Insumisión

Lo que acaba de suceder en Estados Unidos, Colombia y Brexitania es lo contrario de lo que Houellebecq cuenta en su novela Sumisión. La gente se rebela contra la doctrina impuesta por las élites políticas, económicas y mediáticas de la actual progredumbre.

Compartir en:


Lo que acaba de suceder en Estados Unidos, Colombia y Brexitania es  lo contrario de lo que Houellebecq cuenta en su novela Sumisión. La gente se rebela contra la doctrina impuesta por las élites políticas, económicas y mediáticas de la actual progredumbre. Un biólogo (Kammerer), un psicólogo (Jung) y un físico (Pauli) elaboraron el concepto de sincronicidad. Las coincidencias causuales entre fenómenos consanguíneos son inquietantes. Franco murió el mismo día de noviembre en que José Antonio fue asesinado. Dicen, aunque no es cierto, que Tejero entró en el Congreso el mismo día del año en que, siglo y medio atrás, lo hizo el general Pavía. Trump, que tiene algo de cowboy, lo ha hecho en la Casa Blanca un 9 de noviembre. Ésa es también la fecha en la que cayó el Muro de Berlín y comenzó una era de esperanza que se desvaneció muy pronto en los turbiones de la globalización y el neoliberalismo. Fue el 9 de noviembre de 1799 cuando Napoleón se convirtió en Cónsul del país que diez años antes había sufrido la revolución más famosa de la historia tras un golpe de estado que pasó a la misma como el del 18 Brumario y puso Europa patas arriba. Un lustro después ya era Emperador de quienes tres lustros antes habían aupado a los sans culottes a la cima de la República. Curiosa trayectoria para un hombre que después cometería el mismo error que cometió Hitler: invadir Rusia. Trump no lo cometerá. Al contrario. Cerrará filas con Putin para poner fin a la guerra fría atizada por Hillary, mantener fuera de Europa a Ucrania, bajar los humos de la OTAN y defender en Siria el sentido común apoyando a Asad. Dos cabalgan juntos y llegarán muy lejos. La era de la corrección política, la inmigración de barra libre y la ideología de género ha terminado. Mal perder tienen los que protestan. Muy demócratas no son. Tampoco lo parecen los periodistas que después de pegarse un planchazo colosal vaticinando la segura victoria de una tarasca ridiculizan a quien la ha derrotado en las urnas. Son ellos, y no él, quienes hacen el ridículo. Ya que estamos en el mes del Tenorio (más sincronías), consiéntanme que les aplique uno de los versos de Zorrilla: ¡Cuán gritan esos malditos! Pero, por mucho que los últimos teólogos del mayo francés discutan sobre el sexo de los ángeles buenistas y yihadistas, las tropas de la sensatez trepan ya por los muros de un mundo que no volverá a ser el mismo.
© El Mundo

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar