Fíjese usted bien en los anuncios de coches en TV. En los años 80 nos vendían una berlina con el "accesorio" de una tía buena en bikini. Se le hacía la promesa al potencial comprador de que adquiriendo ese vehículo podría fácilmente ligar con una tiorra como la que aparecía en el spot casi como un apéndice de la máquina.
Hoy en día ya no se "venden" más tías buenas adjuntas al coche; hoy en día lo que aparece siempre adjunto al coche es un kit compuesto por una señora y unos niños. A veces, incluso, ni siquiera aparece la señora, sólo los niños.
Y el conductor con una pinta de hípster, pseudo hípster o de ñoño sangre de horchata que no puede con ella, con una sonrisa de oreja a oreja, tan contento con su coche y su kit.
¿Qué está promoviendo el sistema? ¿Quieren promover la fabricación de futuros contribuyentes, quieren el Ejército Industrial de Reserva descrito por Marx?
El sistema necesita sus legiones de esclavitos.
¿Por qué habría usted de comprarse semejante producto?
Dirá usted: "don Cosme, no se trata de un compromiso con la especie, sino de un compromiso con la raza blanca".
¿Por qué habría usted de comprometerse tanto con la raza blanca? Eso en caso de que sea usted blanco.
Las mujeres blancas han desertado hace mucho y están produciendo mulatitos en masa en el Viejo Continente. A ellas les importa un carajo la raza caucasoide y va a ser difícil convencerlas de que vuelvan al redil. Se les ha metido la fiebre de la jungla en el cuerpo y no hay nada que hacer. Sólo los memos que retratan los anuncios de coches no se han enterado aún.
¿Se ha fijado usted en cómo pasean por la calle empujando un carrito de bebé los padres de hoy en día? Son el "hombre blandengue" descrito por El Fary, pero además con unos aires de pompa y superioridad..., como si estuvieran conduciendo un Ferrari Testarossa descapotable mirando al tendido. Se creen que han llegado. El sistema les ha vendido que empujar un carrito de bebé es lo máximo a lo que un hombre puede aspirar en esta vida, y ¡vaya si se lo han creído!
Cada vez que vea usted a un hombre empujando un carrito de bebé con aires de prepotencia, fumando un cigarrillo y con un ejemplar de la prensa deportiva bajo la axila, ya puede estar usted seguro de estar ante un triple esclavo.
¿Le gustaban a usted las películas de James Bond cuando era niño y adolescente? ¿Se imagina usted a Bond empujando un carrito de bebé?
Es tiempo de recapacitar.
¿No sueña usted con una vida de James Bond en lugar de una vida de esclavo?
Déjeme modestamente, proporcionarle las herramientas para lograr esa vida.
No vaya a veranear más a una de esas "ciudades de vacaciones", dese un salto a Tánger, una ciudad que se está "dubaizando" a marchas forzadas, pero con precios muy bajos. Contemple la danza del vientre, fume narguile, y relájese.
¿No tiene usted ni mundo, ni pasta, ni palique para levantarse a una espía-modelo rusa? Pues pague la razonable cantidad de 100 euros por un pivón del Volga en cualquier whiskería de su localidad.
¿No le da la sisa para ir al casino de Montecarlo? Pues vaya al bingo de su barrio, pero ¡hágalo con glamour, hombre de Dios! Acuda de smoking.
¿Tiene usted un seita en lugar de un Aston Martin? Pues tunéelo, pero no en plan hortera, con la franja de fuego en los laterales y el alerón, sino imitando a esas sofisticadas máquinas que conducía el agente 007.
Todo el mundo hincha su currículum, diga usted sin ningún problema que ha estudiado en Fettes College.
Respecto a jugar al golf... No se preocupe lo más mínimo: el espía jamás se ha rebajado a semejante ordinariez de actividad, ni siquiera cuando estaba estudiando en Escocia (en Fettes).
Tampoco se preocupe demasiado por pertenecer a un elitista círculo social. 007 lo dejó bien claro con una lapidaria frase: "Yo no tengo amigos".
Cómprese una pipa de perdigones réplica de una Walter PPK y colóquela en la estantería de su casa.
Pedir un martini vodka agitado, no removido, en un buen bar de cócteles no resulta tan caro ni tan complicado.
Y ¡por todos los santos! no haga usted caso de los anuncios de coches.
Cuando llegue la vejez usted se defecará y orinará encima en un asilo rodeado de enfermeras psicópatas como la de El nido del cuco, pero consuélese sabiendo que los del carrito, también. Sus hijos y nietos pasan de ellos como de la M.
Disfrute un poco del ínterin.