Linchamiento de Milo Yiannopoulos, una de las figuras más destacadas de la alt-right
Hughes
23 de febrero de 2017
Milo quería, quiere dar una "guerra cultural", una batalla ideológica. No sé, comparado con el nivel dialéctico de uno de las Jóvenes Generaciones del PP, o de un Sorayo Boy, el nivel era otro, la chispa era otra y la intención era otra.
Milo Yiannopoulos, una de las figuras más emblemáticas de la alt-right norteamericana y director hasta ahora de su periódico "Bleitbar", es alguien que se caracteriza, en sus polémicas, por practicar con arte consumado y dosis extremas la provocación y el sarcasmo. Tiene además otra característica: es homosexual notorio. Y lo que es más grave para la bienpensancia políticamente correcta: efectuó hace años unas declaraciones en las que, por un lado, reconocía haber sido iniciado, en su adolescencia, por un cura (“si hago tan buenas mamadas, se lo debo al padre Michael”: tal es el estilo provocador del hombre). Por otro lado, afirmaba la validez de las relaciones efébicas en el caso de adolescentes consintientes y sexualmente maduros (los mismos, por cierto, entre los que, como se recuerda en nuestro artículo, se reparten condones en las campañas de higiene pública y escolar).
Ni que decir tiene que, tras ser expurgadas tales declaraciones, ya ha rodado por los suelos la cabeza de Milo Yiannopoulos (pero resurgirá: el hombre tiene arrestos más que sobrados). Las hienas progres, aliadas a las hienas carcas del Partido Republicano, han conseguido que dimitiera como director de Bleitbar. Es curioso, pero las cabezas,en cambio, de un Daniel Cohn-Bendit, líder glorioso de mayo del 68, o de un Frédéric Miterrand, ex ministro socialista francés —ambos, notorios y reconocidos pedófilos— siguen engreídamente erguidas sobre sus cuellos.
Nunca me interesó Milo Yiannopoulos hasta que vi los altercados en Berkeley. Y no tanto los altercados como las reacciones comprensivas con la violencia. Había leído algo, y sobre todo había visto algunos vídeos y no me parecía que fuera el Anticristo. Era un provocador en el territorio del Dogma Progre, la Double Penetration ideológica o trágala de nuestros días.
No creo que fuera un “Hitchens gay”, y eso que no me gusta Hitchens. Un amigo lo decía hoy: más bien un Boris Izaguirre. Pero tampoco. Milo quería, quiere dar una “guerra cultural”, una batalla ideológica. No sé, comparado con el nivel dialéctico de uno de las Jóvenes Generaciones del PP, o de un Sorayo Boy, el nivel era otro, la chispa era otra y la intención era otra.
(Actualización para gente muuuuy pesada: el referir, contar o preocuparse sobre esta supuesta –y algo rimbombante- “guerra cultural”, no es darla uno mismo. Aquí sería imposible librar una guerra cultural de ningún tipo, en el caso muy remoto de que uno tuviese el interés de emprender semejante epopeya)
Mi interés por Milo fue creciendo cuando vi las reacciones a su invitación al programa de Maher. Gente adulta, “piriodistas” se negaban a aparecer en el mismo plató. Maher me encanta, aunque es insufrible, y no cedió. Ahí empezó a interesarme el asunto. Vi el programa para contarlo en la columna de tele y noté varias cosas.
Milo estaba nervioso, y se deshacía en mohines. Soy heterosexual (maccio, ma non fanático, que decía aquel tenor), pero me pareció guapo y simpático. ¿Este tío es Hitler?
Lo hablé con un amigo, al que también le parecía guapo. Oye, igual lo del trumpismo se nos va de las manos…
El caso es que Maher hizo una cosa extraña: chistes sobre la homosexualidad o el aspecto de Milo.
Bonito mecanismo. Como Milo renuncia a la corrección política, Maher se permitía lo mismo. Se liberaba.
Milo provoca una especie de “¡Libérate!” general en la izquierda.
Es un Titi libertario.
Esto se ha amplificado en las horas siguientes. Se ha activado una especie de campaña de muerte civil a partir de su aparición en el programa de Maher. Y es relevante que se utilice para ello el argumento de la pedofilia.
Antes que nada, no es descabellado pensar que el ataque venga desde la propia gente de Trump, aunque parece más bien del sector conservador de los Republicanos en alianza con los demócratas.
El resultado es una extravagante y decimonónica campaña de desprestigio a un gay por hablar con matices sobre la sexualidad adolescente y sobre su experiencia como víctima del abuso. Tenemos un vídeo editado, y además una rápida respuesta de Yiannopoulos al respecto. Pero no hay nada que hacer: se le cancelan publicaciones, se le veta en actos, se convierte ya definitivamente en un proscrito.
Pero el resultado es asombroso. De la derecha moral se espera, ¿pero y la izquierda? ¿Acaso es ajeno a la moderna pedagogía negar el impulso sexual en un menor de edad? Coulter, una de las pocas en no abandonar al personaje, tuiteaba hoy sobre las campañas de reparto de condones a adolescentes de 13 años. Nada que nos vaya a sorprender.
Lo que se extiende sobre Milo es algo que uno no pensaba que vería ya: la censura a un gay con la acusación de pedófilo. Es el argumento clásico de la homofobia, extendido… ¡por parte de la izquierda americana y por tanto de la europea!
(Nota a este respecto. La condición de absoluto eco de la prensa europea es deliciosa. Lo estamos viendo a propósito de la reciente valoración de la Administración Trump como soberano “caos”. De forma rítmica, como gimnastas coreanas, las grandes cabeceras pasan del “nazismo” al “caos”, que no es exactamente lo mismo)
Un admirado periodista me decía hoy que el término represión es muy fuerte. Vetar la presencia de alguien, prohibirle la entrada en recintos universitarios, prohibirle la expresión de sus ideas, impedir sus libros, sus conferencias… ¿qué nombre tiene?
El mundo “ideológico” (que no merece tal nombre) alrededor de Trump ha sido acosado desde el inicio. A Bannon le han acusado de leer, como suena. Ha habido páginas del NYT sobre sus lecturas. Esto es absolutamente fascinante.
En genral, parece que estamos en un Diez Negritos del trumpismo mediático. Ahora le toca a este poco discreto propagandista, que estaba empezando a convertirse en una estrella nacional. “A flamboyant gay”, contra el que no han podido sino recurriendo a algo muy viejo: la acusación de pedófilo.
He leído textos de como mínimo quince escritores detallando con mucho gusto las penumbrosas zonas del eros adolescente. Algunos son celebrados referentes morales y estéticos en España. Por no hablar de algunos directores o actores de cine.
De las cosas asombrosas que estoy viendo (repitan: invivibles) ésta no se queda atrás: una campaña de destrucción civil de un homosexual con la acusación de pedófilo.
Tiene algo de XIX, de Reading simbólico en la red. Es eso tan repulsivo que siempre se ha oído sobre los gays: corruptores de menores.
Pero lo curioso es que, como ocurrió en pequeña escala en la entrevista con Maher, Milo no recibe el apoyo de “su comunidad”. Nadie ha reparado nunca en la homofobia de los ataques contra este hombre y, de alguna forma, se ha quedado desprotegido por los dos lados. Es interesante lo selectivo y asimétrico de ciertas categorías. Esto es un ejemplo vivo que da la razón al personaje, incluso a Breitbart, cuyo pensamiento más elaborado creo que iba sobre eso: la asimetría de las categorías y niveles de discusión de la izquierda americana.
Nazi y pedófilo. Alguien a quien solo por hablar le llaman todo eso tiene mis simpatías instintivas.
(Nota necesaria dado el nivel de la tropa: no es necesario estar de acuerdo con todo lo dicho por Milo sobre sexo y menores de edad. Pero eso no es cometer un acto de pedofilia, ni defenderla. Lo que hace es bromear y darle un sentido a su propia experiencia del abuso sufrido. Alguien ha dicho, y no sin razón, que los ataques le están victimizando doblemente. Estos son aspectos en los que no es necesario entrar. También debe verse el vídeo completo, en el que él, tras su parapente intelectual sobre tan peligroso asunto, acaba volviendo al marco legal de la edad de consentimiento. Toma riesgos, riesgos “conceptuales” muy serios pero… eso no es un crimen de pedofilia. Por eso no habrá consecuencias penales, sino ajusticiamiento civil).
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