Todo sobre el "escándalo Putnam"

La diversidad étnica es mala para la salud (social)

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CURZIO MALATESTA
 
 
La diversidad no es tan buena como nos la venden. Lo ha dicho Putnam y el revuelo ha sido considerable. El Dr. Robert Putnam, de la Universidad de Harvard, es conocido por su trabajo acerca del capital social, que define como “las redes sociales y las normas asociadas de reciprocidad y confianza mutua”. Teniendo en cuenta –dice Putnam- que el capital social está relacionado con una mejor salud, riqueza, educación, longevidad y con una vida democrática más fuerte, es algo que merece ser preservado. En el año 2000 Putnam se hizo célebre con en un best-seller, Bowling alone, donde lamentaba el declive del capital social. No era un estudio cerrado, sino que comenzó entonces y se prolonga hasta hoy. La última hora es esta: una de las grandes causas del la caída del capital social es la llamada diversidad racial. Lo más interesante es que Putnam, hace siete años, defendía la diversidad.
 
Los datos de Putnam
 
¿Por qué dice Putnam estas cosas? El capital social –explica Putnam- presenta dos caras: hay un “capital vínculo” que nos une con quienes son como nosotros, con nuestros semejantes por raza, religión, posición social, etc., y hay además un “capital puente” que nos conecta con quienes son dispares, o sea, otros grupos étnicos, otras confesiones religiosas… Para que el capital-puente funcione, antes tiene que funcionar el capital-vínculo: no nos entenderemos con los diferentes si antes no nos entendemos con los semejantes. Para entenderse con los semejantes, los hombres creamos redes, asociaciones, comunidades… Si esas redes se deshacen, entonces no hay capital-vínculo. Si no hay capital vínculo, tampoco habrá capital-puente. Y si no hay nada de eso, entonces la sociedad estalla. ¿Cuál es la situación actual? Creciente individualismo –o sea, que desaparece el capital-vínculo- y creciente diversidad étnica. Por tanto, la cosa pinta mal.
 
Este verano el trabajo de Mr Putnam se ha acercado un poco más a la consciencia del público cuando una de sus conferencias fue publicada en la revista Scandinavian Political Studies (Estudios Políticos Escandinavos). Sus colegas en el campo de las ciencias sociales habían estado meditando sobre sus investigaciones durante años y ninguno ha cuestionado seriamente sus conclusiones. Así que está surgiendo una crisis ideológica. Uno de los más aclamados estandartes de la política pública, de la identidad corporativa, y de las relaciones interpersonales -a saber, la idea de que “la riqueza está en la diversidad”- está perdiendo su legitimidad.
 
Mr. Putnam ha estudiado 30.000 sujetos: en ambientes urbanos y rurales, ricos y pobres, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, a través de la geografía estadounidense. Encontró una relación inversamente proporcional entre la mezcla étnica y la participación en la vida pública. Es decir que a más diversidad racial, más apatía pública. En las áreas más diversificadas racialmente, los sujetos estudiados confiaban menos en sus vecinos (con independencia de su afinidad racial), votan menos y hacen menos donaciones a la caridad. Eso sí, pasan más horas frente a la televisión y participan más de las manifestaciones de protesta. También dice que llevan vidas más tristes.
 
La polémica
 
Una vez que se sobrepasa un cierto nivel de diversidad, una comunidad deja de ser tal, opina Caldwell, comentarista del Financial Times. Según éste, el estudio de Putnam no pone de manifiesto simplemente unas cuantas dificultades en la administración de la diversidad, sino que, además, mina la doctrina oficial de los gobiernos occidentales de que la diversidad es siempre, y, en todos los sentidos, una fuerza positiva en la sociedad. Se pregunta el comentarista del Financial Times si la diversidad podría aún ser considerada como una fuerza positiva si no estuviese protegida dentro de la doctrina oficial del sistema por su extraordinario aparato de poder.
 
Putnam quiere prevenir reacciones excesivas contra la diversidad y aclara que “la diversidad étnica es, en balance, una importante ventaja social”. Pero señala Caldwell que el silogismo de Mr. Putnam le falla. Mientras describe y verifica empíricamente los problemas de la diversidad, hace poco más que especular sobre sus ventajas. Mr Putnam honra su calidad de sociólogo diciendo que “poderosas evidencias prueban que la diversidad (especialmente la diversidad intelectual) produce más y mejores soluciones a los problemas”. Pero la diversidad intelectual no es la clase de diversidad que Mr. Putnam está estudiando, y no es la clase de diversidad que los programas oficiales promocionan (imponen más bien), particularmente en los departamentos de recursos humanos, los colegios y campus universitarios. La diversidad propuesta (impuesta, más bien) es la diversidad racial. ¿Traerá ésta consigo una diversidad intelectual? Eso aún no ha sucedido en la práctica: de hecho, un poderoso conformismo se ha apoderado de las universidades americanas precisamente en las décadas en las que se había incrementado su diversidad.
 
Putnam cita también el fin de la segregación racial en el ejército de los Estados Unidos como ejemplo de que la gente se adapta a ello con el tiempo. Y matiza Caldwell que eso es debido a que está organizado jerárquicamente y en líneas autoritarias. A partir de aquí, el antes crítico Mr. Caldwell se empieza a persignar para que no le alcance a él la inquisición. Pero esa objeción que pone al ejemplo del ejército americano nos lleva a otro influenciado por la misma visión del problema que ha visto Mr. Putnam. Se trata del actual Primer Ministro Británico Gordon Brown.
 
El caso británico
 
En otro artículo del pasado mes de Junio del británico Daily Telegraph, el columnista Philip Johnston habla del estudio del Dr Putnam, al cuál califica de gurú del Nuevo Laborismo (la nueva versión del partido laborista llevada a cabo por Tony Blair). Y relaciona las conclusiones útiles del mismo, de cómo afrontar la diversidad para que deje de ser un problema público (para el Estado), con la postura que ya defendió Mr Brown siendo Canciller: crear un nuevo sentido del ser británico. Como dice Mr Putnam, defiende Gordon Brown y critican Mr Caldwell y Mr Johnston en sus artículos: extender un sentido del “nosotros”, pero que haya un “nosotros”.
 
La crítica que hace Mr Caldwell es que todo lo que se extiende, se difumina y pierde la fuerza original. Si no –bromea- coméntele a su esposa o a su socio de negocios, que pretende extender el “nosotros”.
 
En cuanto al ejemplo del ejército, Mr Brown hablaba en sus tiempos de Canciller de encuadrar a la juventud en organizaciones que trajesen de nuevo la solidaridad y el civismo a los nuevos ciudadanos, y que todo el mundo estuviera orgulloso de la bandera de la Unión.
 
Sí, ya sabemos a qué nos suenan esas herramientas. Y parece que a algunos no les terminan de atraer. Pero el que conozca otro fontanero, que nos pase el número, porque el agua sigue subiendo.

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