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El fenómeno significa una transformación fundamental. Hace sólo diez años pensábamos que el futuro era la incorporación plena de las mujeres al mercado laboral, aun en condiciones precarias, con el consiguiente retroceso de los roles tradicionales. Sin embargo, la tendencia de este último periodo es exactamente la contraria. Las mujeres, incluidas las de titulación académica superior, tienden a retirarse del mercado laboral para asumir voluntariamente la función de madres y amas de casa. ¿Por qué?
Hace unos meses la muy feminista Elle entrevistaba a Judith Warner, una periodista norteamericana que acaba de publicar Madres al borde de un ataque de nervios (Albin Michel, Paris, 2006). Warner, de 41 años y con dos hijas, volvió en
Lo que Warner ha descrito es el crecimiento de una nueva filosofía de la vida en las mujeres norteamericanas: “Los hijos son la obra de su vida. Por ello a las mujeres americanas no les importa subordinar su vida a la carrera de sus maridos”, dice Judith. “Y las que trabajamos somos culpabilizadas por los medios”, añade. Para esta periodista, que ve el fenómeno con profunda hostilidad, todo se debe a que la maternidad se ha convertido en una religión: si llevas a tu niño en brazos te estás ganando el cielo, si eres una madre activa y trabajadora, lo estás haciendo mal.
Se le preguntó si ella atribuía esta situación a la política de George Bush, a lo que contestó que no. “Sería un error responsabilizar solamente a la derecha cristiana. Esto comenzó con Reagan, se extendió durante los años 80 y alcanzó su edad dorada en los
El fenómeno adquiere rasgos semejantes en Europa. En Francia, por ejemplo. Christine Castelain Meunier, socióloga del CNRS, declara: “Me he quedado atónita al darme cuenta de que muchas mujeres jóvenes y universitarias lo dejan todo para cuidar de sus bebés. El peligro que ello conlleva –advierte la socióloga- es que se perpetúan los roles tradicionales: la mujer en casa, cuidando de los niños, y el hombre trabajador que lleva el sustento al hogar”.
En resumidas cuentas, se está produciendo una gran revolución en el campo de las costumbres. Durante los años de la explosión del feminismo y de la liberación sexual se despreció a las mujeres que decidían casarse, tener hijos y no trabajar fuera del hogar. Ahora el péndulo de la historia nos lleva hacia el camino contrario.
¿Qué pasa en España?
Las mujeres españolas también siguen esta tendencia, ya que ha aumentado el número de ellas que quieren dedicarse al hogar, según la macroencuesta “Fecundidad y Valores en
Otros datos de la encuesta confirman la tendencia, que comenzó hace ya algunos años, a retrasar el matrimonio y el embarazo. Las mujeres nacidas en 1977 retrasaron la edad del matrimonio hasta los 29, es decir, 7 años más tarde que las que nacieron en los años 60. La edad fijada por las mujeres jóvenes para tener hijos se ha retrasado hasta los 30, en comparación con las mujeres de 50, quienes tuvieron su primer hijo con 25.
Sobre esto último cabe hacer una matización, puesto que hay una diferencia importante entre las mujeres con estudios superiores y las que tienen estudios elementales. Las primeras retrasan la edad del matrimonio hasta los 31 y tienen su primer hijo a los 33, frente a las segundas, que se casan a los 26 y tienen a su primer vástago a los 25.
En cuanto a los hijos, un 59% de las encuestadas pensaba que éstos representan un obstáculo para su vida laboral, mientras que sólo el 4% de ellas cree que los hijos perjudiquen la vida laboral de los hombres. Además, aunque el 64% de las encuestadas -cerca del 80% entre las menores de 30 años- considera que el modelo ideal de convivencia familiar es aquel en el que ambos miembros de la pareja tienen un trabajo de similar dedicación y se reparten por igual el cuidado de los hijos y las labores domésticas, sólo el 47% de ellas mujeres reconoce vivir en una familia así.
Un problema fundamental es el escasísimo margen de maniobra que el mundo laboral deja a las madres. Las mujeres trabajadoras que decidieron tener hijos tuvieron que reducir su actividad (un 28%), interrumpir su trabajo al menos durante un año (27,9%), vieron limitada su promoción en el trabajo (20,9%), fueron discriminadas en el ámbito laboral (8,2%) o se vieron obligadas a dejar definitivamente el trabajo (8,2%). Estos porcentajes son más elevados entre las mujeres de entre 30 y 44 años de edad; de ellas, un 32% fueron descartadas para la promoción una vez dieron a luz.
En cuanto al número de hijos, la media nacional entre las mujeres de 35 y 39 años es de 1,6, frente a los 2,2 de las españolas que nacieron entre 1951 y 1955. También aquí cabe hacer una diferenciación entre las mujeres con estudios superiores y las de estudios elementales, siendo la media de 1,3 para las primeras y 1,7 para las segundas.