"Europa es una vieja estéril. Los inmigrantes la fecundarán" (Papa Paco)

Incapacitación

Se puede y se debe incapacitar a un Papa? Imaginemos que el Pontífice de turno se vuelve loco

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Se puede y se debe incapacitar a un Papa? Imaginemos que el Pontífice de turno se vuelve loco, se cree Napoleón, se encasqueta, en vez del solideo o la tiara, un sombrero de dos picos y utiliza la mano diestra no para bendecir, sino para llevársela al pecho por el resquicio de la botonadura. Imaginemos que imagina que habla con Dios. Bueno, eso no, porque todos los Papas están convencidos de que es así, y quienes los eligen, también. En 1294 el ermitaño escogido para ocupar el solio de Pedro con el nombre de Celestino V abdicó a los cinco meses de su nombramiento al darse cuenta de que no rayaba a la altura de tan difícil misión. Cuatro lustros después fue canonizado por Clemente V, homosexual notorio al que en los círculos gay de Avignon llamaban Flora. Su afeminamiento no le impidió aliarse con Felipe IV el Hermoso para poner fuera de la ley la Orden del Temple y pasar a horca, hoguera y cuchillo a sus monjes. Pero no quiero hablar hoy de esa fechoría, sino de la necesidad de meter en cintura al hereje Francisco si se niega a cambiar el rumbo de su pontificado o a dimitir. Bonifacio VIII sentó la doctrina de que «el Romano Pontífice es libre para abdicar de su cargo» y Ratzinger la aplicó. Muchas voces de peso y rango demandan ya en un reciente manifiesto la incapacitación del réprobo que está poniendo en serio peligro el futuro de la Iglesia al aliarse con todos sus enemigos, burlarse de los creyentes -«¿Acaso tienes la manos atadas?», espetó hace poco a un pobre feligrés que oraba, con ellas juntas, a la entrada de las grutas del Vaticano-, meter el báculo y la pata en cuestiones sociales y políticas que no son de su incumbencia, y proponer una gaseosa «revolución de la ternura». Fue su antecesor quien habló de la necesidad de «vincular la Iglesia a la palabra de Dios frente a todos los intentos de adaptación y alteración inspirados por el oportunismo». Relea usted, cura Paco (no le ofenderé llamándole Santidad), lo que escribió santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, en su carta a Gregorio IX: «Dios os ha concedido autoridad y la habéis asumido. Si no estáis dispuesto a emplearla, sería mejor que abandonaseis el cargo». De no hacerlo, que el impeachment ropuesto por algunos purpurados ataje sin demora sus payasadas y sus blasfemias. Lo pido, como ellos, in nomine Dei. Yo no soy ateo; usted, sí.
 
© El Mundo

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