Tiempos de cambios

Compartir en:

Vivimos en un momento clave, recorriendo el filo de un estrecho camino cortado a ambos lados por un gigantesco precipicio. Es el paso obligado de una era a otra, senda inestable para los que perdieron la memoria de lo verdadero, pero firme y segura para los que miran al infinito con amor, respeto y entrega verdadera. “En medio de la tormenta está lo que salva”, decía Hölderlin. Efectivamente, en medio del fragor está el ojo del huracán desde donde se puede apreciar la luz del sol.

No es necesario detenerse en exceso sobre la grave crisis que vive actualmente el ser humano. Crisis de valores, pérdida de su identidad espiritual, grandes contrastes entre hombres y países ricos y países pobres, comercio de seres humanos, guerras, hambrunas, enfermedades, etc. Desgraciadamente, no es nada nuevo y la miseria y la muerte han asolado al mundo desde que se tiene memoria. Pero los niveles alcanzados en las últimas centurias son algo único. 

En el Hinduismo, Karma significa acción. Es un término que va íntimamente ligado a la idea de Destino. Es decir, el karma sería el destino que se cosecha como fruto de las acciones. Es la justicia absoluta: si se actúa, tanto de obra, como de palabra o pensamiento, con maldad, los frutos serán un castigo para el que obró erróneamente. Y, a la inversa, si nuestros actos, palabras y pensamientos son buenos, cosecharemos un destino positivo. Es la ley de acción-reacción, pero no debe entenderse como algo inmediato. Mis actos actuales podrán tener repercusión en un futuro más o menos cercano o lejano, pero la tendrán.

Si a lo anterior sumamos la íntima relación que se produce entre todo lo existente, tendremos la eterna rueda de la vida con infinitos engranajes perfectamente ajustados unos a otros. Es una máquina perfecta, el escenario en el que todos los seres viven su papel, y en el que su representación jamás queda aislada, pues lo que uno hace, de una manera u otra, afecta al resto.  

Ver las cosas, el Universo, nuestro mundo, como una totalidad debe ayudar a comprender el porqué de las cosas, y su origen y su posible devenir futuro. Apreciar el presente es anticipar el futuro, aunque el tiempo y el espacio sólo sean, en esencia, un reflejo de lo Inmutable, que no es afectado por destino alguno, como con sabiduría han expresado seres extraordinarios desde tiempos inmemoriales hasta ahora.

Si pensáramos que la entropía es realmente cierta y que todo tiende al caos y la desorganización, pocas esperanzas nos podrían quedar. Sin embargo, y aunque el principio de incertidumbre no pueda, al menos ahora, explicar lo más pequeño a escala atómica, la simple observación y la reflexión nos permiten adivinar un orden siempre existente en medio del huracán de la existencia. Todo gira, pero sobre un centro quieto que hace posible, por otro lado, el movimiento. 

Conclusión: el mundo actual es nuestra responsabilidad. Siempre lo ha sido. Para alcanzar el sol entre las negras nubes del huracán, el ser humano debe hacer catarsis y transformar su mente y su corazón. No se trata de alcanzar algo nuevo, sino de recuperar el fondo de su ser y comprender que lo auténtico de la vida está más allá de las apariencias y que su existencia debe caminar por sendas de rectitud, honradez, amor, compasión y entrega verdadera en paz a lo Absoluto. Actuar de otra manera será enfrentarse a su propia naturaleza, lo que le provocaría serios desajustes en su existencia.

Es tiempo de recobrar la sensatez. Pero, sobre todo, desposeernos de la arrogancia y la vanidad que tanto sufrimiento ocasionan al mundo. No hay nada peor que considerarse el centro del mundo y arrollar a todo lo que se ponga a nuestro paso. Si comprendiéramos lo insignificantes que somos si nos comparamos con lo colosal del Universo, quizás el ser humano abandonaría su megalomanía y pensaría en actuar de una manera más solidaria y compasiva con los demás.  

No es tiempo tampoco de rencores y revanchas. Recordando el Tao Te King, esa bellísima muestra de la sabiduría perenne como tantas veces ha recordado y enseñado el entrañable Antonio Medrano, lo blando, como el agua, puede a lo duro, pues lo va horadando poco a poco, sin  descanso. Es el amor que puede al odio y a la venganza. Ese amor que nace de lo Absoluto, que es lo Absoluto.

Es tiempo de reflexión y meditación. El ser humano debe detener su mente y buscar sus raíces espirituales, esas raíces que lo identifican con lo más Alto. Sólo en el sosiego podrá limpiar su mente y dejar atrás todos sus miedos, origen de tanto odio y violencia. Sólo así podrá superar el precipicio y hacer habitable un mundo que, queramos o no, es muy hermoso.

 

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar

Otros artículos de Angel Fraile