Óscar Puente y el desprecio al déficit estético

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Tenemos un canon artístico común y una desviación individual, pero estamos de acuerdo en reconocer que el ministro de Transportes tiene un aspecto físico de hombre primitivo, y que su salud mental corre por los mismos derroteros. La conexión se conoce como efecto halo o de reflejo. Su apariencia incide en modo negativo a la hora de juzgar el resto de su personalidad. Su crítica a Javier Milei, presidente de una Nación hermana, sobre la ingesta de “sustancias”, corrobora su fiereza.

El aspectismo es una forma silenciosa y frecuente de discriminación, un duro ataque a la autoestima y un condicionante de la posición social. Actúa de manera automática, ajeno a la voluntad de quien la considera y el considerado. La imagen se capta al instante, sin esfuerzo, sin premeditación, con espontaneidad. Una vez creada, es determinante. Y la marginación se extiende a todas las facetas de la vida, a pesar de que al señor don Oscar Puente no pueda atribuírsele responsabilidad alguna sobre su parecido físico con un simio o su comportamiento moral envenenado.

Por el contrario, una imagen atractiva, generalmente bella y elegante, se beneficia del efecto halo tanto en su círculo de amigos como en el ambiente de su actividad laboral.

Cuando Sánchez se fija en el señor Puente y lo nombra ministro, no lo hace por su personalidad refinada, sino por los modos agresivos, que es también lo que predomina en un gabinete ministerial en posición de ataque que tiene prohibido defenderse, ni siquiera dar explicaciones. Todo es combate, machaque al adversario. Sánchez se rodea de los más toscos porque hace de su gobierno una trinchera de asalto a los enemigos de la derecha y la ultraderecha. Y la ramplonería le funciona.

No se conoce a ningún político que se muestre empeñado en combatir el aspectismo a pesar de que resulta muy dañino para quienes, rechazados por la estética, se mantienen fuera del mercado de trabajo. En entidades anglosajonas se empieza a exigir que los currículos vayan sin foto para que el semblante no incida en la selección.

La línea aérea rusa Aeroflot, obediente a la igualdad entre mujeres en la época de la Unión Soviética, contaba con azafatas de todo tipo, con predominio de aquellas que no superaban los cánones implícitos del aspecto. En los primeros años del siglo XXI mantenían aún sus puestos de trabajo. En cuanto Aeroflot empezó a competir con otras aerolíneas, la plantilla fue sustituida por otra más comercial. ¡Menudo eufemismo!

Esa selección de las azafatas por su belleza, tan difícil de evitar comercialmente, permite pensar que la lucha contra la discriminación estética difícilmente puede hacerse con leyes, sino que es necesario defenderla en el plano cultural, educar en la igualdad. Los cánones de belleza destruyen la autoestima, la libertad y el acceso a determinados puestos de trabajo, salvo el nombramiento de Óscar Puente, especialmente contratado por su intrepidez.

Mientras tanto, el rechazo social hacia quienes la naturaleza dotó mal es la más cercana y sigilosa forma de violencia o presión social. Se impone un prototipo que excluye a quienes no lo alcanzan. Y la mujer excluida tiene vetado el acceso a determinados puestos sociales. Distinguimos con bastante precisión el umbral de belleza en las personas. En el arte plástico, sin embargo, cuesta separar lo bello de las mamarrachadas, sobre todo cuando las vemos en una exposición de arte moderno.

Desde el punto de vista humano es inmoral el rechazo social por un atractivo insuficiente. Lo curioso es que el caso de Oscar Puente responde a la intervención paradójica porque Sánchez prefiere atacar con modos toscos, que es la característica principal de su comparsa. Sabe que un bruto feo cumple mejor con la función encomendada.

El feminismo exacerbado y excéntrico lo inventó la izquierda para ganarse el voto femenino. Pero no da votos defender la igualdad de la mujer con déficit de belleza. Y la mayoría de ellas, distantes y escurridizas, rechazan abordar el tema.

La belleza, tan sublime como efímera, es un bien inmenso, y la naturaleza cruelmente injusta al repartirla de manera tan desigual.

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