Si este artículo tiene este título es porque el andamio es uno de los símbolos de la noble e histórica profesión de la construcción. Y ésta es una de las pocas profesiones típicamente varoniles que no ha pretendido ocupar con sus huestes el movimiento feminazi.
Y no la ha pretendido ocupar por dos razones. La primera, porque a las feminazis les gusta la comodidad y la albañilería es muy incómoda. En segundo lugar, porque si las mujeres se subiesen a los andamios la inmensa mayoría de las que se subiese se caería al suelo.
La causa de ello es que, por necesidad biológica, la mujer no ha necesitado desarrollar el sentido de la orientación espacial, debido a que sus funciones, derivadas de su capacidad anatómica maternal, la han adaptado al hogar.
Desde los primeros homínidos hubo especialización de funciones entre los sexos, y las hembras, por su estructura anatómica y fisiológica y por consiguiente psicológica, se dedicaron al cuidado del hogar (lo que implica la cría de las nuevas generaciones y el cuidado de los ancianos y enfermos).
La división de tareas en base a la anatomía (algo objetivo) especializó al varón en la obtención del alimento (la caza) y a la mujer en la adaptación de lo cazado.
Esta especialización de tareas se ha fortalecido a través de centenares de miles de años. Como mínimo durante 1,5 millones de años, fecha en la que vivió Lucy, la famosa australopiteco, representante del homo habilis.
En la caza el hombre necesitaba, para salvar su vida y conseguir su presa, asociar detalles dispersos aparentemente insignificantes de los que dependía su éxito. Esta adaptación era también válida para la guerra. Era un entorno hostil.
Por el contrario, la mujer tenía en su mente interiorizado el espacio en el que se desarrollaba su acción. El entono era acotado y protegido, fácil de memorizar. No tenían por lo tanto necesidad de asociar informaciones dispersas.
De modo que la obtención de la caza y el riesgo de perder la vida desarrollaron en el varón la habilidad de la asociación de los pequeños detalles. En la asociación de ideas o imágenes consiste la inteligencia en abstracto o creativa. Por la necesidad de sobrevivir el hombre desarrolló la inteligencia, en tanto que la mujer desarrolló la empatía (inteligencia emocional).
Hoy en día se pueden ver atavismos de la división de funciones al contemplar el comportamiento de algunas mujeres en las calzadas donde circulan automóviles. Siguen pensando que se encuentran en un entorno protegido.
El capitalismo pretende la explotación económica del ser humano tanto como sea posible. Su objetivo es el de obtener el máximo beneficio destruyendo todas las limitaciones que pueden reducirlo.
En el paradigma del capitalismo el consumidor no tiene otros criterios para decidir que la calidad del producto y el precio. De modo que se excluyen de los posibles parámetros que incidan en su fijación cualquier aparte de los dos señalados. El Estado debe impedir y/o abstenerse de cualquier intervención en el mercado.
Del mismo modo el factor trabajo humano sólo está motivado por el precio, que también es fijado por la libre concurrencia de la oferta y la demanda.
En septiembre de 1995 (hace más de 20 años) la asamblea de la Fundación Gorbachov, una de las instituciones del NOM, compuesta por quinientos políticos, líderes económicos y científicos de primer orden, comenzó sus trabajos con la premisa incuestionada e incuestionable de que "a lo largo del siglo XXI dos décimas partes de la población activa serían suficientes para mantener la actividad de la economía mundial".
Eso supone que el 80% de la población activa estará en paro y que los salarios se fijarán con una oferta de trabajo cuatro veces superior a la demanda del mismo. Es decir, el 20% de la población activa, la ocupada, tendrá un salario de subsistencia. Junto a esa población habrá una minoría nadando en la abundancia, debido a la enorme rentabilidad de las actividades económicas.
No es difícil imaginar el estado de ánimo de la población en general. Sentirá cualquier emoción menos alegría o satisfacción por sus condiciones socioeconómicas.
Como la élite mundial, representada por la masonería, debe prever las posibles reacciones de esa población indignada y próxima a la sublevación, tendrá que adoptar una serie de medidas para controlarla.
He aquí una pequeña síntesis de esas medidas
Primera. Eliminación de la raza blanca, única capaz de sublevarse. Capacidad demostrada a través de la historia de Europa. Para ello se le inducirá a frenar su crecimiento demográfico y complementariamente se la sustituirá por poblaciones acostumbradas al despotismo.
Segunda. Despojar al hombre de cualquier justificación o argumento en que pueda basarse para la sublevación. No debe tener ninguna seguridad en la que apoyar una posición argumental. Para ello debe dudar incluso de si es hombre o mujer. Este es el objetivo de la ideología de género.
¡Y a esto es a lo que los lacayos del capitalismo (PSOE, Podemos y Ciudadanos) llaman progreso!
El primer paso conceptual de la ideología de género consiste en afirmar que varones y féminas pueden hacer las mismas actividades y con el mismo nivel de desempeño. El segundo paso es afirmar que el sexo es elegible y cambiable a voluntad del interesado o interesada.
La ideología de género es promocionada a través de las organizaciones pantalla del capitalismo: el movimiento feminista y los partidos políticos de izquierdas, a los que los ejecutivos del capitalismo (Soros, Rockefeller, etc.) dotan de recursos económicos ilimitados. En buena medida los medios de comunicación forman parte de las organizaciones pantalla.
Como el movimiento se demuestra andando, las féminas van ocupando una tras otra casi todas las actividades propias de los varones. Así se da la falsa impresión de que pueden realizar las mismas actividades debido a que hombre y mujer son iguales. Hoy es frecuente observar "bomberas", guardias "civilas", "soldadas", etc. Pero no se atreven con el andamio para no hacer el ridículo más de lo habitual.
Por muchas voluntades que el capitalismo y sus acólitos compren para aparentar la igualdad de sexos, en todas las manifestaciones de esa "igualdad" hay trampa.
Analicemos someramente algunas de las actividades invadidas.
En el fútbol se ignora que la configuración anatómica de las pelvis de las "futbolistas" está destinada para ser madres y por consiguiente la dirección de sus piernas es convergente hacia sus rodillas a diferencia de los hombres, lo que les dificulta la amplitud de algunos movimientos con las mismas.
Por supuesto, a los promotores del fútbol femenino no se les ocurre proponer que las féminas jueguen contra varones. Así, jugando entre ellas y como "en tierra de ciegos, el tuerto es rey", se creen que lo hacen bien.
Está fuera de toda duda, por otra parte, que la selección de fútbol femenina campeona del mundo quedaría a la altura del barro si se enfrentase a cualquier modesto equipo de la tercera división de cualquier país. Y eso ocurriría a pesar de los berridos que ellas lanzan en los túneles de vestuarios, como grito de guerra para conjurarse contra sus adversarias, imitando ridículamente los conjuros de los varones para infundirse valor en la batalla. Su femineidad, ¿es una careta o lo son los berridos?
Mutatis mutandis, lo dicho para el fútbol puede aplicarse a cualquier otro deporte, incluido el boxeo, como se observa en los repulsivos espectáculos con los que la Conferencia Episcopal Española nos "deleita" cada noche por su cadena de 13TV, como ejemplo visual de la caridad cristiana que predican en sus homilías.
Dado que las deportistas femeninas no aportan nada a tales deportes, ni en cuanto a habilidades ni en cuanto a desempeño físico (plusmarcas), hay que concluir que su frecuente aparición en los medios de difusión tiene un objetivo político: grabar en la mente de los espectadores que mujeres y hombres son iguales. Por eso compiten separadamente. Ahí está la trampa. En la imposibilidad de comparar.
Con respecto a la profesión militar o las actividades de riesgo, o bien se reducen las exigencias de acceso para la entrada de las mujeres en la profesión o se les exime de las misiones de verdadero riesgo, entre otros motivos para no incrementar aún más con su presencia la de sus compañeros masculinos.
En definitiva, Dios los creó hombre y mujer a pesar de las mentiras difundidas por el capitalismo a través de sus organizaciones pantalla.
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