Veo por televisión a un par de jóvenes japoneses ataviados a lo Elvis y me pregunto en qué nos hemos transformado.
La estupidez es ese mirar beodo al infinito.
El mundo resulta un orfanato de identidades; tradiciones que se exportan como patentes mientras un ejército de autómatas se proclama satisfecho en la atadura de la tendencia artificial.
En Cultura, la “Globalización” no es más que una estandarización de intereses bastardos, rodillo que ensucia de cal otras voces.
En esta caída hacia el desarraigo apetece retar a los tahures de la mercadotecnia meciendo ligeramente la honda de lo genuino, delimitando así el perímetro de su estampida.
La McDonalización es un demonio con vocación de aspiradora y en España, desengañémonos, nada resulta lo mismo desde que un agente obeso de Coca-Cola reparte regalos en Navidad.