Uma Thurman, la actriz que interpretó a la grácil y virginal Cécile de Volanges en Las amistades peligrosas (1988), de Stephen Frears, le sucede lo mismo que a su personaje, que pierde su bien custodiada virtud a manos del disoluto Vicomte de Valmont, convirtiéndose en alguien a quien al mismísimo Vizconde, como éste le confiesa a su confidente Madame de Merteuil, “le podría pedir actos que no me atrevería a pedirle ni a una profesional”. Pues bien, Uma Thurman ha revivido la ficción en la vida real, y en esta ocasión no se trata de Valmont, sino de nuestro ya conocido y perverso Harvey Weinstein.
¡Ah! Pero los libertinos no se quedan sin su justo castigo, y si así fue con Valmont y con Don Juan, con Weinstein no va a ser menos.
Uma ha sido sedotta e abbandonata por el monstruo, aún más: ha sido violentata por la bestia lasciva. Y ahora, cual Novia de Kill Bill, va a tomar su venganza.
Pero hay algo que no encaja: si pudimos ver a Uma en la película de Tarantino masacrando a un ejército de Yacuza nipones a base de patadas y katanazos, ¿no pudo ahuyentar a esa criatura del Sheol con una simple patadita en los cataplines?
Nos decepciona Uma, no ha hecho honor a su personaje de la Novia de aquella celebrada cinta de 2003.
Hay mujeres que se sienten “sucias” después de acostarse voluntariamente con un desconocido (e incluso con un conocido, el cual a veces hasta puede ser su marido) y, simplemente, se duchan y pasan página. Otras también se sienten “sucias” y entonces racionalizan la situación, porque ellas, gentiles damiselas, “jamás se habrían rebajado así”, de modo que es imposible que hayan actuado libremente; ergo, han sido forzadas. Y si, además, iban medio ebrias, entonces ya no cabe la menor duda: definitivamente, han sido violadas.
Esta racionalización, a la que se le puede añadir el falso testimonio en caso de denunciar la “violación” a la policía, puede referirse tanto a individuos como a un grupo de individuos. Si la fémina ofendida ha participado en una orgía en la que confluían hombres y mujeres, entonces el falso testimonio resulta inverosímil; ahora bien, si la orgía consistía en el fetiche conocido como gang bang (varios hombres con una sola dama), en ese caso, la denuncia puede tener verosimilitud.
Ya nos lo decía el obispo Reig Pla: “Van a clubes de hombres nocturnos y os aseguro que encuentran el infierno”.