VÍCTOR RUIZ/FORUMLIBERTAS.COM
Estudios internacionales y expertos en educación han constatado en los últimos años el preocupante abandono escolar existente en España. Sin embargo, el Ejecutivo de Zapatero insiste en un modelo educativo que se caracteriza por el ‘buenismo’ y que permite, por ejemplo, que se pueda pasar curso en bachillerato con cuatro asignaturas suspendidas.
Todo ello queda reflejado en los resultados del Informe Pisa 2006 y de un reciente estudio de la Comisión Europea (CE), que sitúan a España en el furgón de cola de la UE en materia educativa. Ante estos hechos, cabe preguntarse si no estaremos yendo hacia el fracasado modelo del internado británico Summerhill.
Cabe recordar que la excesiva permisividad del actual sistema educativo español no es algo nuevo en Europa. Otros países ya lo intentaron antes y, en el caso del Reino Unido y su ‘experimento’ de Summerhill, los resultados obtenidos no auguran nada bueno para España.
Descalabro educativo
Buque insignia de la educación tolerante y anti-autoritaria, Summerhill ha acabado por demostrar el descalabro educativo que surge de sus aulas. Así lo confirma un informe elaborado por el Ministerio de Educación de Gran Bretaña, que ha alertado de la escasa preparación de los estudiantes surgidos de ese internado.
En este internado los alumnos no tienen que examinarse para pasar de curso ni asistir a clase obligatoriamente. El profesor no tiene autoridad ante el alumno, sino que ambos tienen un tratamiento de igual a igual en derechos y en deberes. No hay presiones sobre los alumnos para que estudien o se comporten de un modo determinado y, además, todas las decisiones, normas y problemas de convivencia se resuelven en asamblea cada semana; una asamblea en la que alumnos, profesores y personal no docente tienen la misma capacidad de decisión y veto.
Creado en 1921 por Alexander Neill, Summerhill está dirigido actualmente por la hija del fundador, Zoe Neill Readhead, quien afirma cosas como ésta: “enviar a Summerhill a los inspectores ministeriales es como encargar a los ateos que inspeccionen una iglesia”.
En un libro con el mismo título que el nombre de la escuela, el fundador del internado se jactaba de que “no tenemos nuevos sistemas de enseñanza, porque no consideramos que la enseñanza sea muy importante en sí misma. Que la escuela tenga o no un método específico para enseñar a dividir por muchas cifras no tiene ninguna importancia, porque esta operación sólo tiene interés para aquellos que la quieren aprender”.
Y así les va. El principal problema de este sistema reside en que “por querer hacer libres a los alumnos, se les deja desatendidos y sin orientación. En sus aulas no se sigue un plan de estudios , ni hay un itinerario de cursos normal”, asegura Mercedes Ruiz Paz, profesora, investigadora y autora de Los límites de la educación.
“Sin disciplina ni voluntad”
Según explica esta experta, en una información publicada en la revista PADRES, “los niños pueden entrar en clase o no, pueden estudiar o dedicarse a cualquier actividad de ocio…”
Este excesivo permisivismo pedagógico “crea en ellos unos terribles problemas de disciplina y voluntad, que les ocasionan dificultades en el mundo adulto para adaptarse al ritmo, la exigencia y los horarios de la Universidad, de la Formación Profesional, del trabajo”, añade.
Ruiz Paz considera que “quienes piensan así creen que la semilla de un chaval crece sola, pero no, necesita de la tierra y del agua, o sea, de la dirección de un adulto y de la enseñanza y la disciplina”.
De hecho, transcurridos 87 años desde que se inauguró, las tesis ‘buenistas’ y anti-sistema de Summerhill han acabado en un auténtico naufragio educativo, mientras los padre británicos tienen cada vez más claro que, a la hora de matricular a sus hijos, la pedagogía del esfuerzo es prioritaria.
Por el contrario, en España Zapatero ha conseguido imponer sus tesis de que el permisivismo es conveniente para combatir el fracaso escolar. Parecemos “seguir deslumbrados con lo que muchos llaman ‘nueva escuela’, aunque haya resultado un fiasco”, agrega Ruiz Paz.
“Desde los 70 nuestra legislación es de un ‘buenismo’ impresionante; pero sobre todo desde los 80, cuando a la experiencia de Neill se le llamó aquí ‘nueva escuela’, por más que llevase 60 años en marcha. El permisivismo implica que el niño es tan libre que no necesita del adulto. Supone que un niño es bueno por naturaleza y que el adulto es una mala influencia para él. Y eso es muy peligroso, porque implica que la sociedad es el lugar donde se pervierte al niño”, concluye la experta.
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