Un profesor insultó a otro por afirmar que Lorca mantuvo afinidades con la Falange
Ahora un juez le ha condenado. ¿A cuál de los dos?
FERNANDO DE VILLENA
24 de noviembre de 2008
Pues no es lo que usted piensa. Por una vez la actuación judicial ha sido impecable. El profesor y poeta granadino Luis García Montero ha sido condenado por injuriar públicamente, tanto en la propia universidad como en un artículo de "El País", a José Antonio Fortes, otro profesor de literatura, "culpable", según García Montero, de afirmar que Federico García Lorca mantenía afinidades con la Falange… Fernando de Villena nos lo cuenta y comenta.
Hasta hace poco, sólo los terroristas de ETA recurrían al victimismo y a fingirse mártires de la justicia española. Hoy, en cambio, vemos que un escritor, experto en “marketing”, ha decidido seguir el mismo camino hasta extremos que rozan el esperpento. Sin ir más lejos, en una de las televisiones locales se nos ofreció la noticia de la condena al poeta García Montero por injurias al profesor José Antonio Fortes, acompañada con unas imágenes de la película El nombre de la rosa, donde por orden inquisitorial queman a un disminuido psíquico.
Los hechos son meridianamente claros: un profesor insulta a otro ante múltiples testigos en una reunión de Departamento y posteriormente lo vuelve a insultar en un artículo publicado en el diario El País. Por supuesto, se le condena.
Una sentencia análoga tuvo lugar hace algunos años. El íntimo amigo del escritor García Montero, Felipe Benítez Reyes, puso una querella contra el poeta Enrique Villagrasa porque éste, al parecer, lo había insultado en los medios de comunicación. Y Enrique Villagrasa tuvo que pagar lo dispuesto por la sentencia a Benítez Reyes sin que nadie se llevara las manos a la cabeza. ¿Cuál es la diferencia con los hechos de hoy?
Simplemente, que el condenado a pagar en esta ocasión es un escritor que ha ejercido un control férreo, en su beneficio y en el de sus amigos (a veces mediante personas interpuestas), sobre muchos de los organismos culturales de Granada e incluso de otros puntos del país.
Yo comprendo que los amiguetes y los alumnos agradecidos aplaudan la causa del escritor, pero lo que no resulta de recibo es que, en un juicio que ya tiene sentencia firme, un partido político como lo es Izquierda Unida solicite el apoyo para una de las partes, porque, sin duda, algunos familiares y amigos del otro litigante pertenecen también o votan a dicho partido. Y todavía me parece más vergonzoso que se escore hacia el condenado por la justicia y lo manifieste en los medios públicos el presidente de una Comunidad Autónoma, ya que, a mi entender, representa a todos y a cada uno de los individuos de dicha Comunidad y no sólo a sus áulicos.
Todo este lamentable asunto ha dado pie a que se hable de un debate sobre los límites de la libertad de expresión. Pero yo considero que el debate verdaderamente necesario en la cultura española desde 1984 hasta hoy es el de cómo erradicar el pesebrismo y el tráfico de influencias con los presupuestos públicos.
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