadosamente mantenido por los profesionales de la desinformación mediática) de “indiferenciación semántica” entre capitalismo y autoritarismo, pudiendo así disponer de una coartada “subversiva” y “revolucionaria” para el establecimiento de una nueva “industria del deseo” –y de una “economía libidinal”, según la afortunada fórmula de Jean–François Lyotard –cuya apología cotidiana de las diferentes posturas “rebeldes” y “transgresoras” habría de constituir la principal palanca de funcionamiento ideológico.»
Charles Robin
«Como proyecto intelectual, el sesentayochismo está hoy agotado. Pero como realidad sociológica se encuentra en su apogeo. Por ello “liquidar Mayo 68” no puede consistir en una simple promesa electoral (al estilo del cantamañanas de Sarkozy). Ello es así porque Mayo 68 se inscribe en un ciclo muy largo: en el de la extensión brutal del fenómeno democrático desde el campo de la política al de todos los órdenes de la vida. Mayo 68 aparece así como el complemento lógico de 1789, y en ese sentido –como decía Alain Besancon– es más importante que la revolución de octubre 1917, la cual “ha destruido e inmovilizado, pero no ha fundado nada”. Liquidar Mayo 68 supondría por tanto rescatar “la idea y la práctica de la democracia del proceso histórico que lleva el mismo nombre”; liquidar mayo 1968 supondría escindir la democracia como régimen político de esa dinámica que se confunde con ella, y que consiste en la supresión de las fronteras y la nivelación de las diferencias entre todos los hombres y todos los pueblos. Desde una perspectiva más visionaria, liquidar mayo 1968 supondría también el comienzo del fin para todo el ciclo empezado en 1789. El preludio ineludible sería la asunción de una antropología alternativa que se sitúe más allá del progresismo.»
Adriano Erriguel