Si es que somos como niños

¡Viva la juventud!: la sociedad más allá de la edad

En este recién nacido siglo de locos en el que nos ha tocado vivir se está produciendo un fenómeno inaudito: la vejez está desapareciendo del mapa. El siglo XXI trascurrirá por el reino de lo eternamente juvenil. Nuestra sociedad imita el argumento de la película La fuga de Logan, donde una sociedad futura es gobernada por una autoridad computerizada que controla e impide, mediante unos mecanismos implantados en las manos de los humanos, que su vida sobrepase los 30 años. Edad en la que todos están obligados a realizar un ritual renovador llamado Carrusel.

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En nuestro caso el Capital y los medios de comunicación controlan que no superemos la juventud. La mitología de la juventud no es sólo una cuestión física, de aspecto externo contra la que se lucha con los cosméticos, gimnasios, cirugía, infiltraciones, etc., sino que este fenómeno se sumerge hasta lo más profundo del alma.
 
El paso de los años no sólo ha sido borrado de la apariencia corporal, sino también, y esto es lo más pasmoso, del entendimiento, del alma: hoy se está generalizando el fenómeno de pensar y sentir como niños. ¿Cómo explicar que la edad media de los usuarios de los videojuegos sea superior a los veintiocho años? ¿Por qué generan los deportes una pasión desbordada en las masas?
 
El poder de la infantilización domina nuestra sociedad con importantes réditos económicos para el capitalismo. Avanzamos a pasos agigantados hacia una complacencia absoluta de la figura del niño, de su mentalidad, de su mundo, así todo es cada vez más simple.
 
Sirva de ejemplo de este universo cognitivo infantil:
 
1.- En el ámbito cultural la capacidad de abstracción ha quedado reducida al mínimo, se busca una cultura para niños: lo simple, lo que una mente infantil pudiera entender. Las audiencias televisivas poseen un nivel de primaria, los índices de audiencia aumentan cuanto menor sea el contenido: los contenidos de parvulario son los mayor éxito, las noticias se han convertido en "el semanario El Caso", los museos se están transformando en parques temáticos… Además, el "pensamiento mágico" domina las argumentaciones sociales cuyo corolario es una sociedad infantilizada, de niños formados y educados en la imagen. La sociedad crecientemente simplificada cree en cuentos morales y retorna a los superhéroes de los cómics (Bin Laden es el antihéroe de nuestros días). Se expande la figura del humano que no lee y cuyas venas y cerebro enferman de atrofia reflexiva.
 
2.- Vivimos en una sociedad muy despolitizada, el número de personas afiliadas a partidos, sindicatos o con fuertes compromisos políticos es cada vez más escasa. Esta sociedad no se paraliza, ni se moviliza por una huelga general, o cualquier otro acto de carácter político, reivindicativo o social. En cambio las avenidas de las ciudades se quedan vacías de coches y personas en los grandes eventos deportivos: partidos de fútbol, olimpiadas, etc. Cada vez se da más la actitud infantil de ser sujetos renuentes a los esfuerzos y al compromiso que, sin embargo, exigen para su Yo individual el bienestar constante y a corto plazo. En los años sesenta y setenta del siglo pasado, tenía sentido formar parte de un grupo organizado, pertenecer a un partido político, en cambio hoy, en la sociedad sin ideologías, el individualismo es lo primero. El único partido es el del Yo propio hedonista regido por la satisfacción constante.
 
3.- Económicamente el capitalismo genera y favorece la cultura pueril de ser deseado y mimado. El consumo está más dirigido a aumentar la impresión de ser alguien que al intercambio de mercancías (piénsese en la publicidad: los anuncios de Coca-cola, BMW, etc.). El consumo pretende realizar el mundo de los sueños de unos niños caprichosos y malcriados. En esta sociedad del espectáculo es imperdonable no pasarlo bien, la sociedad del entretenimiento va unida a la obligación de la felicidad, y la emoción dominante es la alegría que se considera propia de los niños.
 
Esta "feliz inocencia" maquilla, también, el ámbito laboral. Ahora los trabajadores se ven sometidos a "estrés" (eufemismo infantil: somos obreros explotados como en otras épocas, aunque ya no se nos denomina así y, desde luego, cuando uno padece "estrés" no va a afiliarse a un sindicato, sino que va al médico y toma ansiolíticos).
 
4.- La recuperación y el apogeo de la infancia no supone un retorno a todo el universo preadulto, no se retorna a una "traumática" y compleja etapa freudiana, sino a una infancia simple y ñoña, sin recovecos, aristas ni profundidad. Se enfatiza y pretende alargar un período plano, transparente y por ello "feliz". Es la puerilización generalizada como autopista de acceso directa y rápida hacia la felicidad de las masas.
 
Definitivamente, la vejez no pertenece a nuestro tiempo, se le ha pasado su momento, hoy es inactual. Si se sufre, es sólo como un momento todavía por superar, en un proceso en el que está llamada a desaparecer. Nuestra contemporaneidad es superficialmente joven. La vejez, su respeto y exaltación, encajaba perfectamente con las etapas pasadas y más atrasadas de la humanidad, pero no con las sociedades poscapitalistas en que habitamos.
 
El siglo XXI enarbola un eslogan: "a partir de ahora está prohibido envejecer", en la sociedad de la imagen los cosméticos, la cirugía, las infiltraciones… son los soldados encargados de borrar las arrugas, ya que en el imperio de lo visual lo que no se ve no existe. Todos sabemos que el paso de los años es inevitable, ¡ah! pero la vejez ha dejado de serlo. Ahora ¿quién no es joven? Se es joven a los cuarenta. La juventud triunfa, vencerá y en breve, si todo sigue así, sólo morirán cuerpos jóvenes operados, injertados e inyectados dirigidos por almas infantilizadas.
 

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