Al menos éstos lo dicen clarito…

A los vulgares les gusta la vulgaridad

Con estupefacción y horror leo el artículo que nuestro Premio Nacional de Ensayo Javier Gomá Lanzón publica en el número 840 del ABC de las Artes y las Letras correspondiente a la semana del 8 al 14 de marzo de 2008. Se titula el mismo La vulgaridad, un respeto y en sus páginas el señor Gomá Lanzón viene, según leemos en los titulares, a defender “la democratización del espíritu y la vulgarización generalizada del gusto y de las costumbres.”

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FERNANDO DE VILLENA

Con estupefacción y horror leo el artículo que nuestro Premio Nacional de Ensayo Javier Gomá Lanzón publica en el número 840 del ABC de las Artes y las Letras correspondiente a la semana del 8 al 14 de marzo de 2008. Se titula el mismo La vulgaridad, un respeto y en sus páginas el señor Gomá Lanzón viene, según leemos en los titulares, a defender “la democratización del espíritu y la vulgarización generalizada del gusto y de las costumbres.”
 
Al pronto, creemos que tal empresa no es más que una humorada, un disparate de neovanguardia para escandalizar a los burgueses, pero después, conforme avanzamos en la lectura, nos damos cuenta de que el premiado ensayista parece hablar en serio. Y así encontramos perlas como ésta: “El humanismo democrático, en efecto, instaura en la disciplina estética la tendencia hacia una objetividad común y típica inspirada en el principio igualitario que, por encima del subjetivismo dominante a lo largo de la modernidad, de su extravagancia y de sus cansinas pretensiones de originalidad, sabe celebrar la bella vulgaridad de la vida y de las cosas normales del mundo”. Más adelante, el articulista nos habla de “asumir una ingenuidad de nuevo estilo” que “sin renunciar a los derechos de la subjetividad, ahora decide por voluntad propia y con plena lucidez subordinarlos a una magna tarea colectiva y participar en la construcción con materiales finitos y aun vulgares de los cimientos, las murallas y las torres de esta nueva objetividad ética que llamamos democracia”.
 
No es muy difícil percibir en ese “humanismo democrático” del que nos habla el premiado ensayista un tufo inequívoco a totalitarismo, a nazismo encubierto. Yo, desde luego, entiendo la verdadera democracia como el respeto a todas las diferencias, como la defensa incluso de esas diferencias. Cosa bien distinta es que la democracia de hoy —como muy bien nos ha explicado Saramago— consiste en un “democracia secuestrada por el poder económico”. El nóbel portugués nos hizo ver cómo “los gobiernos de todo el mundo se han convertido en comisarios del poder económico” y cómo el Fondo Monetario Internacional, cuyos dirigentes no son elegidos democráticamente, es la institución de la que depende la vida de casi toda la humanidad y que dicha institución no es democrática, por lo que la democracia política en todas las naciones está bloqueada.
 
De esta manera podemos explicarnos por qué la democracia que ha vivido España durante el último cuarto de siglo ha sido todo lo contrario a esa defensa de las diferencias. Con su apología de la bella vulgaridad y de las cosas normales del mundo, el señor Gomá Lanzón viene a justificar toda la literatura mediocre, plana y moderadamente irónica que durante los últimos veinticinco años ha sido respaldada por el poder (tanto por el PSOE como por el PP) y convertida poco menos que en el único referente de la cultura española. Así, los mismos escritores, siempre durante este periodo, escritores muy dentro de la norma, pequeñoburgueses con un ligero barniz de izquierda o progresía, han sido presentados una y otra vez dentro y fuera de España como lo más relevante de nuestras letras contemporáneas.
 
El artículo de Gomá Lanzón y la actuación en Cultura de los sucesivos gobiernos pseudodemocráticos de nuestro país tienen su paralelismo en lo sucedido en la Educación. La nefasta L.O.G:S:E. y sus posteriores parches suponen una negación del valor del esfuerzo individual, un afán de igualar por abajo, de crear una sociedad de zombis sin espíritu crítico, una grey de esclavos que acepten los trabajos más ínfimos y los contratos-basura. De este modo hemos visto como en todos los sectores ha tenido lugar la misma reducción: los profesores se han convertido en maestros; los arquitectos y los ingenieros en arquitectos e ingenieros técnicos, las empresas dan la espalda a los licenciados y buscan a quienes han hecho un módulo profesional, pues de esta manera pueden pagar mucho menos con independencia de los resultados…
 
Los derechos de los trabajadores, logrados mediante tantas luchas y revoluciones a través de los siglos, empiezan a retroceder y la libertad se tambalea sin que nos demos cuenta de ello. Cabalgamos hacia una nueva Edad Media donde todos serán vasallos del poder económico y donde la Cultura será normalita, fácil, vulgar… Eso pretenden, sí, pero algunos lucharemos por impedirlo.
 
 
 
 

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