El último de la fiesta

El último de la fiesta

Compartir en:

 

Qué lejos aquellos años en los que ser el último de la fiesta constituía el desenlace de entusiasmo hormonal.

Título acertadísimo de un poemario de Carlos Marzal en el que ponía voz al fin de una épica adolescente.

Alguien apaga la música, se encienden las luces, cambia repentino el teatro de las intenciones y uno se convertía por un tiempo en el Peeping Tom de la cordura.

Alrededor, una vampiresca de colirio, ninfas sin el andamio ya del maquillaje y el alba iluminando una euforía juvenil que creías inextinguible.

Confesiones que se perdían entre “gin-tonics” y chocolate con churros, y la vida con su viento de poniente siempre a favor.

Aquella sensación tantas veces experimentada vuelve en la despedida de soltero de algún amigo rezagado y me recuerda la extraña forma que tiene la noche de guardar su derecho de admisión, nombrándome un invitado más a una fiesta ya concluida.

 

www.fernandoanaya.com

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar