Más allá del sueño truncado de una noche de verano, el fenómeno Amy&Mulas describe sólo la perenne renovación de esa privilegiada “nueva clase”, descrita ya por Milton Friedman, que detenta la hegemonía ideológica en todas las sociedades fuertemente intervenidas por el Estado. Vendrían a ser los Amy&Mulas la modernísima actualización de la ya un poco achacosa Ceja Nostra. Como a los concursantes del Heraldo de estos tiempos, el Gran Hermano, –no es para nada baladí que la Papisa suma que oficia el mismo sea Mercedes Milá, el aroma progre y archiforrado que con ella va- qué cabe en primera instancia decirle a los Amy&Mulas excepto que están… ¡guapísimos!
Pero representan en el fondo los Amy&Mulas, esa especie de aves picasubvenciones, la “nueva clase” de siempre, la que surge y prospera con el desarrollo de la estatalización: esas minorías burocráticas (formadas por intelectuales, artistas, enseñantes, investigadores, funcionarios, jueces, trabajadores sociales) que, so capa de defender lo público, se aseguran maravillosamente sus intereses particulares.
Su misión central es la administración de las palabras, los símbolos y las ideas –de ahí la inagotable producción de libros, informes, películas, canciones, programas, de ahí su machacona denuncia del Ultraliberalismo, cuando la participación del Estado no baja en las sociedades occidentales del 40%-, es decir el control hegemónico de lo imaginario que, proyectado en continuum sobre los ciudadanos, garantizará su cosmovisión, su privilegio por tanto.
Del blog de José Antonio del Pozo: elblogdejoseantoniodelpozo.blogspot.com.es/