(Flujo) Molly Bloom[1] es una de las heroínas del feminismo. La razón es que se hace una paja. Mejor dicho: se comenta que se la hace. Las últimas palabras de Molly son «y sí dije sí quiero Sí», lo que según los comentaristas es un sí, sí, sí hasta el final y de carácter inequívoco dado que yace sola.
Ulises es una novela capital, porque su autor sigue cachondeándose, y lo que le queda (sólo hay que echar un vistazo a estos fastos de aniversario), de sus comentaristas. Su única y brutal intención es demostrar de manera empírica la farsa del arte del siglo XX, incapaz de acudir al combate en campo abierto, sin comentario. Joyce hace con la novela algo parecido a lo que años después harán Bricmont y Sokal con la filosofía: desenmascarar a los impostores. Miles de comentaristas se han prestado a dotar de sentido a un libro absurdo e ilegible, que sólo vive en las contraportadas. Por ejemplo, la de mi edición de Lumen (1976): «Al describir la odisea interior de esas vidas insignificantes, el genio de Joyce ha creado, en una obra inmortal, la epopeya prosaica y vulgar del hombre de nuestro tiempo». Es 1976: perdónenle al/la contraportadista (un oficio) el viejuno «hombre». Ulises es un borrador que los profesores creen pasar a limpio y no hay en toda la historia de la literatura una operación de sarcasmo comparable. La edición de José María Valverde prueba hasta qué punto es manifiesta esa operación. El traductor y prologuista incluye al principio de cada uno de los dos volúmenes una explicación de los 18 capítulos. Supongo que también lo hacen otras ediciones en otras lenguas: ésta es la única que conozco, aunque hace años eché un rápido vistazo a la catalana de Joaquim Mallafré. Dice, concretamente, el animoso Valverde: «Ofrecemos ahora un breve esquema de cada capítulo, procurando dejar fuera toda interpretación –griega, judía, shakesperiana o teológica–». Éstas son algunas frases de su explicación del primer capítulo: «Son las ocho de la mañana del jueves 4 de junio de 1904, en la plataforma superior de una vieja torre redonda de fortificación, en Sandycove, afueras de Dublín (...) Al empezar [el capítulo], Buck Mulligan sale a la redonda cubierta de la torre y empieza a afeitarse». Y así hasta completar los 18. Nótese bien el desahuciado empeño: no se trata aquí de que el comentarista traduzca en palabras a Dalí o a Schönberg: se trata de palabras traduciendo palabras. Y no forzadas por un alejamiento léxico o un fortificado aparato simbólico, como sería el caso, pongamos, de explicar a Góngora. ¡Quia!: palabras comerciales desentrañando prosa comercial.
La operación se hace más divertida que nunca en el último capítulo del borrador, que tiene a Molly como protagonista y que así arranca: «Sí porque él nunca había hecho tal cosa como pedir el desayuno en la cama con un par de huevos desde el Hotel City Arms cuando solía hacer que estaba malo en voz de enfermo como un rey para hacerse el interesante con esa vieja bruja de la señora Riordan que él se imaginaba que la tenía en el bote y no nos dejó ni un ochavo todo en misas para ella sola y su alma grandísima tacaña como no se ha visto otra con miedo a sacar cuatro peniques para su alcohol metílico contándome todos los achaques tenía demasiado que desembuchar sobre política y terremotos y el fin del mundo vamos a divertirnos primero un poco Dios salve al mundo si todas las mujeres fueran así venga que sí trajes de baño y escotes claro que nadie quería que ella se los pusiera imagino que era devota porque ningún hombre la miraría dos veces espero no llegar a ser nunca como ella». Es ahí donde Joyce utilizó el famoso «flujo de conciencia» (stream of consciousness) –al alcance de todos los humanos, ciertamente, otra cosa es la sintaxis–,
.. encargando a la profesoral masa bobina la tarea de ir poniendo las comas
encargando a la profesoral masa bobina la tarea de ir poniendo las comas: como ya les avisó, tienen 300 años para ello. Este capítulo es especialmente significativo de una de las cimas joyceanas, que ayer mismo precisaba con su habitual agudeza Antonio Muñoz Molina en la celebración babelia de Ulises: «El estilo se modifica a cada momento según la materia que se está contando». Sin la menor duda. Y qué retórica mejor que la del flujo (stream en sexualslang, según Sword, professor) para describir una paja de mujer.
(Manía) La actriz Petra Martínez ha querido unirse a la celebración joyceana de este 1922 y la semana pasada dejó ir su flujo de conciencia en un discurso del que todo el mundo habla. El discurso celebraba la concesión de un llamado premio Feroz por su interpretación en La vida era eso, de David Martín de los Santos. En la película, el personaje que interpreta Petra se masturba. Sí, tú. Dijo Petra la otra noche sobre esa escena:
«Lo más importante es haberme masturbado delante de mucha gente»
«Lo más importante es haberme masturbado delante de mucha gente, porque pienso que la masturbación está callada. Ahora me masturbo como tres o cuatro veces al día, porque he cogido la manía». La periodista de El País que daba noticia del discurso y del asunto de Petra debió de seguir preguntando y Petra siguió a su vez: «La masturbación hay que reivindicarla, tiene muchas ventajas (...) No cuesta dinero, no te quedas embarazada si eres joven, no te tienen que dar la enhorabuena». Es muy gracioso eso de la enhorabuena, aunque no sé si a mí me hace gracia por lo mismo que a ella. Me sorprendió un poco esto de Petra, porque al fin y al cabo fue una chica Castañuela, por Castañuela 70, el espectáculo seminal de Tábano que vi o he soñado que vi una noche en aquel Madrid. Nunca se me habría ocurrido pensar que aquellas chicas empezaran a hacer sonar las castañuelas pasados los 70. Todas las de mi barrio, la verdad, se dedicaban a eso en los ratos muertos entre chico y chico. Pero quizá es que en Barcelona mirábamos más a Europa.
Mi interés por Petra no es, en cualquier caso, ni biográfico ni autobiográfico, sino del tipo sociológico. Lo que dice sobre las pajas es lo que dicen las chicas de hoy, y eso tiene siempre interés. Advierto ahora, sin embargo, del inconveniente de llamar ruda y hasta groseramente paja a la delicada autocaricia femenina que no tiene, como es lógico y natural, hablamos de las deliciosas mujeres, una versión léxica vulgar. La paja así llamada es estrictamente masculina. Y por cierto: dado que según algunas etimologías recreativas la palabra proviene del gesto de separar la semilla cereal del tallo y metiendo también en el barullo la soledad del onanista y la producción final, me parece la paja símbolo pertinente de la España vaciada y hasta motivo de atractivo logo electoral, sugiero.
Así pues, lo que sociológicamente destaca en el vicio de Petra –con qué femenino mohín lo llama manía– es el contraste entre el prestigio de la masturbación femenina respecto a la masculina. ¿Qué es acaso un pajillero, sino un hombre disminuido, un medio hombre diríamos si no estuviera por medio Blas de Lezo, alguien vergonzoso y vergonzante y al borde de la extinción, baste saber el dicho se mata a pajas? ¿Y no será tanto así ni más profunda la humillación cuando precisamente ese renombre de pajillero es utilizado por las mujeres que quieren hundir en el fango postrero al varón, y en especial al varón viejo, haciéndole ver aquel carácter incompleto que citábamos, sus ínfimas posibilidades de hembra y hasta el olor acre y macerado que desprende? ¿Y cómo será de insoportable el panorama desde el puente cuando la única posibilidad de llamar pajillera a una mujer sea para designar no a la mujer que se usa y abusa sino a la especialista que hace pajas a los hombres por un precio?
Por contraste ahí tienen exhibiéndose a la Petra, tan fresca. Y su orgullo identitario de pajera. Odiosa y cruel discriminación la de ser hombre con hambre.
(Vuelco electoral) Llegados a estas vísperas, y después de los últimos incidentes en el Congreso de los Diputados, si yo fuera sanchez estaría preocupado ante el resultado electoral, porque siendo ya la evidencia que sólo se puede votar al Partido Popular por pena no se me hurtaría que es razón de poderoso calado en cualquier democracia sentimental.
(Ganado, el 5 de febrero, a las 12:26, 56 lpm, 35.7º, vacunado con ARNm [Moderna Lonza], lote 216001, tercera dosis).
© El Mundo
[1] La protagonista del Ulises, de Joyce. (N. de la R.)
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