Por si alguien hubiera olvidado las andanzas del personaje, aquí iniciamos, fragmentada en varios artículos, una rememoración de la siniestra, pero no por ello menos apasionante figura de Vladimir Ilich Lenin.
Vladimir Ilich Ulianov nació en la localidad de Simbirsk el 10 de abril de 1870. Aunque ciertos historiadores de corte marxista han afirmado –y mantienen– que la familia Ulianov era de extracción humilde, ello es algo verificadamente falso. Al contrario, la familia del futuro caudillo bolchevique pertenecía a la pequeña nobleza rusa, siendo sus antecedentes familiares una amalgama de orígenes tártaros, rusos y judíos. El padre de Vladimir Ilich, inspector escolar, fue elevado por el propio zar a la nobleza, gracias a sus servicios prestados. La desgracia surgió prematuramente en la vida del joven Vladimir, pues en el mes de enero de 1886 su progenitor falleció –repentinamente– de una congestión cerebral. Sin duda, este luctuoso hecho marcó profundamente la personalidad del aún adolescente Vladimir Illich.
Una de las personas que, indudablemente, más influyeron en Vladimir fue su hermano Alejandro. Desde muy pequeño, el hijo mayor de la familia Ulianov se sintió atraído por la política, no sólo a nivel teórico, sino también práctico. Alejandro, estudiante en la Universidad de San Petersburgo, fundó, junto a otros alumnos, una organización secreta llamada La Voluntad del Pueblo, una asociación de activistas subversivos contra el orden zarista. Sin embargo, La Voluntad del Pueblo no sólo se limitó a la política y a tontear con la masonería y el ocultismo, sino que, como tantas otras veces, abandonó el supuesto filantropismo masónico y optó por el activismo subversivo.
La ejecución de su hermano Alejandro por su probada participación en un complot que tenía como objetivo asesinar al zar Alejandro II, fue un suceso que marcó la juventud y vida de Vladimir Ilich. Sin duda, es comprensible que el futuro líder bolchevique comenzase a fermentar un destilado odio hacia la figura del zar, pero hay que matizar unas cuestiones que, una vez más, la historiografía marxista pasa por alto.
Es innegable que su hermano fue ahorcado en mayo de 1887, pero no es menos cierto que la participación de Alejandro en el complot fue fehacientemente demostrada, como quedó reflejado en las actas al juicio. Es preciso señalar que la defensa del hermano de Lenin fue ejercida por un letrado –elegido por él mismo–que pudo preparar su defensa y recursos posteriores. Derechos legales que, por cierto, no gozaron los millones de ejecutados sumarísimamente por el régimen ideado e instaurado pocos años después por el hermano del ajusticiado.
A pesar de poder ejercer su derecho a la defensa, las pruebas contra Alejandro eran irrefutables y fue, por ende, condenado a muerte. Cabe destacar que, durante los largos años de gobierno del zar Alejandro II, tan sólo fueron condenados a la pena capital poco más de 6.000 reos en Rusia –la mayoría, además, logró sustituir la muerte por penas de cárcel–. La cifra, a nuestros ojos de hoy, nos deja desde luego escalofriados, pero es una nadería al lado de los asesinatos masivos a los que se haría acreedor Vladimir Ilich. Una vez tomado el poder, el caudillo bolchevique ejecutaría, en unas pocas semanas, a tantos reos como la monarquía rusa había ajusticiado en dos siglos.
Tras la ejecución de su hermano, Vladimir decide echar tierra de por medio y se marcha a Kazán a fin de continuar sus estudios universitarios. A pesar de su indudable valía intelectual –algo que nadie niega– las notas del futuro genocida son realmente mediocres, y si a esto le sumamos su participación en diversas algaradas estudiantiles contra la Casa de los Romanov, no es de extrañar que el Claustro de la universidad decidiera expulsar a Vladimir Ilich.
Por segunda vez, Vladimir vuelve a San Petesburgo y logra acceder a la Facultad de Derecho. En esta ocasión y debido probablemente a la menor atención que, durante este periodo, prestó a las actividades políticas militantes, se licenció en derecho con unas notas que fueron, aunque no brillantes, notables. Como hemos mencionado, durante esta segunda estancia en la antigua capital de Pedro El Grande, Vladimir Ilich apenas participó activamente en la convulsa y agitada actividad política que acontecía en la Universidad de San Petersburgo. Pero una cosa es la participación y otra el estudio político. En efecto, Vladimir se acercó a los grandes ideólogos del comunismo, como Marx, Plekhanov –considerado como el primer teórico del bolchevismo y del cual Vladimir Ilich se consideraba como discípulo– y de Netchayev –acérrimo seguidor, a su vez, de Bakunin, padre del anarquismo moderno–.